martes, 8 de agosto de 2017

Entrevista escrita muy bien elavorada por: Mi libro y mi café. 10 - 5 - 17

 


1 . ¿Quién es Sebastián De La Torre? ¿Cómo se define?
Soy un escritor que en el 2008 publiqué mi primer libro como ganador el primer premio: “Imaginación Novel, Nueva Conciencia,” con el título: Nhartep, destino final. Me defino como un autor de ciencia ficción, pero que creo firmemente que no tiene que ser para frikis ni para lectores que solo les guste este tipo de literatura. Mis libros están llenos de aventura y acción apta desde los doce años en adelante y que pueden ser leídos por cualquier lector con diferentes gustos literarios.
2 . ¿Qué género literario prefiere?
Yo puedo leer de todo, estoy abierto a cualquier tipo de lectura, siempre y cuando me atrape y consiga que me interese seguir leyendo.
3 . ¿De dónde surge su inquietud por escribir novelas? ¿En qué momento decide comenzar a escribir?
Desde muy niño, con diez años ya me gustaba leer las novelas de mi hermano mayor (sin que él se diese cuenta de ello, jajaja) Leía novelas del oeste, terror y por supuesto la ciencia ficción. Siempre me ha gustado escribir, pero el primer libro lo escribí aprovechando un baja laboral de tres meses.
4 . ¿Siente admiración por algún escritor en concreto?
Para mí los dos más grandes del género de ciencia ficción: Isaac Asimov y Neal Stephenson. Y otros que me encantan: Philip K. Dick. Españoles por supuesto: Félix J. Palma, Carlos Sisi, Jesús Cañadas, Juan Cuadra, Elio Quiroga.
5. ¿Tiene algún proyecto en marcha?
Después de la segunda parte recién salida al mercado: El laberinto del tiempo, será la tercera parte de la saga y algún corto.
6. ¿De qué novela propia se siente más orgulloso?
Nhartep, destino final, pues fue el primero y con el que conseguí mi sueño, publicar.
7. ¿Cómo surge la idea de escribir esta novela?
Después de crear una idea de lo que va a ser la novela, simplemente me dejo llevar y la inspiración surge de inmediato.
8. ¿Para qué tipo de público va dirigido?
Ya la contesté en la primera: para todo tipo de lectores a partir de los doce años.
9. ¿Qué consejo daría a nuevos escritores?
Que lean mucho, se preparen y aprendan todo lo relacionado con las técnicas, métodos y normas para escribir. Que luchen por conseguir sus sueños. Si realmente los deseas y con esfuerzo y constancia los resultados se obtienen.
Muchas gracias por su tiempo, le agradezco enormemente que me haya respondido a estas preguntas.



Sandra Rubio, mayo 2017

Entrevista por Radio Milenium (Alicante) 2 - 7 - 17

Pincha

Entrevista por Televalencia canal 7: Lunes 24 -07 - 17

Pincha

sábado, 8 de abril de 2017

Segundo libro ya impreso: "El laberinto del tiempo"

Con fecha: 5 - 3 - 17, presenté la segunda parte: "El laberinto del tiempo" y a su vez la tercera edición del primero: Nhartep, destino final. En el local: Sociedad Musical, Poblados Maritimos. Tengo que agradecer la masiva asistencia y todo su apoyo.
Actualmente estamos en la promocion de los dos libros. Ya avisaré por mi blog de las entrevistas que me harán en breve y de la fecha en que los dos libros serán publicados digitalmente en Amazon.
Mi máxima gratitud por todo vuestro apoyo. Pero ahora más que nunca necesito mucha ayuda en promocionar los libros, puesto que en este momento me van apoyar al máximo y tengo que demostrar que el libro gusta, se recomienda y tiene ventas. Que es lo que se mide el éxito en un libro. GRACIAS DE CORAZÓN. Sebastián de la Torre Bados.

La novela de ciencia ficción: NHARTEP, DESTINO FINAL (premiada a nivel nacional, “Imaginación novel" “Nueva Conciencia 2008”). Actualmente en su cuarta edición. Pertenece a una saga: Segundo: EL LABERINTO DEL TIEMPO. Y el tercero por editar: Un nuevo amanecer.






              Trepidante novela llena de acción y aventuras, donde el protagonista viaja accidentalmente al futuro de nuestra humanidad, después de ser casi exterminada. Tres mil años en el futuro, nada menos. El viajero tendrá que adaptarse a una nueva cultura en una civilización donde la tecnología no contamina; donde el poder de la mente se ha desarrollado asombrosamente. Su respeto y amor por los animales y la naturaleza es total. Poseen conocimientos inimaginables para nosotros.
Las características más importantes de esta humanidad altamente evolucionada: Después de evolucionar y fusionarse todas las razas convergen todas en una muy mutada. Las religiones se han fusionado en una sola: Creen en un ser cósmico de luz que rige el universo. Los habitantes no poseen ni pelo ni vello sobre el cuerpo. Un único lenguaje “el Arkeep.” Poder mental y un sexto sentido (clarividencia y telepatía entre otras capacidades). Más altura, de media unos dos metros. Larga vida (un año actual se multiplica por cinco). Extrañamente y mayoritariamente su RH es negativo. Desearía enormemente que os hicierais seguidores de mi blog. Muchas gracias por vuestro apoyo y que lo disfrutéis.







EN ESTA PUBLICACIÓN, PODÉIS ENCONTRAR PÁGINAS INÉDITAS QUE NO EXISTEN EN LOS LIBROS PUBLICADOS. ESPERO QUE LO DISFRUTÉIS.





PRIMERA SEMANA QUE SUBO ESPECIALMENTE EL PRIMER CAPITULO PARA SER LEIDO: 13-04-20



NHARTEP: DESTINO FINAL


            Esta novela de ficción, y aventuras narra las experiencias de un personaje actual, Ernesto; el cual, accidentalmente, se ve transportado en un viaje por el tiempo, hasta llegar al futuro de una humanidad mucho más avanzada, mental y espiritualmente; donde nuestro protagonista se tiene que adaptar y sobrevivir en un mundo en el que se evita a seres genéticamente menos evolucionados; pero no por ello se acaba con la vida de estos, si no, que les ayudan en su adaptación.
           
Con la ayuda de Shieska, nuestro protagonista se tiene que adaptar a un mundo diferente, con una fauna animal muy distinta, una nueva cultura, lenguaje, etc.
            Ernesto tendrá el privilegio de conocer la existencia de otros planetas habitados, mundos paralelos. El origen del hombre, mucho más remoto de lo que él pensaba, y con cientos de civilizaciones muy avanzadas con miles de años de antigüedad. Razonará sobre nuestra vida actual con todas sus imperfecciones. Comprobará, como esta civilización, ha multiplicado por tres el poder de la mente, las energías negativas y positivas, los planos astrales, las religiones y qué hay más allá de la muerte.
¿Es posible una civilización: sin guerra, odio, egoísmo, envidia y codicia?
            ¿Dónde no exista el materialismo y una sociedad de consumo?
            ¿Con una tecnología que no contamine los ecosistemas, su ecología y que mantenga una atmósfera limpia y sana?
            ¿Sería factible un mundo así sin pecar de utopía?
            Sí, con una sociedad, que evolucione potenciando el poder de la mente, el poder de la fe, perfeccionando su propio espíritu.
           























*Relación de protagonistas y traducción del arkeep en páginas finales.

CAPITULO 1


“LA NATURALEZA POSÉE TRES PODERES: EL EQUILIBRIO, LA BELLEZA Y LA DESTRUCCIÓN.
EL HOMBRE POSÉE TRES PODERES: INTELIGENCIA PARA ROMPER LOS EQUILIBRIOS, HABILIDAD PARA ACABAR CON LA BELLEZA y CAPACIDAD PARA CONSEGUIR SU AUTODESTRUCCIÓN”


SEBASTIÁN DE LA TORRE BADOS





Valencia, marzo del siglo XXI


            Ernesto, es profesor en el Instituto de F.P. Programación informática de la Comunidad Valenciana. Tiene 34 años. Alto, metro noventa, esbelto y atlético de gimnasio; moreno, pelo corto con un flequillo que le cae ligeramente por la frente. Utiliza gafas de vista pues tiene una dioptría de miopía, sin desmejorar para nada esos brillantes ojos verdes.
            Para todos, las clases terminaban ese viernes. Y él había decidido irse de puente cinco días a la nieve con su mejor amigo Jorge, de 35 años y su novia María, de 32 y además con una encantadora mujer llamada Esther de 33 (la había conocido tan solo unos días antes, y ya había una cierta conexión entre ellos, que aventuraba una bonita relación de pareja) Ernesto, llegaría el primero a un caserón prestado por sus tíos, situado privilegiadamente entre el pueblo y la estación de esquí de La Virgen de la Vega, Jorge y María llegarían más tarde por cuestión de trabajo; y con ellos subiría Esther  (que había estado de cumpleaños de su sobrina) Tenían previsto llegar antes de la cena.
            Ernesto, conducía un Ford Focus rojo; llegó sin imprevistos a las cinco y media a la masía (estaba situada a unos dos km del pueblo) era inmensa, destacaba en lo alto del pueblo, según se subía por la carretera a mano izquierda, se divisa una solitaria casa rodeada de muchos árboles. La fachada era de piedra rústica, con puertas y ventanas de roble, pintadas de color rojo oscuro; tenía dos alturas además de la planta baja, con un patio de 80 m², cubierto por una parra enorme y vieja, que extendía sus ramificaciones retorcidas y arrugadas a lo largo de todo el parral, cayendo sus ramas por los lados y extendiéndose por la pared de la masía.
            Ernesto, estaba en la cocina guardando los comestibles en la nevera, cuando un relámpago iluminó la misma, como si el propio astro sol la hubiese invadido con su luz; un segundo después estalló un trueno espantoso.
            —¡Uahh, tenemos la tormenta encima! –pensó Ernesto–. Y justo cuando decía la última palabra, comenzó a caer un aguacero “¡Me parece que se nos ha estropeado el día, y además las puertas de la cochera están abiertas! Debería de cerrarlas para que no entre el agua, puesto que la leña se podría estropear”.
            Seguidamente, cogió el impermeable amarillo con un gorro del mismo color, y salió rápidamente hacia la salida. Se tuvo que detener cuando la fría lluvia le fustigó el rostro. Subiéndose el cuello del impermeable y agarrando con fuerza el gorro, se fue corriendo hacia la cochera. Pero algo inesperado cambiaría el rumbo de su vida. Al pasar justo a la altura de un almendro, increíblemente, cayeron dos rayos con un intervalo de un segundo entre uno y el otro. El primero impactó en el almendro, con lo que él salió despedido hacia atrás cayendo al suelo; en ese instante. El segundo impactó justo en el lugar hacia donde él se precipitaba, con la gran suerte, que en el momento que el rayo descargaba su energía, él caía al duro suelo chamuscado. No recibió el impacto de la descomunal potencia del rayo, de puro milagro.
            Las leyes de la casuística, en ese momento dejaron de existir, rompió con la ley de la probabilidad. No recibió la descarga, pero sí se sintió morir. Notó un fogonazo de luz cegadora que quemaba sus ojos, los apretó con fuerza; su cuerpo se estremeció hasta el más mínimo de sus átomos, parecía que iba a estallar de un momento a otro en mil pedazos. Estaba al límite de su resistencia. Gritaba sin oír su voz.
            —¡Basta ya, me duele! ¡No aguanto más! ¡Por favor, Dios mío! –en ese mismo instante terminó tan dolorosa sensación.
            Se vio rodando por el suelo unos segundos, para después quedarse inmóvil. Le zumbaban los oídos. Fue abriendo lentamente los ojos, sentía dolor, mucho dolor, demasiada luz quemándole los ojos. Se tapó la cara con ambas manos. Se mantuvo así quieto, sin saber cuánto tiempo. Fue bajando las manos, poco a poco, hasta dejar los ojos libres y abiertos, ya no le dolían ¡Estaba vivo! Sin embargo, estaba temblando de frío, parecía que tenía restos de escarcha sobre su piel. Las ropas estaban completamente mojadas. Por suerte no tenía rastro de quemadura alguna.
            —¿Qué me ha sucedido? –pensó desconcertado.
            Miró a su alrededor. Parecía una selva. Hierba, piedras, árboles que no estaban antes en ese lugar. Desvío su mirada al cielo, era de un azul muy intenso, brillante, extrañamente nítido, con algunas nubes solitarias blancas como el algodón. Nunca en toda su vida había contemplado algo tan hermoso. Desvió la mirada ahora hacia el sol, sintió dolor en los ojos, pues brillaba demasiado, se tapó los ojos presionándoselos varias veces. Encontrándose aturdido, miró a su alrededor, no conocía nada de ese lugar. Estaba rodeado de una increíble vegetación, parecía realmente una selva virgen.
            —¿Estoy soñando? ¡quiero despertar! ¿dónde estoy?, ¡ayudadme por favor, ayudadmeeee! –Ernesto, todavía aturdido, movía la cabeza. No se lo podía creer. Estaba loco, soñando o era una inconcebible realidad. ¿Dónde se encontraba? ¿Qué lugar era éste?
            Miró al horizonte, se asustó, todo su ser se estremecía de terror. Vio en la lejanía, justo en el límite entre la tierra y el cielo, una especie de gran tormenta muy extraña, con una especie de aurora con varios colores: verde, naranja, escarlata, gris y un rarísimo negro-azul. A intervalos de unos tres segundos, se podían observar unas grandes descargas de energía que emergían de lo que parecía una tormenta. Sentía mucho miedo, estaba paralizado, preguntándose si este fenómeno se acercaba o se alejaba de él...
            —¿Dónde estoy? ¿hay alguien que me ayude?    –preguntó en la soledad más absoluta.
            Entonces, sonó una voz femenina, que parecía que salía de su interior, totalmente desconocida para él...
            —(Tranquilo, no tengas miedo, es un Sharker y se está alejando).
            Sobresaltado, vio la silueta de una mujer sobre un caballo, ante un sol que resurgía de una nube en un claro del cielo. Sí, era una mujer, aunque no llevase cabello en su cabeza. Su tez muy morena, de cara fina y alargada, los pómulos ligeramente marcados, las orejas suavemente puntiagudas, sus labios carnosos, y unos ojos que le llamaron mucho la atención pues eran grandes, azules y extrañamente brillantes. Era hermosa, de una belleza insólita. Era bastante alta, aproximadamente 1,90. Vestía con un pantalón y una especie de chaqueta negra de piel curtida, con un correaje que le cruzaba por el pecho provocando que se le marcasen unos senos grandes y bien formados. De su cuello, colgaban dos collares con cuentas de colores variados combinadas en amarillo, rojo, azul y blanco. No apreció si llevaba algún tipo de arma.
            El corcel le pareció grandioso, de color blanco con manchas marrones, con la crin también de color marrón, le sorprendió ver dos pequeños cuernos superpuestos uno encima del otro, situados entre el hocico y los ojos; su plante era de una gran altura, lo que daba majestuosidad a la mujer que lo montaba.
            —¿Qué ha pasado, me ha parecido que hablabas en el interior de mi mente?
            —(Sí, aquí en mi mundo, es muy normal comunicarnos telepáticamente. Pero si te tranquiliza, hablaré con mis cuerdas vocales).
            —¿Quién eres? ¿Dónde estoy? –preguntó asustado Ernesto.
            —Me llamo Shieska, del poblado de Monthar. Estas a dos shus de mi poblado. Y a juzgar por tu atuendo y lenguaje, adivino que eres un hispano y procedes del siglo XX, ¿no es así?
            —Sí, tienes razón; y ahora ¿me puedes explicar dónde demonios me encuentro o es una pesadilla?
            —Por lo visto, el Sharker te ha traído de tu mundo aquí accidentalmente.
            —¿Has dicho mi mundo? Pero... ¿en qué mundo estoy?
            —En Nhartep, digamos que es la tierra para ti. ¿Cuál es tu nombre?
            —Ernesto. Esto tiene que ser un mal sueño            –pensó bastante alterado.
            —No, no es un sueño, es otra realidad de vida en un tiempo diferente al vuestro. Tienes que serenarte, te costará un poco comprenderlo, pero lo irás aceptando poco a poco.
            —¿Y cómo conoces mi idioma?
            —Porque tú, no has sido el único que ha traspasado la frontera de tu tiempo o realidad. A lo largo de tishas, es decir siglos en tu lenguaje. Han venido humanos accidentalmente como tú y hemos aprendido vuestro idioma, cultura, ciencia, etc.; además de vuestros grandes defectos y vuestro espíritu poco evolucionado. Poco a poco lo irás comprendiendo. 
            —Has hablado de hace siglos ¿en qué año estamos?
            —Pues, hablando en el lenguaje de tu tiempo y en años estamos en el año 5008.
            Ernesto se quedó perplejo y sin habla.
            —Ahora debemos irnos a toda prisa, no quiero que te vean.
            —¿A quién te refieres?
            —A mis semejantes, porque si te descubren te harán un Mentrek.
            —¿Un Men... trek?
            —Sí, es una desconexión localizada de tu cerebro, te borran tu pasado y te enseñan un nuevo futuro con nosotros; aprenderás como un niño, poco a poco toda nuestra cultura.
            —Pero, no dejarás que consigan hacerme eso ¿verdad? ¿podré regresar a mi mundo?
            —Yo, no quiero que te hagan un Mentrek, por eso quiero que te vengas conmigo.
            —No me has contestado a la segunda pregunta ¿Podré regresar algún día con los míos?
            —Ya hablaremos más tarde sobre ese tema. Ahora vamos, sube detrás rápido, y sujétate bien a Karím, es un Thorkin, pues así los llamamos.
            Se fueron cabalgando hacia el sur de la provincia de Monthar, en dirección a las montañas...


           —¡Tranquilo, ya falta poco! ¡Tenemos que tener esperanza! –gritaba Shieska por encima del sonido del galope del thorkin–, ¡en menos de un shotem estaremos en la protección de las montañas!
            —¿Qué es un shotem?
            —Es como una hora, más o menos.
            —Shieska ¿por qué tu caballo tiene cuernos?
            —Las hembras poseen dos y los machos seis.
            —¿Cuál es la razón de que tengan cuernos?
            —Los thorkins, evolucionaron salvajes durante muchos siglos; necesitando crear esos cuernos para su protección contra posibles depredadores. Te advierto, que vas a encontrar muchos animales muy diferentes de los que tú recuerdas.
            —¿Hay algún peligro?
            —No, no te preocupes, los carnívoros peligrosos nos respetan.
            Por fin, llegaron a un bosque al pie de una gran montaña, donde estarían protegidos; ese lado de la gran mole de roca estaba perforado por cuevas, huecos negros contra la luz difusa de una tarde sombría. Siguieron un camino por un sendero ligeramente inclinado. Se detuvieron frente a una gran caverna, y desmontaron del thorkin...
            —Esta montaña que has visto, se llama Ateppa, es de las más grandes de esta península. Estamos delante de antoor, o boca de la montaña. Ahora tú y yo nos introduciremos por el seetoor, por la garganta de la montaña. Tienes que ir memorizando las palabras de mi lenguaje para ir recordándolas en su momento, es muy importante.
            Shieska, se dirigió hacia la entrada de la cueva, miró hacia la derecha y se agachó, removiendo unos arbustos, sacando de estos, una especie de contenedor alargado de cristal transparente, con un líquido extraño, de oscuros tonos verdosos y algo que se movía en su interior; lo agitó, se iluminó, y sujetándolo como una antorcha, comenzó a penetrar en el interior de la cueva...
            —¡Vamos, sígueme deprisa!
            —¿A dónde vamos?
            —A mi lugar secreto. Aquí estarás a salvo.
            —Shieska ¿qué es esa cosa que nos da tanta luz?
            —Es un tartim, como una antorcha, pero sin fuego; te lo explicaré, pero tendrás que estar muy atento a todas las palabras nuevas ¿de acuerdo?
            —Sí, Shieska, tú mandas –contestó con una risa nerviosa.
            —Té noto muy nervioso, y es normal en tu situación. No te preocupes, todas tus preocupaciones se irán disipando con el tiempo. Y ahora, te voy a explicar lo que es el tartim: es un contenedor de creshy, es decir cristal, que contiene costartimins, son unos microorganismos que viven en mash, el mar. Estos microorganismos vivos producen energía procedente de sí mismos y que trasforman en luz, una luz muy potente como podrás ver.
            —Sí, es tan potente como una linterna. ¡Hace mucho frio aquí dentro!
            —No te preocupes, cuando lleguemos, encenderemos una hoguera y entrarás en calor.
            Después de caminar por varios túneles, llegaron al interior de una gran caverna de unos doce m² de altura y unos mil ochocientos m² de extensión aproximadamente. Era un lugar hermoso, salpicado de estalactitas y estalagmitas por doquier, unas finísimas, y otras con un grosor de medio metro. En el centro, había un pequeño lago de agua dulce, de unos 100 m², abastecido por una catarata que se precipitaba en vertical desde unos veinte metros. El agua caía con fuerza, provocando un ruido ensordecedor, que unido al eco producido, no dejaba oír ni el propio sonido de sus pasos. Cruzaron el lago caminando por encima de rocas que sobresalían del agua, facilitando un camino estrecho y totalmente natural, hasta llegar al final de la caverna. Al fondo, encontraron una pequeña fisura en la pared, era muy estrecha, se cruzaba de lado y un poco a presión. Llegaron por fin al refugio, de unos dos metros y medio de altura y treinta y cinco m²; ahora, el sonido del agua se oía muy suavemente, casi se percibía con un sonido agradable y relajante. Las paredes estaban cubiertas de estanterías llenas con libros y de muchos objetos que eran desconocidos para Ernesto. Fijó su mirada en un rincón de la cueva, vio lo que menos se esperaba encontrar: unos téjanos, una camisa, un par de zapatos y un reloj de pulsera muy antiguo. A Ernesto se le cambio la cara en ese mismo instante, y lleno de indignación pregunto...
            —¿Qué significa esto? ¿son recuerdos o trofeos de tus presas?
            —¿De mis presas, no entiendo? es mi pequeña colección, lo que ves pertenece a las personas que los Sharker traen a lo largo de tishas.
            —¡Y claro, yo también formaré parte de tu colección! ¿no?
            —No, no pienses eso, por favor –contestó ella desesperada–, yo lo que quiero, es protegerte, ayudarte y enseñarte nuestras costumbres, no quiero que te provoquen un Mentrek, es necesario conservar tu pasado, y con ello, la sabiduría de tu tiempo. Soy la única persona en este mundo que te puede ayudar, confía en mí por favor.
            —Tengo que creerte, qué remedio me queda, confiaré en ti –dijo, ya con una sonrisa en los labios, que no disimulaba su desesperación y su preocupación por lo que estaba sucediendo.
            —Ernesto, no tengo más remedio que dejarte solo, no te preocupes, iré a Monthar a por víveres, tendré que buscar alguna buena excusa para pasar por lo menos esta noche contigo y parte de la mañana. Ahora prepararé una hoguera, tenemos todo lo necesario, buena leña y un respiradero. Mira hacia arriba ¿ves?, es una fisura en el techo que se extiende por unos corredores hasta salir a la superficie, como verás, tiene buena ventilación.
            —¿Y ese sonido que se oye? ¿parece música?        –era un sonido lejano que no tenía nada que ver con el sonido de la cascada. Sin embargo, era sobrecogedoramente placentero.
            —Es el sonido de unas corrientes de aire, que corren por unas fisuras en las entrañas de la montaña ¿a qué es precioso? forma parte de la música de la naturaleza que nos rodea.
            —Sí, realmente, me parecía música creada por algún ser humano.
            —Por eso, elegí esta gruta para mi pequeño refugio; los ecos producidos por la cascada de agua, sumados a las corrientes de aire, producen una relajación tal, que mi conciencia se eleva hasta lo más hermoso del éxtasis. La naturaleza emite su propia música, sólo hay que saber escucharla con atención y disfrutarla.
            Shieska le preparó una buena hoguera. Pero con la diferencia que no utilizó ningún tipo de fuego. Utilizo su mente para prender una llama...
            —¿Cómo has hecho eso? –preguntó perplejo.
            —Con el poder de mi mente, soy capaz de actuar sobre la estructura molecular de la materia, perturbándola y reorganizándola a mi antojo, en este caso lo que hago es incidir sobre las moléculas de una manera tal que se fusionan hasta producir el calor suficiente para que se encienda. Tranquilo, tendremos tiempo para que te lo explique. Lo siento, pero me tengo que marchar.
            —¡No me dejes ahora solo, por favor!
            —No te preocupes, volveré lo antes posible. Shinaap, así es como nos despedimos nosotros –le explicó con una mano extendida y la otra pegada al corazón–, y tranquilo, que no tardaré mucho en regresar. No se te ocurra por nada del mundo intentar salir ¿de acuerdo?
            —Sí, no sufras, te haré caso. Shinaap Shieska        –dijo tristemente haciendo el ademán de despedida, ella lo encontró muy gracioso, y respondió con una sonrisa. Shieska, antes de irse, decidió tranquilizarle al notar telepáticamente su nerviosismo. Lo miró fijamente a los ojos, dándole así un mensaje de tranquilidad.
Él sintió una suave descarga de energía positiva, que invadió y recorrió todo su cuerpo; quedándose al fin con una agradable sensación de bienestar.
            —Creo presentir que tienes una necesidad fisiológica ¿verdad? –pregunto Shieska mientras sacaba de su bolsa algo que parecían unas hojas verdes.
            —¿Cómo lo has sabido? –preguntó un poco avergonzado.
            —Ya te he dicho que tenemos la facultad de la telepatía, es decir, comunicarnos con la mente, y hasta saber lo que alguien está pensando, ¡si no lo impiden voluntariamente, claro! Lo máximo que llegamos a captar, son los pensamientos más fuertes, emocionalmente hablando. Además, los efectos de un viaje por el tiempo producen normalmente problemas intestinales. Y ahora escucha: éstas son cho-assua, unas hojas de una planta que además de consumirlas las utilizamos para eso; te las dejo aquí para que las utilices cuando tengas que asearte. Notaras que son muy suaves y perfectas para una higiene muy íntima, y tranquilo, esos problemas cesan en un par de horas. Espero que descanses y no te preocupes, cuando menos lo esperes estaré de regreso.
            —Muchas gracias, Shieska. Te esperaré con impaciencia, puesto que, en estos momentos, eres la única persona de este mundo que me puede ayudar. Shieska dio media vuelta y se alejó. Llevaba el tartim en su mano derecha para iluminar el camino, mientras avanzaba, el paso que dejaba tras de sí, se iba oscureciendo. El ruido que dejaba el sonido de sus pasos se hacía cada vez más silencioso, al fin, solo quedó una quietud, rota por el sonido del chisporroteo de las llamas.
            Él, se quedó durante unos minutos con la mirada fija en el fuego. Después, metiendo la mano en el bolsillo derecho de sus pantalones, sacó un mechero de gas y un paquete de tabaco casi entero, sintió alegría por la sorpresa, pues no recordaba que estuviesen ahí, y se encendió un cigarrillo. Mientras fumaba se quedó mirando las llamas deseando que Shieska regresara pronto. Necesitaba que ella le diese alguna respuesta a la locura que había entrado en su vida. Todo esto no tenía ningún sentido ¿Por qué tenía que haberle pasado precisamente a él? Shieska, se encontraba ya en el borde de la meseta de la montaña. Desde ese lugar podía divisar su pueblo natal. Ella siempre lo encontraba encantador, de los mejores de la región y del mundo. Después de contemplarlo durante unos segundos, atizó sus riendas y se dirigió al corazón de Monthar. Monthar, está situado en una extensa llanura, cuenta con cerca de quinientos mil montharis, pues así es como se les llamaba a los habitantes de Monthar. Las casas donde viven, las denominaban tharims, son bajas y con forma redondeada, separadas unas de otras con siete m² a la redonda aproximadamente, espacio suficiente para no darse sombra ni molestarse unos a otros. Sus tejados son de color pizarra y con forma cónica, para favorecer las lluvias torrenciales. Todos los ventanales eran amplios y alargados, orientados unos al este y otros al oeste, captando así las horas del sol al máximo, de esta manera conseguían ser calientes en invierno y frescas en verano. Desde algunas de ellas, y mirando al horizonte, se podía divisar Romasheep, el gran mar del Olvido. Cabalgó entre las anchas calles de piedra, el repique de los cascos de su thorkin, sonaba entre el murmullo de las gentes que comerciaban entre sí utilizando el trueque. Una veintena de chiquillos pequeños seguían a Shieska entre gritos y risas, saludándola con entusiasmos, pues la quieren y aprecian muchísimo por lo bien que se porta con los niños; los saludó, dándoles un beso a cada uno para que se quedasen tranquilos. Por fin llego a su tharim, situado justo en el centro de Monthar, ésta era exactamente igual a las demás; la distribución del interior era lo único que las diferenciaba entre sí, a más familia, más habitaciones. Shieska, de 30 años, vivía con su padre Shotack, su madre Manhar y con su hermano Renst, menor que ella, 20 años. En su casa, según se entraba, a la izquierda, había una cocina rústica de las que funcionaban con leña y carbón, con dos parrillas a cada lado, y un pequeño horno en el centro en forma de bóveda, donde cocían el araham (pan de harina de trigo) a la derecha y en el centro, había un Amtreka, que era el lugar donde se reunía la familia y los posibles visitantes cuando querían dialogar sobre algún tema importante. Este espacio disponía de una mesa de madera redonda y unos bancos también de madera, con respaldo a su alrededor, donde se sentaban ampliamente hasta 12 y 15 personas. A la derecha, y al fondo había un Sinaar, una especie de sillón de mimbre con cuatro patas muy cortas en forma de media luna, este era el lugar donde se meditaba y descansaba; es el sitio preferido del padre de Shieska (cuya profesión es Turem de Monthar, Representante del Pueblo), pues es un lugar de descanso y meditación. Justo en el centro, sobre el sillón, había colocada una pirámide de cartón piedra colgada del techo, que producía un nivel de energía positiva a todo aquel que se sentase debajo de ella. Se consigue un descanso total, una mejora del estado de ánimo, y una recarga de energía benefactora.
            Al fondo de la casa, atravesando un corto pasillo, había cuatro Tharims (habitaciones). Siempre tiene que haber alguna más, para una posible visita que necesite pernoctar. Las habitaciones no tienen puerta, están divididas entre sí por una cortina de lona. Al entrar, vio a su padre que estaba tumbado en el sillón; no era muy alto, de constitución delgada y lo que más destacaba de él era su prominente frente; vestía un poncho negro de seda fina y unas sandalias. Se levantó rápidamente, y mentalmente le preguntó por el Sharker; ella le contestó que no había causado daños ni desgracia alguna. Le comunicó que pensaba pasar la noche con su amiga Ainasha, y que así saldría temprano para Shanep, para dar una de sus charlas de sabiduría espiritual.
            Su padre no dudó ni un momento que lo que le estaba diciendo fuese un engaño, pues en su cultura no existe la mentira ni la desconfianza; estaba muy orgulloso de su hija, por ser la más avanzada mental y espiritualmente de la región de Monthar. 
Shieska terminó de llenar su mochila con víveres, se dirigió a su padre y le dio un cariñoso beso en la frente. Como no había visto a su madre, le preguntó por ella, su padre explicó que estaba en casa de una vecina, ayudándola a preparar un guiso especial de algas de Romasheep. No le extrañó no ver a su hermano, pues sabía que estaba en Torkap, un pueblo situado a unos cinco km al Oeste, realizando un gran manshorep (un importante trueque entre ambos pueblos) Shieska, salió del pueblo en dirección a la cueva a todo galope; tenía que darse mucha prisa, pues empezaba a anochecer y no era muy conveniente cruzar el bosque por la noche.
Sin contratiempos y justo cuando cerraba la noche llegó al lugar donde se encontraba Ernesto. Lo encontró dormido en un camastro, con la hoguera ya medio consumida y soñando. En su sueño estaba con Esther, ambos eran muy felices; pero de repente se vio arrastrado hacia un pozo muy negro, Caía, caía sin parar, y mientras gritaba el nombre de Esther con todas sus fuerzas, sin embargo, no podía oír su voz; Se estaba precipitando a un abismo sin fondo...
            —¡Ernesto despierta! soy Shieska –él abrió los ojos sobresaltado y asustado, y de un tirón se incorporó, dándole un manotazo a ella en el brazo a modo de protección–, tranquilo Ernesto, soy yo, no ocurre nada, solo tenías una pesadilla.
            —Lo siento Shieska, yo, estaba soñando con, me caía por un abismo...
            —Lo comprendo, tienes todavía un shok muy fuerte, tu mente no ha podido asimilar lo que ha ocurrido. Ahora tienes que comer algo, te he traído unas cuantas cosas, espero que te gusten.
            —No tengo apetito Shieska, no sé, no me encuentro bien.
            —Sé lo que te ocurre, estás bajo los efectos del viaje en el tiempo. Además, te encuentro muy bajo de moral. Relájate y túmbate, te voy a dar un poco de energía positiva y verás cómo te repones anímica y físicamente.
            Efectivamente, después de colocar Shieska sus manos, y moverlas a una distancia de cinco cm de la piel de Ernesto; recorría todo su cuerpo muy lentamente...
            —¿Cómo te encuentras ahora? –preguntó mientras juntaba sus manos después de terminar de aplicarle la terapia energética.
            —Parece que un poco mejor; incluso creo que siento hasta un poco de apetito.
            —¡Muy bien! han resultado efectivas mis energías positivas. Ahora vas a comer ¿te parece bien?
            —De acuerdo, confieso que sí que estoy hambriento.
            —Estupendo. Ahora observa cada utensilio que te muestre, tienes que prestar mucha atención; yo te lo iré traduciendo muy despacio ¿de acuerdo?
            —Lo intentaré.
            —No te preocupes, con paciencia lo aprenderás todo –tranquilizándolo mientras extraía los alimentos de la mochila–, esto es lota, un plato y está fabricado de cerámica; somos buenos en este modelo de arte (estos recipientes, estaban decorados con figuras geométricas, como triángulos isósceles). Las bolitas son choops, albóndigas de algas. Esto es una tortilla de verduras, compuesta de huevo, tres tipos de plantas diferentes cultivadas por nosotros mismos: harina y leche de vaca. El pan, es Araham, está elaborado de harina de trigo. Y para beber, utilizamos este envase de piel en forma de bota donde introducimos el agua; nosotros bebemos muchísima agua, puesto que es muy necesaria y beneficiosa para el cuerpo, se debe de beber aproximadamente al día unos 35 gramos de agua por cada kilo que peses.
            —Yo también acostumbro a beber unos dos litros al día.
            —Perfecto, entre dos y tres estará muy bien para ti. Bueno, te dejaré tranquilo para que comas.
            —¿No me acompañas?
            —No, no tengo apetito, gracias.
            —¿Qué es ese ruido que suena de fondo?, ¿parece como si el agua llegase hasta aquí mismo?
            —¡Ah, eso! según parece, ahí fuera tiene que estar lloviendo muchísimo, y eso repercute en las corrientes subterráneas de la montaña, pero no te preocupes el nivel de agua no subirá hasta este lugar. Aquí cuando llueve, lo hace con mucha intensidad; nuestro clima es tropical y por eso diluvia tanto; pero lo positivo de esto, es que tenemos una vegetación increíble y paradisíaca.
            —Tengo muchas ganas de poder ver lo que me dices.
            —Muy pronto lo harás –Ernesto mientras comenzaba a comer, seguía preguntando...
            —¿Los animales son similares a los de mi tiempo?
            —No. Desde que se produjo la cuarta guerra mundial el mundo ha estado casi sin el hombre durante milenios.
            —¿Cuarta Guerra Mundial?
—Sí, es una larga historia de desastres que te explicaré en otro momento.
            —¿La humanidad se exterminó?
            —No del todo, pero casi se eliminó en su totalidad, los pocos que sobrevivieron, se mantuvieron protegidos bajo las profundidades de la tierra por largos siglos; dejando a un mundo repleto de una fauna animal modificada genéticamente por culpa de la guerra atómica y radioactiva. Se transmutaron todo tipo de clase de animales, desde una simple célula, hasta grandes mamíferos; estos son los que más han
evolucionado; hemos contabilizado unas 200.000 especies diferentes sólo de mamíferos. Piensa, que, sin la intervención del hombre, en lugar de ir desapareciendo especies, lo que ha estado ocurriendo es que por lo contrario han ido aumentando. Existen animales de la familia de los roedores, que son muy diminutos y otros tan gigantescos como los dinosaurios.
            —¿Dinosaurios? no me lo puedo creer.
—Lo vas a entender, en cuanto te lo explique. Como ya te he dicho antes, tenemos una vegetación enorme y variada, formando algo que lo podríamos llamar, como tres ecosistemas diferentes; el primero, la zona baja, de aquí se alimentan, los insectos y roedores; te los he puesto como ejemplo, puesto que realmente existen infinidad de animales. El segundo ecosistema, es la vegetación media, donde se mueven los animales de altura media, como es lógico. Hasta estos dos ecosistemas existen los animales herbívoros y carnívoros. Pero en el ecosistema más elevado, están los mamíferos herbívoros que han evolucionado aumentando sus cuellos y bocas adaptándolos a las alturas superiores de los cuarenta metros; los llamamos los cho-mer; estos, durante miles de años, fueron los reyes, puesto que no existía ningún animal que compartiese con ellos las hojas más altas, y tampoco había carnívoros con el tamaño suficiente para atacarlos; de esta manera, se estaban extendiendo como una plaga peligrosa. Hasta que un día la genética de la propia naturaleza, como es tan sabia, modificó los genes de un mamífero carnívoro, haciéndolo crecer hasta equipararse a estos mamíferos en tamaño; los llamamos rhonrros, unos carnívoros terroríficos,
en el que su único menú son los cho-mer; equilibrando así el ecosistema.
            —¿Existen más animales gigantescos?
            —Existen animales más grandes en el mar, y más gigantescos todavía en las profundidades abismales. También existe un ecosistema oculto bajo tierra, donde coexiste una gran diversidad de fauna.
            —¿Cómo han llegado hasta ahí? –mientras preguntaba, terminaba de comer dejando el plato vacío y limpio.
            —Pues, introduciéndose por fisuras abiertas por terremotos, escapando de glaciaciones, de la contaminación y exterminación producida por culpa del hombre; han evolucionado de otra manera diferente, habituándose a su nueva vida. Al cabo de indeterminados siglos, el hombre se aventuró a la superficie y comenzó a convivir en un mundo nuevo para ellos.
            —¡Es increíble!
            —Sí; parece imposible, cómo animales y hombres, somos capaces de adaptarnos a cualquier medio por más inhóspito que sea.
            —Además, convivir en un mismo tiempo hombres y dinosaurios, sin destruirse el uno al otro ¡no me lo puedo creer!
            —Sí que es posible; ya te he dicho, que cada día, irás sorprendiéndote de las cosas que descubrirás.
            —¿Y estos animales os atacan?
            —No, nos respetan. Ellos viven en su territorio, y no invaden el nuestro, lo mismo hacemos nosotros.
            —Me haría mucha ilusión poder observarlos algún día.
            —Los verás, te lo aseguro; al igual que unos primates y simios que los llamamos croks y arcos, que tienen la peculiaridad de que caminan erguidos, y son muy inteligentes; han evolucionado muchísimo. Sabemos, que dentro de unos dos mil años conseguirán un lenguaje inteligente y parlante, capaces de crear una sociedad próspera y creativa.
            —¿Dónde están?
            —Viven en las montañas, más al sur. Ya iremos en una excursión y los veremos.
            —Fenomenal, me parece increíble. ¡Pues sí que tenía apetito! –Exclamó Ernesto mientras se sacudía las migajas–. Shieska, ahora cambiando de tema, y quiero que seas sincera y me contestes a esta pregunta, ¿podré regresar algún día a mi tiempo y con los míos?
            —Ernesto, me temía que ibas hacer esta pregunta. Y creo que ya sabes la respuesta. No, nunca más podrás volver a tu tiempo. Lo siento, pero es la cruda realidad.
            Ernesto, inmediatamente se colocó ambas manos en la cara intentando ocultar su desilusión. Desde el primer momento que tomó conciencia de que existía en un nuevo mundo, sabía que nunca volvería; sin embargo, en lo más oculto de su corazón escondía un pequeño rayo de esperanza de poder regresar con los suyos.
            Shieska descargaba sobre él, chorros de energía positiva, mientras mentalmente intentaba calmarlo y relajarlo.
            —Ernesto, ¿tú crees en mí?
            —Por el poco tiempo que nos conocemos, y sin poder constatar tus raciocinios con otro humano, no tengo más remedio. No, ahora enserio. Sí, Shieska, algo muy dentro de mí me dice que confíe plenamente en ti.
            —Entonces, cree lo que te voy a decir. En mi mundo y conmigo, tú vas a encontrar el camino de la verdad y la felicidad que siempre estabas buscando.
            —¿Cómo has sabido ese sentimiento tan íntimo? No me contestes, ya lo sé.
            —¿Te encuentras un poco mejor?
            —Creo que sí, no sé lo que me has hecho, pero sí. ¿Podrías hablarme de ti y de tu familia?
            —No sé por dónde empezar. Soy hija de Shotack, mi padre, y de Manhar, mi madre; tienen 325 y 320 beneris respectivamente.
            —¿325 años, bromeas? –interrumpió incrédulo Ernesto.
            —No, en nuestra realidad, cinco beneris equivalen a un año de vuestro tiempo, nuestro nivel de vida es cinco veces mayor que el vuestro. Además, tengo un hermano llamado Renst que tiene cien beneris.
            —¿Cuál es tu edad?
            —Yo tengo treinta, es decir 150 beneris.
            —Bueno, entonces te llevo cuatro, es decir veinte beneris –sonrió abiertamente Ernesto.
            —¡Muy bien! ya vas aprendiendo. Continúo, nuestra familia es una de las privilegiadas en Monthar. No por estatus ni por bienes, sino que simplemente somos los Turem, Representantes de nuestro pueblo.
            —Explícame eso más a fondo, que no lo entiendo, por favor.
            —El pueblo, nos eligió por ser los más ricos en conocimientos y en espíritu evolucionado. Nosotros representamos a Monthar, al igual que en los demás pueblos que eligen a otras familias para representarlos. Las funciones de los Turem son: primero, la de procurar expandir los conocimientos para los suyos, como para los demás pueblos. Segundo, comerciar, y tercero ayudar a los habitantes en los problemas importantes que necesiten una solución difícil de determinar. ¿Me sigues?
            —Por supuesto, estoy hambriento de conocimiento.
            —Te comprendo, pero tienes que tener calma, no puedes conocer toda mi cultura y mis conocimientos en un día. Necesitarás tiempo. Lo comprendes, ¿verdad?
            —Sí, Shieska, lo entiendo; no siento sueño, ¿puedes seguir hasta cuando tú quieras?
            —Mi gente son los montharis de Monthar.
            —Y los de Shanep, shanepis ¿no?
            —Sí, muy bien. Escucha atentamente; en nuestra realidad no existen los defectos que hay en el tuyo; como la maldad, la envidia, el rencor, la mentira y la avaricia, nadie pretende ser más que otro; el objetivo es vivir en paz, preocupándonos por superarnos a nosotros mismos enseñando y ayudando a los demás.
            —Eso suena muy bonito –interrumpió Ernesto–. ¿Esto que me cuentas es real, o es como te gustaría que fuese?
            —No, Ernesto, sé que te cuesta comprenderlo, pero sí que existe una civilización así. Y además sin guerras ni pobrezas.
            —Lo que tú me estás definiendo es el Paraíso, no puede ser cierto, es una utopía.
            —Según vayan transcurriendo los días, comprenderás que es cierto todo lo que te digo, es más, yo no te mentiría, pues aquí no existe como tal; todos vuestros defectos no los conocemos, ni en nuestra mente ni tampoco en nuestra alma.
            —Entonces, ¿por qué quieren anular mi mente, mis conocimientos, mi personalidad, mi pasado? ¿No es una contradicción?
            —Muy buena pregunta, difícil respuesta. Intentaré contestarte lo mejor posible para que lo entiendas. Este planeta, la Tierra para ti, Nhartep para nosotros, es el mismo planeta para los dos. Al igual que otros planos de vida coexisten en diferentes planos de existencia, y a diferentes niveles de realidad y evolución. ¿Hasta aquí lo entiendes?
            —No, pero sigue.
            —Bien, pues lo que sucede, es que tu plano de vida pertenece al pasado y está menos evolucionado que el nuestro...
            —¿Menos evolucionado? –interrumpió ligeramente alterado–, ¡pero si no tenéis, por lo que me has dicho, casi nada de tecnología, comerciáis por medio del trueque, en los tiempos remotos de nuestra humanidad se comerciaba así! ¿Además tenéis coches, trenes, aviones, cohetes espaciales?
            —No sigas, veo que me va a resultar más difícil de lo que pensaba ¿Me quieres escuchar y no hablar hasta que termine? ¡Por favor! –suplicó un poco indignada.
            —Perdóname Shieska, no te interrumpiré más, sigue tu explicación.
            —Tranquilo, no pasa nada, piensa, que nunca he tenido esta clase de conversación con nadie, y menos con una persona como tú, que viene de un lugar tan distinto.
            —A propósito, un inciso y perdona que te interrumpa. Cuando nos conocimos, adivinaste que era un hispano, pero no acertaste con el siglo al que pertenecía.
            —¿No me digas, y a qué siglo perteneces?             –preguntó sorprendida.
            —Pues al siglo XXI y además me gustaría saber, ¿por qué has llegado a la conclusión de que soy un hispano?
—Referente al siglo, perdóname –sonrió–, pues no soy perfecta y sobre ¿cómo sabía que eres un hispano? muy fácil, tu lenguaje lo conozco porque, introduciéndome en tu mente soy capaz de descifrar los impulsos eléctricos que se envían al cerebro para su interpretación. Es un poco complicado de explicar, pero ya lo entenderás en su momento. Después de esta pequeña interrupción volvamos al principio. La ciencia de una civilización, aunque sea más avanzada tecnológicamente, no quiere decir que sea más evolucionada que otra que no siguió por el camino de la tecnología. Intentaré razonártelo. Durante siglos, el hombre lo único que ha hecho es ir aprendiendo a dominar la naturaleza e inventar utensilios para su comodidad. Ha ingeniado máquinas para llegar más rápido y más lejos a los rincones más recónditos del planeta. Pero la humanidad, con una tecnología tan avanzada, debió prever que podían existir reacciones y resultados adversos, como la contaminación del medio ambiente.
Que la atmósfera sufriría cambios. Como que la capa de ozono cada año sería más débil, que el CO2, CFC y las moléculas de metales pesados, provocarían una atmósfera cada vez más densa y tóxica.
            –Shieska, pero ¿cómo sabes tú todos esos datos? Capa de ozono, CFC etc. ¿Dónde los has oído?
            —Dispongo de unos archivos muy antiguos, que he podido rescatar, y por lo que yo creo, son los únicos que quedan en Nhartep, y sólo los conservo yo en el máximo secreto. Sigo con la explicación... ¿Por dónde iba?
            —Por lo de la atmósfera muy contaminada, y...
            —Gracias, continúo. Producto de las causas de la contaminación dio como resultado a las lluvias ácidas, y no digamos de los desastres naturales: huracanes, maremotos, terremotos, etc. Estos, cada año eran más desastrosos y destructivos. Como verás, todo repercute, es una cadena. La temperatura subió en un año como en cincuenta siglos ¿te das cuenta?
            —Sí, gran parte de lo que has dicho, ya estaba sucediendo. No entiendo la locura de los hombres, y nos creemos más inteligentes que el resto de los animales –comentó lastimosamente.
—Tienes toda la razón, pero tiene una explicación científica. La evolución que ha sufrido el cerebro del hombre del pasado hasta llegar al de tu tiempo, no fue la correcta, pues ha provocado una transformación en los dos hemisferios del cerebro; el hemisferio derecho, además de millones de funciones, rige las emociones. Y en el izquierdo, reina la abstracción, al igual que lo material. Vuestra civilización contemporánea, ha desarrollado más el izquierdo, aquí está la cuestión.
¿cuál ha de predominar más? ninguno, tiene que haber un equilibrio, y en vuestro caso se ha roto. Pero lo peor de todo, es que este desequilibrio desencadena factores desastrosos que corrompen vuestro cerebro, y cómo no, el alma; como, por ejemplo: el egoísmo, el odio, la envidia, el materialismo. Así seguiría, pero la lista sería muy larga.
            —¿Cómo se puede evitar esto? ¿Existe alguna solución?
            —Antes de contestarte, ¿qué te parece si ponemos más leña al fuego, y dejo preparado mi camastro para dormir? Así lo tenemos ya listo para cuando nos entre el sueño
            Se prepararon los camastros y pusieron más leña. Pronto estuvieron los dos sentados ante la hoguera. Ernesto preguntó...
            —Creo que me quedé con una pregunta: ¿existe alguna fórmula para solucionar los problemas de mi civilización?  
—No, no hay ni solución ni marcha atrás. Tu evolución está en el límite del caos. Se producirá una devastación, pero ésta no será producida por una sola cosa, sino por los desastres naturales encadenados, y los desastres producidos por el hombre. Como las guerras. Sin embargo, el planeta no se destruirá. Habrá acabado una civilización incorrecta y poco evolucionada. Seguidamente, de las cenizas, los supervivientes procrearán y construirán un nuevo mundo, un mundo mucho más perfecto ¡Cómo Nhartep! Los genes de esta nueva humanidad, habrán anulado a los que no son correctos, para sustituirlos por otros, y poder así, crear una sociedad más perfecta;
donde se preocuparán de desarrollar el poder del cerebro hasta tres veces el rendimiento que vosotros poseéis y utilizarlo para su bien, al igual que para el crecimiento de su alma. ¡Nosotros somos esa civilización avanzada! ¡Somos el Futuro! ¿Lo comprendes ahora? –Ernesto se quedó boquiabierto, atónito, no le salían las palabras.
            —Sí, Shieska, lo comprendo. Nunca antes nadie me había hablado de esta manera, con tanto raciocinio del presente y del futuro de mi mundo, nunca lo había razonado desde el punto de vista del que tú me has dado.
            —Ernesto. No es un punto de vista, es la cruda realidad, ¿lo entiendes?
            —Bien, comprendido. Pero, yo tengo una duda, que aún no me has explicado.
            —¿Qué duda?
            —¿Por qué tu gente me quiere dejar estéril, y además quiere hacerme el Mentrek? ¿No es una contradicción, para una civilización tan perfecta como la vuestra?
            —Sí y no. Me explico. Tú no perteneces a este mundo, por lo menos al mundo de este tiempo, posees unos genes diferentes, puedes ser portador de bacterias y virus, muy desastrosos para nosotros. Si llegases a tener descendencia con alguna de nosotras, se fusionarían genes poco evolucionados con unos más superiores, sería el inicio de una población diferente o genéticamente incorrecta, un paso hacia atrás en la escala de la evolución. La armonía de este mundo se rompería.
            —Todo eso lo provocaría una sola persona como yo.
            —Sí, puesto que iría afectando a las generaciones posteriores, por eso hacen lo que hacen con los seres que, como tú, que aparecen de otros planos. Es una especie de esterilización de tu sexo. No dispondrás de esperma nunca más
  –Ernesto al oír esto le cambió la cara con un gesto de preocupación–, sé que es injusto, igual de inaceptable que el que te provoque un mentrek. Yo no comparto esos medios preventivos, pero es la única manera de que no afectes a nuestra forma de vida, sin que tengamos que apagar la tuya –Shieska se calló y durante unos segundos, y mientras reflexionaba lo miró profundamente a los ojos, después prosiguió–. Como verás, es el único defecto de mi mundo, aún nos falta un poco más en la escala de la evolución. Pero, te repito que mientras estés a mi lado y bien escondido, no tendrás de que preocuparte.
            —Shieska, ¿qué le has dicho a tu familia para poder estar conmigo? ¿No sospecharán nada?
            —Tranquilo, les he dicho que estaría con mi amiga Ainasha, y que mañana me dirigiré a Shanep, un pueblo a unos cinco shus de aquí, es decir, a uno cinco km más o menos.
            —Pero, ¿te has dado cuenta de que has mentido, que realmente no deberías haber podido?
            —¡Por el Rossthar! Tienes razón, es la primera vez en mi vida que cometo tal agravio, yo... desconocía que tenía tal habilidad en mi cerebro.
            —Lo has hecho por mí, te doy las gracias –se cogieron de la mano el uno al otro, mirándose los dos con aire de culpabilidad.
            —Ernesto. Ya he hablado bastante por ahora. Háblame un poco de ti, de tu vida en tu tiempo.
            —¿Mi vida pasada? es muy diferente a la tuya, y por lo que sé, mucho más difícil. Veamos... tengo treinta y cuatro años, como ya te he dicho. Tengo solo padre, pues mi madre falleció cuando yo tenía dieciocho años. No tengo hermanos, soy hijo único. Mi padre Francisco, vive recientemente con una mujer, un poco más joven que él. Espero que le haga muy feliz, lo deseo de corazón. Tenía un trabajo, era profesor de informática...
            —¿Eso sería muy importante en tu mundo? –interrumpió–, ¡pues aquí enseñar conocimientos a los demás es un deber y un orgullo!
            —No, mi trabajo no era tan importante, es un eslabón más en la cadena de la enseñanza.
            —¿Tenías mujer?
            —Pero, te quieres relajar –sonrió meneando la cabeza de un lado a otro–, yo estoy hablando ahora, y tú tienes que escuchar sin avasallarme a preguntas, ¿de acuerdo?
            —Comprendido, pero ¿tenías mujer? –ahora sonrieron los dos.
            —No, no tengo mujer. Solo creo... que he dejado al otro lado, una mujer muy especial, una mujer, que, en solo dos días, me ha hecho sentirme muy bien.
            —¿La quieres mucho?
            —Realmente estaba comenzando a sentirme atraído por ella, pero, ahora... está muy lejos de mí. Y tú me has dicho que es imposible regresar a mi tiempo. Entonces, tengo que olvidarme de ella, ¿no?
            —Lo siento Ernesto, pero tendrás que olvidarte de ella y de muchas cosas más. Pero, sigue contándome parte de tu vida, por favor.
            —Conocí muy joven a la primera y única mujer en todos esos años, Susana. Nos veíamos día a día, nos queríamos; primero, como los mejores amigos y después como los mejores amantes. Ella murió en un trágico accidente de tráfico. Lo pasé muy mal. Pensé incluso en suicidarme.
            —¿Suicidarte?
            —Sí, acabar con mi vida, matarme.
            —¿Por qué? ¿no lo puedo entender?
            —Ya sé que no lo puedes comprender; en nuestra vida, le damos mucha importancia a los problemas, y en lugar de enfrentarnos a ellos, nos rendimos, enfermamos mentalmente, o terminamos con nuestra vida.
            —Sois muy raros.
            —Somos horriblemente raros y malos.
            —Es vuestro modo de vida, supongo que lo hacéis inconscientemente.
            —¿Inconscientemente? yo creo que no, lo que pasa es que en mi mundo están todos muy locos. Nos complicamos la vida de tal manera que no somos capaces de saborear ni disfrutar la vida. Muy pocos aprendemos a saber vivir mejor.
            —¿Qué me dices de tus gobiernos?        
—Prefiero no hablar, es la gran mentira representando a los países, solo piensan en el poder y enriquecer sus bolsillos, demostrando que para conseguirlo todo vale: artimañas, denuncias, desafíos, corrupción, silencios, increpaciones, injurias, calumnias, prohibiciones, tratos de favor, etc.  La ecología y el futuro del hombre, están como unos de los últimos objetivos. La igualdad de derechos está dentro de las leyes, pero no se cumple.
Y, además, existe mucho racismo entre las culturas y los estatus. La pobreza y los muertos de hambre se cuentan por millones, por centenares de millones. Entre todos ellos hay muchos niños.
            —¿Por qué no ayudan los países a esas pobres gentes y a esos indefensos niños?           
—Sí, claro que ayudan, pero esta es mínima e insuficiente. Los países destinan un 0,4 o un 0,5 de su capital interno, y no todos, como ayuda a los países pobres. Sin embargo, esto es muy poco, no sirve casi para nada. Dona más la gente pobre trabajadora con menos recursos, que el propio Estado. Hay un sentimiento de solidaridad, cuando existen problemas muy graves; pero es una falsa solidaridad, puesto que ese sentimiento nace cuando nos bombardean de publicidad,
en el momento que ésta cesa ya nadie se acuerda de los demás.
            —Aquí, en mi mundo –interrumpió–, no existe la pobreza, ni nadie se muere de hambre.
            —¿Cómo lo lográis?           
—Pues es muy fácil. Cada país, cada pueblo, según su estado de clima, tierra, o si viven o no cerca del mar, tiene una variedad diferente de cultivo, de ganadería, o de pesca. Aquí, no existe la moneda, ni una política gubernamental. Sólo existen unos representantes de cada pueblo, que se reúnen cuando ocurren problemas en nuestras regiones. Y en el ámbito continental, si es más grave. También se procura que no exista ningún pedazo de tierra estéril. Con esto, se asegura que habrá suficiente cultivo, ganadería y pesca capaz de abastecer a todo Nhartep.
Y, por supuesto, disponer de unas reservas para posibles desastres ecológicos. Piensa, Ernesto, que por lo que sé, en tu tiempo existía demasiada desertización, había enormes extensiones incultivables, grandes mares y ríos contaminados. Es normal que tu gente se muera de hambre, en un lugar donde rige el egoísmo.
            —Shieska, en estos momentos, me has hecho sentir vergüenza de mi mundo y de mí mismo.
—Te entiendo, pero tu tiempo podía ser igual de hermoso que el mío. No todas las personas pensaban igual. No se dejaron influir por esos graves defectos. El amor y el sentido común lo tienen por ley. Pero solos, no pueden cambiar todo su planeta. Se limitan, pues, a defender y ayudar a sus semejantes, sin ánimo de lucro ni con egoísmo ¿te das cuenta Ernesto? hay mucha gente que sí que quiere cambiar el mundo.
Poco a poco, la conciencia, mente y espíritu, se están preparando para que haya una transformación. Pero para eso se tiene que comenzar desde el principio.
            —Desde las cenizas, morir una civilización para crearse otra.
            —Exacto Ernesto. Es la Ley del Universo, nada muere, solo se transforma o evoluciona.
            —Una pregunta más, ¿los continentes son similares a los de mi tiempo? ¿Tenéis mapas?
—Pues no, los continentes han perdido parte de sus costas bajo el mar, por el aumento de nivel del mismo, por culpa de la descongelación de los polos, muchas islas han desaparecido también. Además, los continentes están en expansión; es decir, se están expandiendo a lo largo de millones de años, para luego volver a contraerse. Se produce de una manera muy similar al Universo.
Este, al igual que nuestro planeta, se está expandiendo y contrayendo como si fuera la respiración de un ser vivo.
            —¿Y ahora en qué situación están los continentes?
            —Ahora vuelven al estado original muy lentamente. Puede que pasen hasta unos 160.000 millones de años hasta que se vuelvan a unir, pero eso desgraciadamente la humanidad no lo verá, pues el planeta se extinguirá antes por culpa del sol, puesto que este morirá, es ley de vida y del universo entero. Y respecto a si tenemos mapas, sí que los hay. No te preocupes que te los mostraré en otro momento.
            —¿Qué tipo de clima tenéis?
—Es un clima tropical, como ya te había dicho. Hace mucho calor, pero también tenemos muchas lluvias, por eso tenemos una vegetación tan abundante
y rica en especie tan diferentes –a Ernesto se le abría la boca mientras estiraba los brazos, estaba cansado–. Bien Ernesto, creo que tienes sueño. Pondremos leña en el fuego y dormiremos.
Mañana seguiremos nuestra charla. ¡Ah! Y tengo que conseguirte algo de ropa para que pases desapercibido, pues como te vea alguien por casualidad, no podré evitar lo que no queremos que te hagan.
            —¡Espero que nadie me vea! ¡por lo que me conviene!
            —Nadie té verá. Por si sientes frío, además de esa manta, dispones de otra en el estante de tu derecha, dentro de un saco.
            —Gracias Shieska. ¿Cómo se dice en tu lengua buenas noches?
            —Sinesshi, que descanses.
            —¡Sinesshi! –se despidió con una sonrisa.

Los dos se durmieron plácida y profundamente.






SEGUNDA SEMANA: MARTES, 21-4-20




CAPITULO 2



“No basta adquirir sabiduría, es preciso saber usarla”.

Cicerón (106-43 a. C.)





            Ernesto, se despertó sobresaltado, la culpa fue de unos ruidos extraños. Puso atención a esos ruidos..., eran sonidos como de pisadas, acompañadas de unas voces. Se incorporó de su camastro y miró en el que estaba debajo de él. Shieska no estaba.
            —¿Dónde podrá estar? –pensó poniéndose nervioso.
            La fogata estaba casi en brasas, se levantó y miró a su alrededor... nada no había rastro de Shieska. La llamó repetidas veces. No obtuvo respuesta. Los pasos y las voces a cada instante se hacían más fuertes; quien quisiera que fuese, se estaba acercando hacia donde estaba él. Ahora los sonidos eran cada vez más perceptibles. Hablaban en Arkeep.
—¡Seguro que son varios hombres! –llegó a la conclusión con preocupación–. ¿Y Shieska, dónde estará, qué puedo hacer? Aquí no hay ningún espacio para esconderme, y ya es muy tarde para salir y encontrar algún escondite por la cueva –su corazón latía cada vez más rápido...
no sabía lo que le iba a suceder–. ¿Y si Shieska ha salido un momento a por algo, la han descubierto, y ahora vienen a por mí? No, ¡Dios mío, no!
            En ese mismo instante penetraba un Monthari, con un tartim en la mano, iluminando el interior de la caverna, seguido de dos más; lo vieron acurrucado en un rincón entre dos estanterías. Sus caras estaban desencajadas por el odio. Le están gritando en arkeep, él no entendía nada de lo que le decían. Sólo reconoció una palabra, “mentrek”. De pronto, los tres sacaron grandes cuchillos y los levantaron con aire amenazador. Estaban llenos de rabia y su intención era la de exterminarle.
            —¡No, no, por favor no me toquéis, no me matéis! –suplicó cubriéndose su cuerpo con ambos brazos–. En ese mismo momento, se abalanzaron los tres contra él y comenzaron a acuchillarle... una cuchillada penetró en su vientre, otra en el hígado, y la última muy cerca de su corazón. El dolor que sintió fue tan sumamente fuerte, que se le estremeció hasta el alma. Se tambaleó, calló al suelo, y fue cerrando sus ojos poco a poco.
            Sólo podía ver una oscuridad teñida de rojo, para después, verse cayendo por un túnel muy negro, caía... caía... En ese momento, le pareció oír dentro de ese túnel una voz que le era muy familiar, era la voz de Shieska. Le estaba llamando desde el principio del túnel. En ese mismo instante, una luz cegadora inundó sus ojos. Ya abiertos, los tuvo que volver a cerrar. Al abrirlos de nuevo vio la cara de Shieska...
            —Ernesto, despierta, despierta –dijo ella mientras le daba unos golpecitos en la cara –Ernesto, estás soñando y has tenido una pesadilla.
            —¡Shieska! –dijo todavía aturdido–, gracias a Dios que me has despertado, perecía tan real; he soñado que tres hombres de tu mundo me acuchillaban hasta matarme ¡ha sido horrible!
            —Solo ha sido una mala pesadilla, olvídalo           –Ernesto, ahora se encontraba un poco más tranquilo y ella le habló de nuevo–. A juzgar por las brasas, debe de estar amaneciendo, ¿qué te parece si desayunamos?
            —Pues, no sé, me acabo de despertar de una pesadilla en la que yo había muerto, como tú comprenderás. Además, no tengo costumbre de desayunar nada más despertarme –añadió.
            —Yo desayunaré ahora –prosiguió ella–, pues me tengo que ir rápidamente a Shanep para conseguirte un poco de cansponter.
            —¿Cansponter? –preguntó intrigado.
            —Sí, así se llama la ropa que llevamos nosotros.
            —Y cómo la conseguirás, se supone que tienes que conseguirla por medio de trueque ¿qué es lo que canjearas? –preguntó con aire sarcástico.
            —Me canjearé yo –respondió con una leve sonrisa–, como tengo que dar unas enseñanzas, me darán a cambio lo que yo solicite, pediré además de ropa otras cosas que necesitamos.
            —Otra vez que me tendré que quedar solo, tú no sabes la claustrofobia que siento aquí dentro –inquirió muy molesto–. ¿Por lo menos, podré salir hasta la entrada de la cueva, para poder respirar un poco de aire puro, y sentir el calor del sol de la mañana en mi cara? Vamos, si no está nublado –sonrió irónico.
            —Está bien, pero por tu bien y por el mío, no se te ocurra alejarte. Cualquier persona que cruzase por aquí, te podría ver; aunque no sea una zona transitada, sí que vienen en ocasiones grupos de niños a los que llevan de excursión.
            —Shieska ¿qué puedo hacer para salir o entrar por la cueva, sin perderme? –preguntó intrigado.
            —Si miras al suelo, veras una cuerda hecha de cáñamo, sólo tienes que seguirla, y no te perderás. ¡Ah!, y no se te ocurra salir con ese impermeable amarillo que llevas, pues destaca muchísimo, y no sería muy recomendable como tú comprenderás, además no creo que te haga mucha falta. Estamos en primavera, y con el suéter que tienes puesto debajo te sobra. Bueno, me vas a perdonar, pero yo voy a desayunar.
            —¿Qué es lo que desayunas? –se apresuró a preguntar.
            —Pues, leche de vaca, sinsera en Arkeep, y unos bollos de cereales, arasheis. Están muy buenos, te gustarán –dijo esbozando una leve sonrisa.
            Mientras Shieska terminaba de desayunar, Ernesto encendía la hoguera de nuevo. Cuando por fin ella terminó, se dirigió a un rincón y cogió un leño, ató en la punta de este un manojo de algas...
            —¿Para qué estás haciendo eso? –preguntó intrigado.
            —Estoy fabricándome una antorcha, de esta manera tú te quedarás con el tartim; está fabricada con algas de aceite, chosi, éstas segregan un líquido viscoso, similar al aceite que tú conoces, y con todo esto se fabrica una antorcha, cuya peculiaridad es la de consumirse muy lentamente.  Ahora no tengo más remedio que marcharme, tardaré lo mínimo posible.
            Shieska se alejó, dejando a Ernesto suspirando con el ceño fruncido. No sentía todavía apetito, y se puso a investigar las estanterías repletas de cosas extrañas. Se dirigió hacia unas estanterías llenas de polvo que estaban repletas de libros muy viejos. Sacó uno de los libros, sus tapas estaban muy quemadas, el título del libro no se podía distinguir, lo abrió y hojeó algunas páginas, faltaban muchas, éstas se habían desprendido o bien arrancado; la escritura no la podía entender, lo dejó en su sitio, y rebuscó entre otros, hasta que por fin encontró uno en castellano; el título no podía descifrarlo, estaba muy borroso, como la mayoría de los otros libros, giró una página, y vio muy sorprendido la fecha en que fue editado: siete de mayo de 1976, intentó leer algo...
            —Es una especie de narrativa, pero por lo poco que leo, no hay nada que me interese –pensó él sin poder entenderlo.
            Dejó los libros y se dirigió al estante que se encontraba pegado al suelo, había un gran saco, lo abrió...
            —¡Dios mío, son calaveras! –intentó encontrar una respuesta. Se preguntó intrigado y asustado a la vez–. ¿Por qué Shieska tendrá todas estas calaveras?          –sacó del interior unas cuantas calaveras y las contemplo con una aguda mirada. Intentó razonar sobre lo que había visto y lo que podía significar.           
            —Son muy diferentes unas de otras, parece que sean de diferentes seres –efectivamente, unas eran muy pequeñas, otras tenían el cráneo enormemente desarrollado, no parecían cráneos humanos.
            —¿Para qué querrá todo esto? –se preguntó muy extrañado–. ¿Si realmente nuestra humanidad no era buena en el ámbito evolutivo, por qué este interés en estudiarla y tener todo tipo de objetos? –decidió coger el tartim y salir fuera de la cueva cuanto antes.
Por fin llego a la salida, y dando un respingo, se tapó con rapidez los ojos, al notar cómo la intensa luz le dañaba sus ojos. Después de que estos se acostumbrasen a la luz solar, escondió el tartim entre los matorrales. Miró en su entorno y se quedó boquiabierto: la mañana era muy soleada, el bosque rebosaba vida por todos los rincones. El astro sol, perecía trepar por los troncos de los árboles para poder coronar sus cimas. Sonidos de cientos de pájaros diferentes canturreaban a su alrededor, flores de colores increíbles salpicaban la hierba, que parecían haberlo conquistado todo.
Unas mariposas multicolores más grandes que la palma de su mano, revoloteaban por doquier. A su alrededor todo era bello y hermoso, reinaba la armonía, empezó a sentir una paz y una tranquilidad infinita que llenaba su ser. Una suave, fresca y limpia brisa le alborotó su moreno cabello. De improviso, oyó el crujir de unas ramas secas a su izquierda. Se movieron con alboroto unos matorrales. Ernesto, preocupado y expectante se preparó para lo que pudiese salir de ese lugar; cuál fue su sorpresa al ver un hermoso animal de unos ¡dos metros de altura! Lucía una enorme cola, casi del mismo tamaño del cuerpo, con un cuello alargado, de un metro de longitud aproximadamente, terminando en una gran cabeza muy similar a la de un camello, en su boca todavía seguía masticando unas hojas grandes y verdes.
Su pelaje era muy largo y brillante; el sol producía dorados y amarillentos reflejos en el animal, contrastados éstos con las sombras del bosque. Se quedaron mirándose fijamente a los ojos durante unos segundos, para después, acercarse el animal poco a poco; asombrado, vio cómo se colocaba a su lado. Ernesto, fue acercando su mano al cuello, hasta llegar a acariciarlo suavemente, gratamente sorprendido observó, que no solo no se asustaba, sino que le encantaba que lo acariciasen; incluso, bajó su hocico y olió con descaro su cara. De repente, ambos se sobresaltaron por unos ruidos producidos en unos arbustos muy cerca de ambos. El animal levantó sus orejas, y salió trotando despavorido en dirección contraria de donde provenían esos sonidos. Ernesto se quedó unos segundos en tensión, por lo que pudiese salir; desconocía si podía haber animales hostiles y carnívoros en estas tierras. Tragando saliva, siguió tenso mirando fijamente al lugar, nada, silencio.
De improviso, unas ramas a doce metros de altura crujían, hasta dejar ver lo que parecía ser un ave gigantesca; tendría tres metros de longitud aproximadamente, desde la cola hasta el pico, el cual mide una tercera parte de su cuerpo; todo su plumaje era de color negro, menos su pico que lo tenía de color rojo chillón y con forma puntiaguda.
Sus ojos eran tan enormes que hasta parecían salirse de las órbitas; sin embargo, lo que más imponía a Ernesto eran sus gigantescas garras, pues las abría y cerraba como dos grandes cepos intentando atrapar a su presa. El animal sobrevoló dos veces por encima de Ernesto, alejándose poco después, emitiendo unos sonidos chirriantes y desgarradores.
Al cabo de unos segundos, el silencio dejó paso al sonido natural de la selva. Él, muy asustado, decidió acercarse a la entrada de la cueva. Después de meditar un tiempo sobre su situación, decidió subir unos cuantos metros por la montaña para poder divisar mejor su posición en el terreno. Por fin, llegó hasta unas rocas, desde donde podía observar con detalle el paisaje. Lo que podía observar era una gran extensión de selva, formada por una gran variedad de árboles, realmente era una selva tropical muy tupida y extensa. En la lejanía y en una llanura se distinguían un par de pueblos. Centrándose en el más lejano pensó tristemente...
            —Eso debe ser Monthar, el pueblo de Shieska; parece muy grande, y está muy cerca del mar. Me gustaría poder visitar su pueblo sin temor a que me puedan hacer algún daño. No puedo estar el resto de mi vida oculto, sin que me vea nadie más que Shieska. Debo comentárselo a ella, tenemos que buscar una solución satisfactoria para mi situación.
Mientras tanto, Shieska que había cabalgado sin interrupción, entraba ya en Shanep, un pueblo situado al Noroeste de Monthar, mucho más grande; no obstante, ella prefería el suyo, por tener montaña, playa y un río muy grande que pasaba por el mismo corazón del pueblo. Se adentró en las entrañas de Shanep.
Iba ausente a lo que le rodeaba, sumida en sus pensamientos, meditando sobre la conversación que había tenido con Ernesto.
—Es increíble que tuviese que mentir a mi padre. No quisiera que nadie descubriese a Ernesto, pues sería la ruina de mi familia. ¡Mejor, ni pensarlo! tengo que encontrar una solución rápida y favorable.
Pero es que, la única posible, sería que Ernesto se introdujese entre mi gente, y fuese aceptado como uno más, pero ¿cómo?, a no ser que... ¡claro eso podría ser!    –Shieska encontró la solución para Ernesto. Tendría que ponerla en marcha esta misma noche.
            Llegó, por fin, a la casa del representante de Shanep, y casualmente se encontró con Rooshep, el gran Turem, que en ese momento se iba, pues tenía una reunión importante con el Turem del pueblo de Mantraek. Después de unos saludos de cortesía, y preguntas obligadas sobre ambas familias. Llegaron rápidamente a un acuerdo ampliamente satisfactorio para Shieska. Por la tarde, ella daría una charla sobre conciencia planetaria y a cambio se podía llevar ropa, zapatos, y unos alimentos típicos del lugar.
Rápidamente, y sin perder más tiempo con nadie, se dirigió cabalgando con rapidez en busca del solitario Ernesto. En el momento que el sol marcaba el punto más álgido del medio día, Shieska llegó a la entrada de la cueva, y justo en el momento en que se disponía a desmontar, mientras su thorkin relinchaba de sofocación, recibió el impacto de una china en su cabeza, desvió sorprendida la mirada hacia lo alto de la cueva... nada, no había nadie.
Decidió amarrar su thorkin, y de nuevo recibió otro impacto, esta vez en su espalda. Shieska se giró molesta con un respingo y preguntando a viva voz grito...
—¿Quién anda ahí, eres tú Ernesto? –la única respuesta que obtuvo fue el silencio más absoluto. Shieska, supo enseguida que era él, puesto que captó sus pensamientos. Ahora con actitud indiferente, cogió la antorcha que había escondido, sujetándola con ambas manos, y quedándose con la mirada fija en la
cabeza de la antorcha..., en cuestión de segundos, comenzó a echar humo y se prendió totalmente.
            Seguidamente escucho la voz de Ernesto...
            —¿Cómo lo has hecho? ¡Es increíble!
            —Ernesto, sabía que eras tú. Qué, te diviertes como un niño ¿no? –preguntó Shieska con aire sarcástico y visiblemente molesta.
            —Siento haberte asustado, sólo quería gastarte una broma, pero dime, ¿cómo has podido encender la antorcha, solamente con la mirada?
            —Con mi mente –sonrió Shieska–, tienes muchas cosas que aprender de mí, soy capaz de hacer cosas que te sorprenderían, ésta es una de ellas, encender fuego con mi energía mental.
            —Pero, eso es imposible –dijo él con incredulidad.
            —No, es muy posible, con nuestra mente podemos sanarnos y potenciar las reacciones vitales del organismo, comunicarnos telepáticamente, mover objetos muy pesados y llegar a concentrar la energía de tal manera que puede llegar a quemar.
            —En mi mundo –dijo Ernesto todavía asombrado–, existen personas que presumen de tener los poderes que tú me has dicho, pero yo nunca lo había creído, siempre he pensado que eran unos farsantes.      
—Pues no, en tu tiempo hay personas, pocas, pero las hay, que sin saberlo ellas, se les desarrolla alguna de estas habilidades. Pero tristemente desconocen la manera de sacar el máximo rendimiento a las mismas. Si tú, desde la infancia, ejercitases la mente, poco a poco, podrías llegar a hacer cosas que ni te imaginas.
Bueno, dejémonos de charlas y vayamos al interior de la cueva, nos estamos arriesgando demasiado a que alguien casualmente nos pueda ver y a propósito, ¿qué hacías aquí fuera?
            —Tranquila. No me ha visto nadie y estaba fumando un cigarrillo.
            —Mal hecho.
            —¿Por qué? –respondió con reproche.
            —Porque alguien podría haber visto el humo, además me parece que tendrás que dejar de fumar.
            —¡Claro, seré tonto! ¿dónde podría comprar el tabaco? –preguntó mientras esbozaba una sonrisa.
            —Nosotros no fumamos, y desconocemos totalmente qué es eso.
            —¡Increíble! ¿tenéis algún vicio por casualidad?
            —Sí, el buen comer, el buen beber y la ansiedad de aprender nuevos conocimientos. ¿Qué te parece si nos vamos adentro?
            Ya sentados dentro de la pequeña cueva, alrededor de la hoguera, Shieska le explicaba...
            —Mira Ernesto, te he traído un poco de ropa        –mostrándosela con entusiasmo–, espero que te quede bien, es muy cómoda de llevar, ¿te he dicho ya cómo se le llama a nuestra indumentaria?
            —No, creo recordar que no.
            —Pues se denomina cansponter.
            —¿Cansponter?
            —Cansponter –replicó ella sonriendo–, es un poco difícil de pronunciar para ti, pero te irás acostumbrando.
            —¿De qué está formado el tejido? –preguntó poniendo mucha atención.
            —Está compuesto de cáñamo, algodón y piel de kister, es de un roedor.
            —¿De un roedor?
            —Sí, es una especie de rata muy grande, su peso es de unos tres kilos.
            —¿Tres kilos?
            —Tres kilos, sí –repitió con tono de reproche–. ¿Parece que no te creas lo que te explico?
            —Sí, Shieska ¡claro que me lo creo!, lo que ocurre es que no me puedo imaginar estar delante de una rata de ¡tres kilos! ¿lo entiendes?
            —Sí, lo entiendo, pero no es tan fea como te imaginas. Tiene un hocico muy prominente y alargado con unos bigotes muy graciosos. Su piel es muy suave, térmica y aislante del agua. Está habituada tanto al medio acuático como al terrestre. Se procrea seis veces, teniendo camadas de ocho crías cada una. Como sabrás, las de tu realidad se procrean mucho más.
            —Sí, creo que sí, pero no son tan enormes.
            —Además, puedes estar tranquilo, pues no atacan a los hombres ni poseen enfermedades.
            —Pero, ¿no tenéis problemas de superpoblación con ellas?
            —No, porque la naturaleza se encarga de eso. Y nosotros cooperamos cazándolas para utilizarlas como comida y ropa de muy buena calidad. ¿Y qué me dices Ernesto, de estos botines fabricados con piel de artuma? –preguntó mientras los mostraba–, su piel, procede de un animal similar al toro que tú conoces. Bien, mientras preparo una bebida especial, tú podrías ponerte la ropa para ver cómo te queda, ¿de acuerdo?
            —Muy bien, pero a mí me gusta el whisky con limón, gracias –comentó haciéndose el gracioso.
            —Muy simpático el chico, pero me parece que no te gustará mucho la que te estoy preparando              –esbozando una débil sonrisa de soslayo.
            Ernesto se concentró en ponerse la ropa, y Shieska en preparar un extraño brebaje. Mientras terminaba de prepararlo y le explicaba para qué lo hacía, prestaba atención ligeramente nervioso y expectante por lo que le esperaba.
            —Mira, creo que he encontrado la solución a tu problema. Esta noche es luna llena y el mejor momento para que te haga un crishar.
            —¿Qué es una cena romántica? –preguntó intentando hacerse el gracioso para no mostrar su nerviosismo.
            —No, más bien, es una cena un poco desagradable.
            —¿No me irás a comer verdad? –sonrió con tono sarcástico.
            —Un crishar, es una especie de desintoxicación.
            —¿Desintoxicación? ¿Es que estoy infectado por algo? –preguntó bastante preocupado.
—Cállate un momento, por favor –dijo poniendo cara de circunstancias–, escúchame con tranquilidad       –ahora en un tono más suave–, lo que tengo que hacerte es como una limpieza de todo tu cuerpo por dentro y por fuera. Este brebaje que te he hecho, está formado por la unión de algas y plantas de unas treinta especies diferentes. Me ha costado mucho tiempo conseguirlas, por suerte, las he encontrado en Shanep. Esta bebida debes tomártela toda, es de sabor un poco desagradable, pero a cambio, tendrás toda tu sangre en cuestión de cuarenta y ocho horas limpia de todo organismo peligroso.
Tenemos que ir con mucha precaución hasta la playa, y cuando estemos allí, te introducirás en el agua, donde yo contactaré mentalmente con los nessis, unos animales marinos muy hermosos; estos acudirán a mi llamada y tú tendrás contacto físico en el agua con ellos.
            —¿Qué quieres que me divierta con los nessis?      –inquirió desconcertado.
            —Lo que tienes que hacer es quedarte tranquilo con ellos y acariciarlos, pues emiten unos ultrasonidos muy beneficiosos para el cuerpo humano, y en especial para tu caso.
            —¿Para mi caso?, explícate mejor por favor.
—Sí, me explico: estos ultrasonidos influyen en el cerebro de una manera tal, que equilibra los hemisferios y se quedan más receptivos para acumular información, que es precisamente lo que tú necesitas en estos momentos. Pues vas a tener que memorizar a marchas forzadas un idioma extraño para ti, además de otra manera de vivir. También te relajará todos los músculos y eliminará junto con el brebaje,
las malas energías y posibles virus y organismos negativos que hayas traído de tu mundo.
            —¿Qué sentiré cuando mi organismo reciba todo eso? –dijo frunciendo el ceño.
            —Tranquilo, sólo sentirás unas nauseas cuando te lo bebas. Pero por lo demás, te sentirás muy bien.
            —Eso me tranquiliza un poco –sonrió Ernesto forzadamente.
            —Solo que tienes que estar en ayunas unas horas...
            —¿Cómo cuantas? –interrumpió con aire de preocupación.
            —Después de la comida de hoy, tendrás que estar unas cuarenta y ocho horas sin probar bocado. Lo siento, tiene que ser así. Y para terminar...
            —¿Pero, aún hay más? Empiezas a darme miedo.
            —Esta misma noche, cuando regresemos de la playa, me acompañaras a un lugar de la cueva donde habitan millares de murciélagos.
            —¿Para qué? –preguntó presintiendo algo que no le iba a gustar.
            —Para que te quedes junto a ellos durante unos diez minutos.
            —¿Por qué motivo?
            —Será la fase final: los ultrasonidos producidos por los murciélagos; así tu cuerpo entero quedará totalmente limpio de energías negativas.
            —Pero ¿qué pasa, acaso soy una peste para ti?      –dijo jocosamente.
            —¡No!, pero en sentido figurado sí. Intentaré explicarme de tal manera que lo puedas comprender sin que te moleste, piensa que tú eres portador de virus y bacterias, por no enumerarte más microorganismos, que, aunque a ti posiblemente no te afecten, para nosotros son altamente contagiosos y perjudiciales para nuestra salud. Y si haces lo que te he dicho, saldrás triplemente beneficiado. Tendrás limpio el cuerpo, la mente y tu espíritu. Ernesto –le dijo dirigiéndose a él con seriedad–, quiero que en menos de seis meses domines nuestro idioma, además de manejar al menos parcialmente la comunicación telepática.
            —¿En seis meses quieres que lo consiga?
            —Dalo por hecho, lo conseguirás.
            —Bueno, ya que ésta será mi última comida, al menos por dos días ¿me habrás traído un buen menú? ¿verdad?  quiero darme un buen atracón.
            —¿Un buen atracón? no lo entiendo –contestó frunciendo el ceño.
            —Es una forma de hablar –contestó riendo–, quiero decir, que tengo que llenar bien el estómago        –volviendo a reír, pero ahora acompañado de Shieska.
            —Sí que lo llenarás, pues te he traído un buen guiso de kister con patatas –explico mientras seguía riendo.
            —¿Eso no será...? –preguntó con cara de circunstancias.
            —Pues sí, es el roedor tan famoso que a ti te gusta tanto –dijo burlonamente.
            —Muy graciosa, ¡dirás de las ratas que a mí me gustan tanto! –contestó él intentando ponerse serio.
            —No es una rata, es un roedor, y existen diez mil tipos de familias diferentes –explicaba suavemente, para intentar convencerlo de que le gustaría–, y, además, es un guiso excelente muy típico de Monthar. Es apreciado y conocido en todo el continente, sé que te gustará, estoy segura.
            —Pues... yo no estaría tan seguro de eso, soy bastante remilgado para las comidas.
            —Cuándo lo pruebes, cambiarás de idea, ¡ah! Y, además, de postre tienes una estupenda tarta de mimins, que está compuesta por bizcocho y tres capas: De crema, arándanos y de fino chocolate. Te he nombrado los ingredientes con nombres que tú conoces, para que te puedas hacer una idea de los ingredientes que lleva, ya que, comparándolos, más o menos, tienen un sabor muy similar.
Te encantará, el único problema, es que tendrás que comer solo –admitió ella con gesto de culpabilidad.
            —¿Otra vez? ya me estoy empezando a acostumbrar –dijo con resignación.
            —No es que no quiera comer contigo, pero es que sería conveniente que me fuese lo antes posible a Shanep ¿recuerdas que tengo que dar esta tarde unas charlas?  lo que te aconsejo, es que procures hacer algo para entretenerte, y que pasen las horas más rápido para ti.
            —Me entretendré haciendo un poco de ejercicio para mantenerme en forma –contestó con una sonrisa forzada.
            —Importante, no tienes que probar bocado alguno después de esta comida. Es extremadamente necesario que no lo hagas.
            —Te lo prometo. Por cierto, Shieska, necesito hacerte una pregunta que tengo guardada toda la mañana ¿Para qué guardas un saco lleno de calaveras?
            —¡Ah! ya lo has visto, pues verás... entre muchas cosas que he estudiado y estudio es Paleología y Paleontología, pues me encanta saber los niveles de evolución de los diferentes planos de vida que conocemos. Esos restos de cráneos que tú has visto, son de seres diferentes y de diversos mundos que han sido atrapados en nuestro plano, como te ha ocurrido a ti. Los restos los he ido recuperando a lo largo de trece años, de lugares muy lejanos y dispares de Nhartep. Últimamente me estoy dedicando más a la arqueología.
            —¿Qué es lo que puedes saber observando los cráneos?
            —Pues mucho, aunque te cueste creerlo, examinándolos, puedo llegar a saber su modo de vida, su nivel evolutivo y la causa de su muerte, aproximadamente, claro. Tan buena no soy, me queda mucho por aprender. Somos muy pocos los que nos dedicamos a investigar esto. Y tristemente a mi familia no les gusta que pierda el tiempo en esto.
            —Vaya, me has dejado más tranquilo, me estaba preocupando de verdad al pensar que eras una macabra neurótica coleccionando las calaveras –ambos sonrieron–, Shieska, ¿por qué esa insistencia en recordar o tener tantas cosas de una evolución, según tú, incorrecta?       
—Porque esto forma parte de la historia. Y para llegar hasta nuestra evolución la humanidad ha tenido que pasar por todo eso; y, por otro lado, saber parte del pasado siempre nos enseñará el camino que no debemos seguir.
Y Ahora me tengo que marchar que se va a hacer un poco tarde.
            —¿Te puedo hacer otra pregunta antes de que te marches, ésta me tiene muy intrigado?
            —Sí, pero la última ¿de acuerdo?
            —La última. Me gustaría saber ¿qué hacéis para saber la hora?
            —Bien, aquí el tiempo lo medimos de varias maneras. Por medio del sol. Con relojes orientados para captar al máximo los rayos del “tar”, son muy parecidos a los relojes de sol que supongo conoces.
            —¿Y por la noche cómo lo sabéis?
            —Cuando el sol se ha ocultado. Existen las estrellas, la luna...
            —¿Y si esta nublado? –interrumpió incomodándola.
            —Pues... con nuestra mente, somos capaces de percibir la energía que nos llega de la luna y de la posición del sol. Para nosotros no es ningún problema el no llevar reloj. Cuando me tengo que levantar muy temprano para ir algún sitio, simplemente me programo a mí misma y me despierto cuando quiera; bien, y ahora sí que me marcho. No más preguntas ¿de acuerdo? además disponemos de mucho tiempo para que me formules muchas más y que yo te las conteste; así que calma, cuando regrese, seguiremos.
            Shieska, cogió su mochila, encendió la antorcha y se despidió de Ernesto. Al poco tiempo ya estaba cabalgando en dirección a Shanep...
—¡Vamos Karim, eres el mejor thorkin de Nhartep! cuándo lleguemos al pueblo, te vas a dar un banquete de tu comida preferida y con mucha agua fresca y cristalina.
Karim como si la hubiese entendido, contestó con un fuerte relinche, para seguidamente galopar con más fuerza; Shieska, meditaba si su animal corría para complacerla, o porque sentía hambre; brotó una sonrisa de su boca pensando en ello.
Ernesto, se entretenía en hacer unos ejercicios gimnásticos: abdominales, flexiones; y a modo de pesas, con un pedrusco en cada mano ejercitaba sus músculos. Cuando terminó, cogió una manta y se dirigió al pequeño lago de la caverna. Una vez allí, se quitó la ropa y sin pensárselo dos veces se tiró de cabeza. Después de estar durante ocho segundos gritando de frío sin cesar. Salió de un salto del agua y se secó rápidamente con la manta.
En un par de minutos ya estaba de pie delante de la hoguera terminándose de secar. Temblaba de frío, castañeándole los dientes. Por fin, una vez seco y vestido, se puso a revolver entre unos libros para entretenerse. Ernesto parpadeó arqueando sus oscuras cejas al descubrir unos documentos, los cuales estaban escritos en inglés. Pero para él, no fue difícil saber lo que decían, pues se defendía muy bien en ese idioma; para algo le habían servido doce años de estudios y un año entero en Londres.
            —(¡Son noticias de periódicos! recopilaciones de desastres naturales, y de guerras a lo largo de siglos; ahora comprendo cómo está tan documentada y sabe tantas cosas de nuestro tiempo) –meditaba consigo mismo– (esta chica es demasiado inteligente, tiene algo que me causa mucho respeto y miedo al mismo tiempo) –quedándose pensativo.
            Ya estaba anocheciendo cuando Shieska penetraba en el interior de la cueva; se encontró a Ernesto sentado frente a la hoguera, con un cigarrillo en la boca, tirando virutas de madera al fuego. Shieska, lo saludó...
            —¡Kass! Ernesto –él se giró sobresaltado– ¿te he asustado? lo siento, no era mi intención –se excusó Shieska.
            —Hola, no, no me has asustado, simplemente es que me has sorprendido sumido en mis pensamientos y no te había oído llegar ¿Cómo te ha ido en Shanep? –preguntó con cierta dosis de desgana.
            —¿Qué te ocurre, noto que estás un poco triste y desanimado?
            —Pues... no me ocurre nada.
            —Ernesto, no me puedes engañar. Sé lo que te ocurre. Añoras tu mundo. Estás recordando a Esther y a todos tus buenos amigos y por supuesto, a tu padre.
            —¿Cómo lo sabes?
            —¿Acaso has olvidado que puedo leer tu mente?
            —¡Tienes razón! no te puedo mentir nunca, pues lo sabrías en el mismo instante –esbozando una leve sonrisa forzada.
            —¡Pues sí, así que, no se te ocurra intentar mentirme nunca! –rió para intentar animarlo.
            —Shieska, esta noche, será el principio de mi adaptación a una nueva vida. Iré olvidando poco a poco mi antigua existencia –se expresaba con tono triste y melancólico.
            —¡Lo olvidarás! te lo puedo asegurar, porque aquí serás mucho más feliz y te sentirás más realizado.
            —¿Mas realizado? ¡me haces reír! –con tono de burla–, aquí, en tu mundo nunca podré crear una familia ¿lo entiendes? ese ha sido mi gran sueño; una mujer y un par de hijos que me quieran. Pero... aquí ¿este sueño se podrá hacer realidad? ¡no Shieska! no podrá ser realidad nunca...
            Los dos se quedaron en silencio durante unos segundos. Shieska abrió su boca para intentar decir algo, pero no pudo, no le salía la palabra correcta para reconfortarlo y animarlo. Por fin, Shieska rompió ese silencio de culpabilidad...
—¡Anímate! estoy segura de que encontraré una solución a tu problema. Lo presiento ¡lo conseguiremos! En primer lugar, te convertiré en uno más de nosotros. Y, lo de la familia... te prometo que ese deseo se hará realidad ¿de acuerdo? ¡venga, quiero ver esa preciosa sonrisa que tienes escondida!        
Shieska consiguió que esbozase una sonrisa y animarlo un poco.
            —Shieska ¿vosotros os bañáis con agua caliente?
            —Normalmente no, pues con nuestra simple concentración no sentimos frío. Aunque de vez en cuando nos vamos a una parte del río, donde hay un nacimiento de aguas termales y allí el agua está muy caliente.
            —Me gustaría visitar esas aguas termales.
            —Tranquilo, ya las visitaremos en su momento. –de improviso a Shieska le cambió la cara con aire de inquietud.
            —¿Qué te ocurre? –preguntó preocupado. Ella, colocando su dedo índice en sus labios, siseó muy levemente con intención de que se callase.
            —Tengo que salir fuera de la cueva, puesto que mi padre está intentando contactar conmigo y aquí dentro es imposible. Espera y no te preocupes –él se quedó expectante.
            Shieska una vez en la entrada de la cueva, cambiaba los gestos continuamente, su fisonomía se modificaba a cada instante. Después, de unos minutos, que a Ernesto le parecieron horas; la cara de Shieska se relajó, resplandeciendo con una sonrisa, para, después por fin, dirigirse al interior junto al pobre Ernesto que estaba al límite de la desesperación...
            —¡Tranquilo, no pasa nada malo! era mi padre, estábamos hablando.
            —¿Y qué te ha dicho?
—Pues, que estaba preocupado por mí, no tenía noticias mías y quería saber si pasaría la noche con ellos.
Yo le he dicho, que se me había hecho muy tarde y que transcurriría la noche en Shanep. Lo que me puso muy nerviosa, fue cuando me dijo que estuvo con el padre de Sheila.
            —¿Y qué problema es ese? –preguntó con aire de circunstancias Ernesto.
—Pues como recordarás, la famosa mentira que le conté a mi padre, fue hacerle creer que estaba en casa de Sheila para pasar la noche con su familia, y no fue así. Si por casualidad mi padre lo hubiese comentado ¡habría descubierto mi mentira! por un segundo, mientras hablaba telepáticamente con mi padre se me cruzó ese pensamiento. Enseguida me preguntó si me pasaba algo. ¡Imagínate mi preocupación! Le dije que no me ocurría nada, que estaba en una de mis charlas y que me había interrumpido ¡menos mal que cambió de tema! y me comentó que Renhero, el padre de Sheila,
tenía que preparar la boda de su hijo menor, Kantarop. Verás, aquí en mi mundo es normal que cuando nace una nueva pareja se una la gente de su pueblo y les ayuden a construir un Tharim, en esta operación sólo se tarda unos cuantos días. Y te repito Ernesto, menos mal que no salió mi nombre en su conversación, si no ¡me hubiesen descubierto! Como verás, Ernesto, estoy teniendo muchos riesgos al protegerte. Esperemos que las buenas energías sigan con nosotros.
            —Shieska, lo que estás haciendo, va en contra de vuestros ideales. Pero piensa que realmente no estás cometiendo ningún crimen, ni nada malo.
            —Ya lo sé Ernesto ¿y ellos, lo comprenderían? ¡Seguro que no! las técnicas que voy a utilizar contigo nunca se han empleado en ningún otro ser humano.
Quiero conseguir que te transformes en uno más de nosotros sin necesidad de que te anulen el pasado; por eso necesitamos que aprendas cuanto antes todas mis enseñanzas.
            —¡Las aprenderé Shieska! te prometo que pondré todos mis sentidos en ayudarte a que lo consigamos.
            —Bien, ya es hora de que nos pongamos en marcha. Para llegar hasta la playa, bordearemos Monthar, para procurar no tener ningún encuentro fortuito con nadie. Sé de un lugar recóndito y seguro donde podremos efectuar lo que tengo pensado.
            —Tú mandas Pongo mi vida en tus manos –dijo él con resignación.
            Y se pusieron en camino. Montados los dos en la grupa de Karim. Shieska delante llevando las riendas y Ernesto detrás bien agarrado al cuerpo de Shieska...

            
 Martes: 28 - 4

CAPITULO 3





“No hay más que un modo de ser felices, vivir para los demás”

León Tolstoi (1828-1910)


            Llegaron por fin cuando pasaba la media noche. Las cosas empezaban favorablemente puesto que no se encontraron con nadie en su camino.
            —¡Muy bien! ¡este es el lugar! –exclamó Shieska.
            —¿Hace un poco de frío? –preguntó con un ligero temblor.
            —¡Pues, no te digo como puede estar el agua!      –comentó ella jocosamente.
            —¡Muy graciosa! ¡eres única dando ánimos! ¿a qué te vienes conmigo al agua?
            —Lo dudo. Y ahora pongámonos serios que no tenemos toda la noche. Déjame unos minutos que me concentre, tengo que intentar calentar el brebaje para que te lo tomes bien caliente.
            —¿Y por qué no lo calentamos con fuego? sería más cómodo para ti ¿no?
            —¡No, no podemos hacer fuego! ¿no te das cuenta que nos podrían ver?
            —¡Tienes razón! qué idiota soy –comentó sintiéndose un poco ridículo–, mientras concentraba toda su energía en el bote de brebaje, Ernesto se limitaba a contemplar el mar. La luna llena en el horizonte, reflejada en el agua, semejaba una pista iluminada fundiéndose en leve movimiento de las ondas. El mar estaba en calma, roto solo por el rumor de las olas rompiendo en la orilla.
            A Ernesto le recorría un escalofrío por toda la espina dorsal, cuando en ese mismo instante, Shieska apoyaba las manos en sus hombros susurrando...
—Es el momento, tienes que tomártelo, anímate, todo saldrá muy bien.
            —¡Me suenan las tripas! lo tomaré imaginando que es un consomé –con gesto gracioso, intentando animarse a sí mismo.
            Mientras se tomaba el brebaje sorbo a sorbo, con gestos de desagrado, Shieska miraba hacia el mar con las piernas cruzadas en la posición de loto. Estaba llamando mentalmente a los nessis. Detrás de ellos estaba Karim, con sus orejas muy tiesas permaneciendo hosco e inmóvil mientras los contemplaba. Una ligera brisa alborotaba el cabello de Ernesto, mientras se terminaba el último sorbo.
            —¡Puag! ¡Esto está asqueroso! –sintiendo un par de arcadas en su estómago.
            —¿Te lo has tomado todo?
            —¡No he dejado ni una gota! creo, que voy a vomitar.
            —¡Ni se te ocurra! tienes que resistir, métete en el agua y te pasará ese malestar.
            Después de quitarse la ropa a excepción de los calzoncillos y cuando se disponía a sumergirse en el agua...
            —¡Ernesto, los calzoncillos también! –vociferó ella muy seriamente.
            —¿Los... calzoncillos también? –preguntó ligeramente tímido.
            —¡Date prisa, por favor! ¡creo que ya están aquí los Nessis! –gritó.
            —¿Quiénes son los Nessis? –preguntó intrigado.
            —¡Son mamíferos marinos muy similares a los delfines! ¡Vamos, métete en el agua de una vez!
            —¡Un momento! ¿Qué es eso que se arrastra por allí? –señalando a unos doce metros.
            —Es un cheténni, un pulpo más grande de lo normal.
            —¡Pero si es gigantesco! –realmente era enorme pues medía unos tres metros de longitud, es un octópodo depredador, de los primeros que salieron del agua, siendo capaz de arrastrase fuera de ella durante más de media hora.
            —Tu ignóralo que no te hará nada, yo me ocuparé de ello.
Mientras Shieska no quitaba ojo al animal, Ernesto ya estaba sumergido en el agua. Chapoteó enérgicamente para entrar un poco en calor, puesto que estaba helada.
            —¿Se ha ido ya ese bicho? –preguntó con un cierto castañeo de dientes.
            —Sí tranquilo, lo hemos debido de molestar.
            —¡Shieska! ¡por fin se me ha quitado la angustia! –gritó él.
            —¡Muy bien, me alegro!
            —¡Pero ahora estoy completamente congelado!     –exclamó tiritando.
            —¿Ves a los nessis? –vociferó mirando fijamente hacia el agua.
            —¡No, no los veo! ¡Sí, ya los veo, se acercan uno... dos... son cinco!
            —¡Muy bien! ¡Quédate inmóvil! ellos te rodearán y te tocaran con sus cuerpos ¡es el momento de que tengas el contacto! –gritaba a pleno pulmón–. ¡Acarícialos, tócalos, así notarán que los quieres!
            Karim, un poco inquieto removía la arena con sus pezuñas, mientras emitía unos relinchos, Shieska de soslayo lo miró y con su fuerza mental relajó al animal. A los pocos segundos se quedaba quieto, plácidamente. Ernesto estaba disfrutando con los Nessis, realmente se parecían a los delfines, sin embargo, su tamaño era la mitad de un delfín adulto. Ya no sentía frío; lo que rebosaba en él, era un inmenso júbilo al estar con ellos. Nunca en su vida había sentido tal experiencia, como mucho, había visto de lejos a unos delfines en una ocasión por medio de un espectáculo en un parque acuático. Después de casi una hora, Shieska le dijo que saliera del agua. Él manifestó su contrariedad, ya que su sensación era placentera. Por fin salió, y Shieska le ayudó a secarse lo más rápido posible. Se vistió, e inmediatamente galoparon en dirección a la cueva.
            —¡Toma este gorro y póntelo, tienes el pelo húmedo y no quiero que enfermes!  –gritó para hacerse oír entre el sonido del galope de Karim.         
A Ernesto le costó un poco ponérselo, perdiendo el equilibrio encima del thorkin. La suerte de que hubiese luna llena, les facilitaba el poder ver entre las sombras de la noche, el camino hasta llegar al refugio.
De improviso, Shieska tiró de las riendas deteniéndose...
            —¿Qué ocurre, por qué paramos? –preguntó expectante.
            —¡Shssss...! ¡Calla un momento, alguien se acerca en thorkin!
            —¡Mira, podemos escondernos detrás de ese gran árbol!
Un árbol centenario de hoja perenne, similar a un castaño, enorme, sus ramas casi tocaban el suelo, ramas y hojas formaban una cúpula verde muy tupida, perfecto para un refugio precipitado como lo necesitaban ellos. Se colocaron tras el árbol justo cuando el jinete desconocido cruzaba delante de ellos. Solo vieron una figura oscura que iba montada en un corcel negro y que pasaba sin detenerse ni apreciar la presencia de ellos.
            —¿Dónde irá a estas horas? –preguntó con un susurro Ernesto.
            —Debe ser un viajero solitario, que a juzgar por la dirección se dirige a Tunar, un pueblo al Suroeste de Monthar.
Sin más contratiempos llegaron a la cueva. Penetraron en sus entrañas, Shieska, después de atar a Karim, continuaba la marcha con un tartím en su mano, y Ernesto la seguía detrás cargando con la mochila.
Llegaron delante del lago y giraron a la izquierda; se introdujeron por otra abertura que daba a un pequeño pasadizo de unos diez metros, se tenían que agachar un poco pues la altura se acortaba por momentos. Por fin llegaron a una gran gruta en forma de bóveda.
Nada más penetrar en ella, millares de murciélagos volaron formando una nube compacta que se movía al unísono. Shieska, movía el tarim, cual batuta de un director de orquesta, sin embargo, ella no dirigía ninguna; simplemente dominaba millares de seres voladores para que no cesasen de emitir esos sonidos tan irritantes. Por fin, pasados unos minutos, que a Ernesto le semejaron horas; Shieska lo cogió de un brazo y le dirigió hasta la salida de la gruta.
            —¡Un poco más y me quedo sordo, qué locura de chillidos! –manifestó gravemente disgustado.
            —Relájate ¡lo has hecho muy bien! ahora lo que tienes que hacer es descansar ¿de acuerdo?
            —¡Bien!, pero me parece que lo que siento no es sueño. Me encuentro muy descansado, incluso no tengo nada de apetito.
            —Eso es muy buena señal. Ahora encenderemos la hoguera y charlaremos un rato. ¡Me parece que eso te gusta mucho! ¿no es cierto?
            —Acertaste, ¡es que siento unas ganas locas de conocer y aprender tu cultura! ¿sabes?
            Estaban los dos sentados frente a la confortable hoguera, Shieska colocaba unos cuantos leños para que prendiesen bien...
            —¿Cómo te sientes? –preguntó Shieska con suavidad.
            —Me siento un poco aturdido, sin embargo, estoy ¡pletórico de energía!
            —Es normal y según pasen las horas te sentirás mejor.
            —¡Eso espero! porque después de dos días sin probar bocado, no sé cómo estaré –dijo mientras se frotaba los ojos con las dos manos–. ¿Y tú no comes?
            —No, no siento apetito.
            —¡Si es por mí, no lo hagas! puedo resistir viéndote comer ¿de acuerdo? ¡así que, a cenar, vamos!
            Shieska, a regañadientes comió dos bollos y bebió un poco de agua, mientras Ernesto contemplaba su reloj que había sacado de un bolsillo durante unos segundos; se levantó y lo colocó en una estantería llena de objetos pertenecientes a otros individuos, que solo Shieska podía saber de qué mundo provenían. Ella, mientras le observaba, se quitaba las migajas de su ropa.
            —Quién sabe Shieska, quizás este reloj y mis pertenencias llegarán a formar parte de tu colección       –comentaba él, un poco resignado; sonando su voz como una pequeña resonancia en el silencio de la gruta, rota por el crepitar de las llamas. Ernesto estaba muy pensativo contemplando la hoguera...
            —Shieska ¿puedo hacer una pregunta?
            —¡Por supuesto! ¡suelta lo que tengas en mente!
            —Me puedes explicar ¿cómo he podido traspasar la frontera de mi plano al tuyo? ¡no puedo recordar nada de lo que pasó!
—Bien, lo intentaré. Existen casos muy diferentes unos de otros, pero todos convergen en los mismos factores; normalmente sucede, cuando coinciden varios fenómenos, estos tienen que ver con energías que convergen de diferentes fuentes en un mismo punto o lugar, coincidiendo en ese mismo punto con circunstancias recíprocas o análogas en el otro plano paralelo. Las fuerzas de la naturaleza responsables de tu transportación, han podido ser por la combinación de varias de ellas; como, por ejemplo, el
magnetismo del planeta, tormentas solares, situación de la luna, demás planetas y astros de la Vía Láctea...
            —¿Qué tienen que ver los planetas?                       –interrumpía con mucho énfasis–. La luna lo comprendería, porque la tenemos muy cerca, pero ¿unos planetas lejanos que pueden estar a años luz?
            —¡Pues sí! todos los cuerpos celestes, grandes o pequeños, desprenden una energía más o menos fuerte dependiendo de su tamaño, y hasta emiten una especie de nota musical.
            —¿Nota musical? –interrumpió de nuevo–, ¿me tomas el pelo?
—¡No! es cierto, cada astro emite una especie de sonido que se asemeja a una nota musical. A ese sonido lo denominamos “la música del Universo”. Nosotros somos capaces de captarla mentalmente; es muy hermosa –Shieska, mientras describía lo que sentía, mantenía los ojos cerrados y una leve sonrisa en su rostro–. Perdóname me estaba dejando llevar. Siguiendo con el tema; el astro Sol, produce una gran energía, que cuando se desatan en su interior unas tormentas o explosiones de fuerzas inimaginables, estas afectan de un modo muy importante a nuestro planeta. También tiene que ver, y de un modo casi imperceptible, el movimiento de rotación de la tierra, pues influye en su carga magnética, unos años esta carga es más fuerte que otros, y ésta diferencia está provocada por lo que tarda en dar una vuelta sobre sí mismo, un periodo lo puede hacer en un segundo más rápido y el siguiente en un segundo más lento. A esto se le suma la velocidad de traslación alrededor del sol y, a su vez, también la traslación del Sistema Solar por la Vía Láctea.
La unión de estos factores resulta una ecuación, en la que las Energías...
            —Shieska, a cada instante nombras la palabra Energía ¿tanta influencia tiene para nosotros?                  –interrumpió de nuevo Ernesto.
            —Creo que ya te he había explicado, nosotros somos energía, todo lo que nos rodea está formado de materia energética y, según el equilibrio de ésta, así afectará al Universo Infinito y a nosotros mismos por supuesto. Tu cuerpo está formado por moléculas, dentro de ti existen verdaderos ríos energéticos con un equilibrio muy similar al Cosmos. Cada movimiento, pensamiento y sentimiento desarrollan energías negativas y positivas. Por ejemplo, el sentimiento de amar; cuando tú amas algo, sea material, animal o algún semejante, estás creando energía positiva...
            —¿Amar a las cosas materiales, es eso posible?
—Sí, amar no significa solo querer a las personas. Amar es algo más complejo que converge en lo que la persona quiere, ya sea persona, animal, o cosa. Por supuesto, que cada forma de amar es diferente. Pero la acción de querer algo, por ejemplo: un cuadro, que es un objeto inanimado, una persona puede llegar a apreciarlo de tal manera, que cuando lo mira, desata en ella unas sensaciones tan placenteras, que en ese mismo momento cree que no haya otra cosa más importante en su vida. Se puede amar a un deporte, una filosofía, política; materiales como una escultura o un automóvil etc. Podría seguir enumerándote cosas a las que las personas de tu tiempo les dan mucho valor en su vida; este tipo de amor no es bueno ni aconsejable, puesto que se puede apreciar algo o alguien, pero no hasta el fanatismo.
También está el amor que se puede sentir por los animales, puede ser tan intenso, que un animal en concreto puede llegar a convertirse en un miembro más de la familia. También está el amor por nuestros semejantes, ya sean tus padres, hermanos, cónyuge, hijos o hasta un líder, siempre que no se llegue a idolatrar por encima de otras cosas. Todo es amor de una manera muy diferente y con distinta intensidad. Pero el poder del amor puede hacer que salga, que brote esa energía positiva que beneficie, tanto a la misma persona como a quien la rodea. Fíjate si es importante este tipo de energías, que simplemente por las mañanas, cuando doy un paseo por el bosque me cargo de iones negativos, pues estas son las moléculas positivas para nosotros. Me explicaré mejor; por la noche es cuando normalmente la naturaleza se carga de este tipo de iones, sobre todo los árboles; sin embargo, si te das ese paseo a última hora de la tarde ya no es lo mismo, pues estos iones se han transformado por los positivos que por lo contrario son negativos para nosotros.
            —¿Tan importantes son estos iones?      
—Sí, Ernesto. Tengo conocimientos de las pruebas nucleares que efectúan en tu realidad los gobiernos irresponsables. Si supiesen lo negativo y destructivo que es para el planeta, estoy segura que no los practicarían. La fusión nuclear fusiona y separa los átomos, y esto produce una cadena imparable, pues las moléculas se transforman, y los iones de los que estamos hablando se transforman en positivos, contaminando todo nuestro planeta, enfermándolo
cada vez más y más. Además de contaminarse más los radicales libres ¿sabes lo que son?
            —Creo que recordar que son unos átomos negativos para nosotros.
            —Exacto, y están formados por el 99% de energía y el 1% de materia, lo que hacen, es bombardearnos continuamente nuestros cuerpos, y para ello necesitamos protegernos lo mejor posible; ¿de qué manera? pues renovándonos por dentro con antioxidantes como: la naranja por ejemplo, bebiendo mucha agua como ya hemos dicho; intentando lo menos posible la tristeza, pues con ella nuestro sistema inmunitario estará bajo, es decir, teniendo más humor acompañado de la risa, pues ésta es muy necesaria, ya he podido observar que tu posees un buen humor ¿Entiendes lo que te intento decir?
            —Sí, creo que sí. Me dejas atónito con tus reflexiones, y al mismo tiempo muy triste por todo lo mal que lo hacemos en mi tiempo. Shieska, siguiendo con este tema; me has dicho que las fuerzas de la naturaleza, por ejemplo, las tormentas eléctricas, pueden influir para que se abra esa puerta que comunica un mundo con otro ¿no?
            —¡Sí, así es! pero no mundos paralelos, sino también viajes en el tiempo. Pero sí, tienes razón, una tormenta puede ayudar a que se produzca.
            —Pues, solo puedo recordar que en el momento en que me sucedió, llovía mucho y había una gran tormenta eléctrica, caían muchos rayos, no recuerdo más...
            —¡Claro que sí! las tormentas eléctricas, son un eslabón más para que se diera la situación de la apertura de la puerta de una dimensión a otra. Además, coincidió en mi mundo con un Sharker, que aquí es una tormenta muy rara de ver.
También coincidieron los factores, y el Sharker te dejó aquí.
            —¿El Sharker que clase de tormenta es, Shieska?
—Pues según mis antepasados el Sharker se creó justo al final de tu civilización. Según nuestras investigaciones, es el último resquicio de una nube radioactiva unida a una masa de metales ligeros y cristales en suspensión, lo que ha formado un pequeño cosmos de energía gravitatoria en rotación, que hace que sea una nube compacta y no se disipe, además, esos colores tan impactantes que lo hacen tan bello, los crea la unión de varios elementos como: la sílice, óxido de plomo, potasa, cuarzo, sal y otras materias microscópicas. Todas esas sustancias unidas forman unas corrientes eléctricas que producen una luminosidad que, influidas con los rayos solares, producen esos colores tan maravillosos.
Mucha gente a lo largo de tishas, es decir siglos, ha fallecido por quedarse atónitos y embelesados por ese resplandor del Sharker. Pero esa belleza esconde tras de sí algo terrible y mortal, menos mal que con el paso del tiempo terminará por desaparecer.
            —¿Pasa muy a menudo por aquí? –se apresuró a preguntar.
            —¡No, por suerte! el Sharker recorre todo el Nhartep, pero no siempre desata su furia, suele afectar su devastadora tormenta en ciclos de dos veces al año aproximadamente recorriendo el planeta; por lo menos, eso es lo que sabemos de los estudios y seguimientos de los últimos tresta beneris...
            —¿Tres... qué? –preguntó intrigado.
—Los últimos cinco años –contestó suavemente– ¡Por cierto! me has hecho recordar dos incidentes en
este siglo hace unos siete o sinet beneris. Dicen los antepasados que por el mismo año se desataron dos tormentas y coincidieron que en las dos desaparecieron dos montharis, no quedó ni rastro de ellos –en ese momento, Shieska y Ernesto se quedaron mirándose fijamente, como si coincidieran en el mismo pensamiento. Por fin Ernesto preguntó muy efusivamente...
            —¿Estás pensando lo mismo que yo?
            —Sí, pero ¡tienes que quitártelo de la cabeza! ¡no puede ser!
            —¿Cómo qué no? el Sharker me ha traído ¿por qué no me puede hacer regresar?
            —Es muy arriesgado a lo que te expones e improbable que resulte como tú piensas. En primer lugar, el Sharker es dañino y mortal ¡te podría matar!
            —¡He aparecido sano y salvo, sin ningún tipo de secuela tanto física como psíquica! ¿no?  –interrumpió con mucho énfasis.
            —Sí, pero no se sabe si en la próxima ocasión te afectaría igual; puede ser que te provoque la muerte o en el mejor caso, te envíe a otro plano diferente y no al que te correspondería. Han existido casos de personas que han regresado de otro plano de vida, y que han estado atrapados allí gran parte de su existencia. Gracias a los viajes astrales nos hemos ido enterando de estos sucesos. De hecho, gran parte de desapariciones misteriosas y sin explicación han sido debidos a estos casos. Por lo visto son arrastrados a otros planos y a otros mundos donde su existencia es imposible y mueren. También ha habido otros casos a lo largo de la historia de la humanidad, en que se han quedado en el principio del proceso de viaje inter dimensional,
y se ha producido una inmolación, o, mejor dicho, una combustión instantánea, su cuerpo se ha quemado, parcial o totalmente, sin embargo, y sorpréndete por lo que te voy a decir, los materiales o ropas que rodeaban a los inmolados se encontraban intactos. ¿Te arriesgarías a eso? –Ernesto se quedó sumido en el silencio y sin poder responder, agachó la cabeza y comentó frunciendo el ceño tristemente.
            —Sí, tienes razón, por un momento pensé... ¡pero, qué diablos! aquí puedo llegar a ser feliz ¡si conseguimos lo que hemos planeado! –comentó intentando animarse a sí mismo.
            —¡Pues claro! te prometo que te gustará tanto este modo de vida, que desearás no haber nacido en otro tiempo.
            —Shieska, Has comentado anteriormente sobre los viajes astrales. Me gustaría que me los comentases.
            —Mejor en otro momento, pues ahora, tú y yo nos vamos a dormir que lo necesitamos. Además, tengo que ir por la mañana temprana a mi tharim. Comprenderás que tengo que estar con mi familia ¿lo entiendes verdad?
            —¡Por supuesto! además, yo también tengo algo de sueño y estoy un poco cansado –comentó mientras se desperezaba. Los dos una vez acostados se dieron las buenas noches y se rindieron a un sueño profundo y reconfortable.
            Shieska, abría los ojos lentamente. Era la hora y el momento de partir. Se vistió lenta y silenciosamente para no despertarlo. Lo había conseguido hasta que tropezó con las botas de Ernesto, en ese mismo instante abría los ojos sobresaltado...
            —¿Qué ocurre Shieska? ¿sucede algo? –preguntó un poco soñoliento con los ojos medio abiertos.
            —No pasa nada, duérmete, es temprano todavía, me tengo que marchar. Te recuerdo, aunque creas que soy una pesada, que no tienes que probar bocado alguno y procura no salir mucho de la gruta ¿lo harás?
            —Sí, tranquila. Escucha un momento Shieska –le decía mientras se incorporaba del camastro–, he dormido pensando en ti –ella lo miró boquiabierta–, no es lo que piensas –continuó esbozando una sonrisa–, me refiero a que me dormí pensando en ti, en el motivo por el que no tienes nada de pelo en tu cabeza.
            —Esperaba un día u otro esa pregunta. Te explico: en Nhartep, es lo más natural y típico el no tener pelo. Sobre todo, nosotras las mujeres. Desde que somos muy pequeñas nos extienden una sustancia por el cuerpo, formada por unos hongos microscópicos llamados chíris, que se alimentan del cabello humano. Estos hongos se comen desde la raíz a la punta sin dejar rastro, se quedan como parásitos en la vulva, de esta manera según nace el cabello lo van devorando. Así que nunca florece hasta la superficie. Nosotras no tenemos pelo en ningún lugar de nuestro cuerpo.
            —¿En ninguno? –preguntó pícaramente.
            —¡Hasta en los lugares más recónditos!                 –respondió con una sonrisa provocadora.
            —Pero ¿el pelo no es importante para nuestro cuerpo?
—Hace muchos siglos atrás, sí era importante, pero ahora, ya no es necesario. Te lo explicaré para que lo entiendas: desde el principio de los tiempos, cuando el hombre era un “ser primitivo”, sí que necesitaba tener pelo en la mayoría de su cuerpo, puesto que este le protegía, sobre todo las partes más sensibles contra las inclemencias del tiempo. Nuestro Rossthar le dio al hombre más fuerza y más pelo que a la mujer, porque lo destinó a proteger y alimentar a la mujer por medio de la caza. A la mujer le dio el cometido de preparar esas presas que le traía el hombre y transformarlas además de alimentos, en ropa de abrigo, utensilios. Además, se encargaban de la recolección entre otras actividades.
Así fue, cómo ellas aprendieron a seleccionar los mejores frutos, a diferenciar los venenosos de los curativos.
Los conocían tan bien que terminaron por comprender sus ciclos vitales y descubrieron que podrían llegar a dominarlo. Eso les hizo dejar de depender de la Naturaleza. Controlaron las plantas hasta la perfección. Ese dominio de la naturaleza cambió radicalmente la vida de los seres humanos, y sin ellas, ese salto evolutivo tan importante no hubiese existido. Pero Rossthar, le dio a la mujer algo más importante; el poder de procrear y dar al mundo una nueva vida. Las convirtió en unas semidiosas, para que pudiesen cuidar y enseñar a sus hijos, ¿cómo? pues dándoles de mamar, educándoles y ayudándoles a sobrevivir de la mejor manera.
            —¿Qué ocurre? –interrumpió un poco molesto–, ¿que el hombre no pone su grano de arena en cuidar y enseñar a su hijo?
            —¡Sí, claro! lo que ocurre es que no me has dejado terminar con mi explicación. Tú escucha un poco y lo comprenderás. Verás, al hombre se le dio un tipo de función por un motivo especial, puesto que a la mujer no se le puede dar la misma fortaleza que al hombre por una razón muy lógica; imagínate que, por poner un ejemplo, una mujer está embarazada de uno, dos, tres meses ¿no?
            —¡Sí y qué!
            —Pues que, si ella saliese a cazar, al hacer esfuerzos no adecuados o mover cosas u objetos pesados, el feto sufriría las consecuencias y podría llegar a perderlo ¿lo entiendes?
            —¡Hombre si me lo pones así! –respondió con titubeo.
            —¡Es que es así! cada cosa en esta vida, cada animal, cada hombre o mujer tienen una función en el mundo, existe un porqué para todo. Te vuelvo a repetir que “la mujer primitiva” tenía una función para la familia y el hombre para sustentarla...
            —¡Buenooo, si te escuchasen las feministas te sentenciarían!
            —¿Senten... ciarían? ¿qué significa?
            —Pues... es un poco difícil de explicar. Las feministas, son un grupo de mujeres que se unen para recriminar y revindicar su igualdad al hombre. Que me parece muy bien, pero creo que se pasan un poco. Porque no solo quieren la igualdad algunas mujeres, buscan una inconcebible superioridad.
—No entiendo por qué, puesto que la mujer ya ha sido bendecida desde el principio con unas cualidades innatas en ella, como tener más inteligencia y sentido común que el hombre. Y, además, según unos estudios científicos está demostrado que en la mujer funcionan por igual los dos hemisferios cerebrales, en cambio en el hombre el hemisferio izquierdo funciona a menos rendimiento que el derecho. Es decir que cerebral y genéticamente, la mujer supera al hombre
en muchas facetas. Pero, una mujer sin un hombre sería un ser incompleto. Hace falta de los dos para que funcione bien una familia o una sociedad. El hombre, tiene muchas facetas buenas que dar a una familia o a una sociedad en sí. Por ejemplo, entereza para vivir, comprensión, amor y una dosis de superación entre otras cosas más, claro.
            —¡No somos tan buenos Shieska! –interrumpió con un gesto de resignación.
            —¡Claro que sí! lo que ocurre es que las cualidades y funciones de un hombre y de una mujer ya desde el origen de todos los tiempos, como ya te he explicado, se ha ido modificando genéticamente. La mujer se ha hecho más resistente, y por el contrario el hombre, ha ido aprendiendo mucho de la mujer, llegando hasta imitarla. Todas esas cualidades están ahí todavía, lo que ocurre, es que el egoísmo y la hipocresía ocultan lo positivo de vosotros, tanto en el hombre como en la mujer actual de tu tiempo. La evolución termina por “igualar a la mujer con el hombre”, que es lo que estamos disfrutando aquí y ahora.
            —Sabes, me dejas impresionado, con ese análisis tan profundo sobre la vida y, sobre todo, tu sabiduría.
            —La realidad, es que la vida es así de cruda y profunda.
            —Shieska, cambiando de tema ¿No me has dicho si los hombres también se quitan su propio pelo?
            —¿Así que te preocupa tu estética? –rio sonoramente.
            —Perdona, mi estética no, ¡me preocupa mi magnífico pelo! –replicó mientras se acariciaba su pelo, pues una de sus manías es cuidar y mimar su pelo en demasía.
            —Los hombres –le explicaba, suavemente–, se eliminan todo el cabello menos las cejas y el pelo de su cabeza...
            —¡Menos mal! –interrumpió alegremente.
            —No, Ernesto, no te animes, porque se lo rapan casi al ras.
            —¡Nooo...!, ¿pero, por qué lo hacen?                      –preocupado por su estimado pelo.
            —Como ya te había explicado antes, el cabello ha dejado ya hace mucho tiempo de tener esa función de protegernos contra los agentes conocidos, como del agua y del frío. Ahora es un lugar para que habiten microorganismos. Nos sentimos más limpios y puros sin él. Pero no creas que no es por no lavarlo, puesto que somos muy exigentes con la higiene, nos lavamos dos veces como mínimo al día. Otro aspecto del porqué no nos atrae el llevar el cabello, es por la razón de no tener necesidad de estar atractivos, puesto que nosotros valoramos y admiramos más la belleza interior que la exterior. No obstante, sí que nos cuidamos, por ejemplo, la piel, la tratamos y la protegemos, procuramos tenerla fresca, tersa, suave e hidratada.
Y con el resto de nuestro cuerpo, nos mantenemos en forma con ejercicios de yeltera, es decir, mantenimiento y ejercicios para nuestros huesos y músculos, terminando por una buena respiración y como no una profunda relajación.
            —¡Pues mira! eso del ejercicio me gusta. Yo en mi vida pasada practicaba mucho deporte y me mantenía en forma.
            —Ya lo he podido observar la pasada noche en la playa, te has cuidado muy bien, tienes un cuerpo muy armonioso –comentó ella mientras se le sonrojaban ligeramente sus mejillas. A Ernesto le pilló de sorpresa ese comentario sobre su cuerpo, pero sobre todo se sintió halagado por el piropo.
            —Gracias por ese halago, pero no has hecho ningún comentario sobre mi pelo –comentó mientras se lo tocaba con ambas manos.
            —Pues... tienes una melena muy llamativa            –contestó con una sonrisa tímida.
            —Me parece Shieska, que tendré que ir olvidándome de mi hermoso pelo ¿no?
            —Así será. Te quedarás tan liso como esa piedra –respondió dirigiéndose a una piedra de forma redondeada, que se situaba en el suelo junto a sus pies. Los dos rieron a carcajadas.
            —Ernesto, necesito marcharme, me da mucha lastima, pero no puedo entretenerme por más tiempo. Espero que no te sientas muy solo –mientras cogía al mismo tiempo su mochila y la antorcha ya encendida–. ¡Shinaap!
            —¡Shinaap!
            Shieska ya se encontraba en casa de sus padres. Después de afectuosos saludos comenzaron una agradable charla familiar...
            —Padre, madre –titubeó, mientras les comentaba–, estoy pensando en hacer un largo viaje a Rhenisha, me he enterado que han descubierto un nuevo método de curación para niños con sonidos musicales y colores...
            —Pero –interrumpió su padre un poco molesto–, ese lugar está muy lejano, en el continente Oeste ¿por qué no practicas el cursillo telepáticamente?
            —Sabes que no es lo mismo. Necesito tener un contacto directo tanto material como humano para practicar con los niños enfermos.
            —Hija –medió Manhar–, estarás meses fuera ¿de verdad lo deseas tanto cariño? –su madre era más bajita, de cara graciosamente redonda, con una nariz chata y de boca pequeña, pues sus labios apenas los marcaba. Vestía con una túnica blanca escotada, dejando sus brazos al descubierto; calzaba unas sandalias también blancas.
            —Sí, madre –mirando Shieska a ambos con la mirada fija–, lo tenía en mente ya demasiado tiempo y creo que éste es el mejor momento...
            —¡Shieska! –interrumpió su padre con gesto de preocupación–, ¿no tendrá que ver con el Sharker?
            —¿Con el Sharker, por qué dices eso padre?          –preguntó mientras tragaba saliva.
            —Sé perfectamente –afirmaba su padre efusivamente–, que has hecho un seguimiento muy importante del paso del Sharker por nuestro planeta. Y también que estás buscando algo que pueda haber traído, algún tipo de ser vivo ¿puede ser así?
            Shieska se sintió bloqueada, durante unas centésimas de segundo intentó controlar su mente al máximo, su corazón latía con fuerza. Parecía que tenía un nudo en su garganta que no la dejaba ni tragar saliva. Al mismo tiempo ella pensaba...
            —¡No puede ser, mi padre sabe algo! tiene que sospechar de mí. Tengo que tener serenidad y mantenerme controlada –por fin controló su mente y con templanza para decir a su padre...
            —Sí, sabes perfectamente que me gusta investigar y aprender de otros mundos paralelos, sobre todo con el seguimiento del Sharker, pero no ha habido suerte. Según los contactos con la mayoría del planeta, han sufrido muchos países grandes desastres, pero no ha traído consigo ningún ser ni vivo ni muerto.
            —Sabes lo que opinamos tu madre y yo...
            —¡Sí claro! –interrumpió con resignación–, lo habéis repetido cientos de ocasiones ¡que me olvide de otras vidas y me centre en la nuestra, que es lo más importante y positivo para mí! ¿no es eso?, tranquilos, estoy de vuestra parte y creo, no, estoy totalmente segura que os sentiréis muy orgullosos de vuestra hija...
            En ese mismo instante entraba por la puerta Renstor, su hermano. Era el más alto de la familia; de constitución física muy musculosa; su fisonomía, de rasgos duros, marcándose en demasía su mandíbula inferior. Vestía con un mono negro y un cinturón ancho del mismo color; llevaba puesto unos correajes de donde cuelgan un arco y su respectivo contenedor con flechas. Había cazado dos presas y las traía colgando de su hombro derecho; eran unas aves de tierra llamadas finchies, muy parecidas a los pavos, pero con la diferencia, que tienen una cabeza muy prominente con
un pico muy largo y puntiagudo de color amarillo, sus plumajes son negros y con reflejos azules.
            —¡Hola Shieska! ¿cómo está mi hermana preferida? –besándola en la frente.
            —¡Cómo que soy la única, tonto! estoy muy bien, gracias.
            —¿Sabes que ha decidido marcharse de viaje a Rhenisha? –intervino la madre.
            —¡Pero si está en el otro continente! ¿Te lo has pensado bien? –increpó Renstor desviando su mirada hacia Shieska–. ¿Cuándo piensas marcharte?
            —Pues, en cuanto me prepare el equipaje, dentro de un par de días.
            —Te echaremos de menos ¿lo sabes verdad?         –habló su hermano con tono cariñoso.
            Ya lo sé, querido hermano, ahora vamos a charlar un poquito, que seguro que tenemos muchas cosas de qué hablar...
            Los dos mantuvieron una conversación muy amena. Mientras, sus padres intercambiaban opiniones sobre la decisión de Shieska. Después comieron todos juntos comentando sus objetivos y sueños por realizar...
            —¿Shieska? –preguntaba su padre–, ¿te has dado cuenta que no vas a poder asistir a la ceremonia de Kantarop? –el hermano de Ainasha–, ¿con tu amiga Airoas? Tu mejor amiga no te lo perdonará nunca.
—¡Oh, no, se me había olvidado completamente! ¡Y además es dentro de una semana! Lo siento, pero no podré estar para entonces, pues no puedo retrasar la fecha de mi partida por más tiempo. Además, el barco no volverá a salir hasta dentro de un mes y medio. Decidido. Después de que nos tomemos las infusiones iré a hacerles una visita.
Les explicaré mis motivos de no poder asistir a la boda, y aprovecharé para hacerle un regalo a Kantarop y darle mis felicitaciones a la futura pareja.
Así fue, después de terminar de comer se tomaron unas reconfortantes infusiones de hierbas con sabor a menta, y Shieska se marchó a casa de Ainasha, donde pasó el resto de la tarde. Ainasha era alta, y le gustaba vestir de verde al igual que el color de sus preciosos ojos. Le gusta hablar mucho, y como gozaba de gran memoria, siempre sacaba a relucir sobre todo las situaciones pasadas, sin embargo, no molestaba a quien la escuchaba pues solían ser buenos recuerdos.
No cesó de recriminar a Shieska su poca atención sobre la amistad que hay entre ellas y no acordarse en todo este tiempo. Además de mostrarse muy triste por la decisión de Shieska de marcharse tan lejos. Shieska la calmó y tranquilizó por fin. Lograron estar el resto de la tarde como dos grandes amigas que sintonizan muy a fondo.


 
Martes: 5-4

CAPITULO 4


“El hombre está todo entero en su alma para saber lo que es y lo que debe hacer, es preciso que mire en su inteligencia, en esa parte del alma en donde brilla un rayo de la sabiduría divina.”
Platón. (427-347) a.C.

Ernesto, mientras tanto en su soledad leía párrafos de algunos libros y curioseaba con los objetos que había en las estanterías. Ya aburrido, decidió salir a respirar un poco de aire puro. Una vez fuera de la gruta decidió encaramarse como la última vez, encima de la abertura de la gruta, al resguardo de unas grandes rocas, una de estas disponía de una especie de respaldo liso y cómodo; tumbándose se dispuso a tomar un sol radiante que brillaba en un cielo azul celeste, sólo salpicado de algunas solitarias nubes como de algodón desplazándose a merced de los vientos. Se le estaban cerrando los ojos, cuando escuchó el susurro de unas voces. Ernesto abrió los ojos sobresaltado, le pareció escuchar a unos niños que se acercaban. Lo primero que pensó fue en esconderse inmediatamente. Intentó bajar al suelo para penetrar al interior de la gruta, pero ya fue demasiado tarde.
Un grupo de unos veinte niños de edades comprendidas entre los nueve y los doce años se agrupaban frente a la misma gruta, dirigidos por un hombre y una mujer responsables del grupo escolar, como coordinadores y educadores.
Ernesto decidió subir un poco más para estar más seguro de que no lo llegasen a ver. Cuando se incorporaba para iniciar el ascenso, se dio cuenta muy tarde de que se le precipitaba el paquete de tabaco contra el suelo, desprendiéndose unos cuatro cigarrillos, justamente a los pies del grupo. Uno de los niños casualmente lo vio caer; a Ernesto se le petrificó la cara, al ver al niño como se dirigía hacia el tabaco...
            —¡Mirad chicos lo que ha caído del cielo! –gritó el niño de unos nueve años delgadito y con unos mofletes graciosamente sonrojados–. ¿Qué pueden ser estas cosas? –de inmediato todos los niños se arremolinaban alrededor del niño, mientras Teemek, uno de los coordinadores les decía...
            —¡Chicos por favor hacernos sitio, apartaros un momento! ¿Qué tenéis ahí, me lo podéis mostrar? Ernesto los observaba mientras tanto muy preocupado. Había cometido una grave imprudencia. Se dio cuenta que lo podrían descubrir. Tenía que hacer algo, pero no sabía cómo poder solucionar el embrollo. Teemek, contempló muy extrañado el paquete de tabaco junto con los cigarrillos.
            Ernesto lo observaba expectante. Teemek, era alto al igual que su compañera, vestía con mono y botas de color blanco; de su fisonomía, llamaba mucho la atención, unos ojos negros grandes y expresivos.
Tenía un don de mando que lo caracterizaba, sabiendo qué decisión tomar en cada momento, sin dudarlo en ningún instante. Con voz segura preguntó a los niños...
—¡Vamos decidme rápidamente! ¿quién lo ha encontrado? –de inmediato el niño que descubrió esas cosas extrañas, levantó la mano manteniendo el brazo lo más arriba posible, sintiéndose muy orgulloso y el protagonista de su gran hallazgo...
            —¡Yo, he sido yo!
            —¿Dónde los has encontrado?
            —¡Ahí! –señalando el lugar de donde lo había cogido–, ¡ha caído del cielo, yo lo vi!
            Todos miraron de inmediato por encima de la gruta hacia el cielo. Una bandada de aves volaba en esos instantes por encima de ellos. Los coordinadores, centraban sus mentes precisamente donde se encontraba Ernesto, bien protegido de sus miradas al cobijo de las rocas. Ahora sólo pensaba, cómo podría salir de esa situación tan embarazosa. Teemek, con el tabaco todavía en la mano se lo mostraba a Renera su compañera. Es una mujer esbelta, de cara muy morena y alargada, ojos marrones con tonos verdes, nariz y labios muy marcados; vestía sencilla, con un simple mono negro y unas botas fabricadas con piel de kister. Los dos contemplaban sorprendidos esas extrañas cosas...
            —Guárdalo tú misma en la mochila ¿te parece bien? puesto que la mía está demasiado llena –le dijo a su compañera mientras le introducía en un bolsillo lateral.
            Teemek se dispuso a hacer un barrido mental, justo por donde estaba escondido Ernesto. De inmediato localizó unas energías mentales, captó unos pensamientos inteligentes que no lograba entender...
            —¡Renera! ven pronto, noto una presencia extraña ahí arriba, creo que es algún tipo de humano. Voy a subir. Tú pide ayuda al pueblo que vengan todos los que puedan.        
—¡Espera, por favor! no se te ocurrirá ir tú solo ¿verdad? te acompaño, o nos esperamos al grupo de ayuda –contestó muy preocupada.
            —No te preocupes sé lo que hago ¡niños, quedaros aquí juntos con vuestra monitora, no os mováis y portaros correctamente! Voy a subir a lo alto de la gruta; no tengáis miedo no hay ningún peligro y nada por lo que preocuparos ¿me habéis entendido?       –todos los niños asintieron un poco nerviosos. No les convencieron mucho las palabras de tranquilidad de Teemek, puesto que sabían que ocurría algo anormal.
            Ernesto, mientras tanto subía rápidamente procurando no hacer mucho ruido. Tenía que trepar con extremada rapidez, no podían descubrirlo por su bien y por el de Shieska.
            Teemek estaba ya trepando por el borde izquierdo de la gruta; mientras Renera pedía ayuda mentalmente. A los pocos minutos ya se había formado una partida de doce hombres en thorkins, pertenecientes de Monthar. Renera subió poco después en ayuda de Teemek...
            —¿No te había dicho que no subieses?                   –preguntó Renera preocupada.
—Sí, perdona, pero no podía perder la oportunidad.
—Ya hablaremos de eso. Pero, ¿has visto algo?
—Teemek, dime, por favor ¿has visto algo?
 —Sí he notado una presencia extraña, unos pensamientos desconocidos para mí.
            —¿No puede ser algún tipo de animal?
            —No es un animal, te aseguro que es un ser humano...
            —¿Un humano? –interrumpió Renera muy sorprendida y temerosa.
            —Sí, un humano. Esos pensamientos eran inteligentes.
            Mientras sus perseguidores seguían con su ascensión. Ernesto decidía bordear el lado derecho de la montaña en lugar de seguir hacia arriba. Cuando de repente, la fatalidad; bajo sus pies cedieron unas piedras resbalando y precipitándose por la ladera. Rodaba en su caída golpeándose con ramas y piedras; sólo podía sentir como todo daba vueltas y el sonido de ramas secas al partirse a su paso. La suerte de que no le pudieran oír en su caída, se la debió al fuerte viento que poco antes había comenzado a azotar ese lado de la montaña, agitando árboles y maleza con energía. Por fin, su caída cesó súbitamente al impactar brutalmente contra el tronco de un árbol, este le salvó de precipitarse en una caída de cuatro metros contra el suelo; quedándose aturdido y dolorido. No perdió el conocimiento por muy poco. Pero se sentía magullado y roto por todo su cuerpo. Su codo izquierdo sangraba levemente.
Mientras tanto, el fuerte viento provocaba la pérdida de equilibrio de Renera, cayendo hacia atrás encima de unos matorrales muy frondosos.
Gritó con todas sus fuerzas mientras se perdía en el interior de los mismos. Teemek intentó ayudarla, pero no pudo evitar que se precipitase mientras pedía auxilio desesperadamente. Renera se quejaba lastimosamente de los rasguños que había sufrido por las espinas de los matorrales, además estaba impregnada de telarañas y de cientos de insectos que revoloteaban a su alrededor. Teemek, mientras tanto la intentaba tranquilizar...
            —¡Te ayudaré a salir enseguida! –los niños tras haber escuchado los gritos de auxilio de Renera, se habían arremolinado todos juntos intentando poder ver dónde se encontraban sus monitores.
Ernesto, mientras tanto ya había bajado hasta el suelo, después de mirar hacia ambos lados, se dio cuenta que se encontraba muy cerca de la entrada de la gruta. Desde donde estaba podía divisar al grupo de niños que estaban pendientes de sus monitores. Cinco de los más mayores, se abalanzaban a escalar para ayudarlos. Ernesto en la confusión, se fue acercando poco a poco al grupo. Había decidido un plan muy arriesgado: mientras los niños seguían expectantes de lo que ocurría, él se acercaría sigilosamente hacia las mochilas, muy despacio y pegado a la pared rocosa. Anteriormente había visto como introducían el tabaco en la mochila más pequeña. Necesitaba coger la prueba de su existencia.
Tan sólo quedaban tres metros para alcanzar las mochilas. Su corazón latía a demasiada velocidad, el sonido de sus latidos era tan fuerte que hasta los podía escuchar.
            Por fin, llegó cojeando hasta la mochila; miró hacia el grupo de niños y pudo ver, mientras se quitaba el sudor de su frente, que nadie se había percibido de su presencia. Comenzó a rebuscar en la mochila mientras levantaba su mirada constantemente por si lo veían, pero nada ¡no encontraba su dichoso tabaco! La desesperación de la búsqueda unida al nerviosismo y al propio aturdimiento del golpe en su caída, le impedía ser más rápido y habilidoso con sus manos. La tensión llegó al límite, cuando escuchó el grito de un niño cual látigo atizaba su alma. Llegó a pensar que lo habían descubierto sin entender realmente lo que decía...
            —¡Ya vienen, ya están bajando todos juntos!         –vociferó el mismo niño que había encontrado el tabaco.
            —¡Tranquilos niños, estamos bien! –gritaba Teemek desde lo alto.
            —¡Bieeen! –contestaron los niños.
Ernesto ya a la desesperada, hizo el último intento en el último bolsillo que le quedaba por mirar. Por fin ¡lo encontró! cogió el paquete de tabaco junto con los cigarrillos, y casi rompiéndolos los metió en su bolsillo. Rápidamente corrió al interior de la gruta, pero cuando llevaba unos cuantos pasos recorridos, se dio cuenta que era un imbécil, se había olvidado de coger el tartim. Dio media vuelta rápidamente, asomándose a la salida de la gruta, observó que nadie miraba, seguidamente cogió el tartim con un movimiento rápido del interior del arbusto. Sin embargo, algo negro y grande estaba rondando alrededor del tartim;
a Ernesto le pareció una horrible y asquerosa ¡cucaracha gigante!, pues tendría un metro de largo por medio de alto, con unas antenas largas y con doce patas que le daban un aspecto aterrador. Es todo lo que pudo observar en tres segundos, pues al siguiente, se introdujo en la cueva de un salto; lo logró, justo en el mismo instante que los monitores y los cinco niños, divisaban a lo lejos el grupo de búsqueda que llegaba a su encuentro.
            —Tranquila Renera –decía Teemek tranquilizándola, mientras tocaba con sus manos el tobillo derecho–, sólo es una torcedura de tobillo y unos cuantos rasguños sin importancia, te recuperarás muy pronto –en ese mismo instante el grupo llegaba bajando de sus thorkins...
            —¿Lo habéis encontrado? –preguntó Axtris, el responsable del grupo de exploración, dirigiéndose a Renera y Teemek.
            —No, no hemos podido. Por una fatalidad, Renera se ha caído y se ha hecho daño. El humano habrá aprovechado ese momento para huir.
            —Nos pondremos con el barrido telepático, de esta manera sabremos dónde está –intervino Axtris mientras miraba a su alrededor.
            Ernesto ya se encontraba oculto en el refugio temblando de nervios y de dolor...
            —Dios mío que no me encuentren. Mira que me avisó Shieska. Y por no hacerle caso ahora me duele todo el cuerpo.
            El rastreo mental del grupo no daba resultado, puesto que Ernesto estaba bien protegido en el corazón de la montaña por el momento...
            —Renera y Teemek –hablaba Axtris–, ustedes váyanse junto con los niños al pueblo; nosotros seguiremos la búsqueda; estoy completamente seguro que terminaremos por encontrarle.
            —¿Cómo habrá llegado hasta aquí? –preguntaba Renera–, ¿no había estado con el seguimiento del Sharker, Shieska?
—Sí –contestaba Teemek–, ella era la encargada de comprobar que no había traído consigo a ningún ser vivo; es muy extraño. Por el momento nosotros nos vamos, ustedes podrían investigar en esa gruta, y tengan mucho cuidado puesto que es enorme y puede ser muy peligroso; desde que perecieron hace ya cuatro años ese grupo de cuatro jóvenes, nadie más ha vuelto a entrar en esa cueva, ya que es muy impredecible; igual se desmoronan paredes, que se sueltan estalactita
o, lo más peligroso, subidas de nivel de aguas subterráneas y torrentes de las mismas que recorren las grutas. Así que ya saben, tengan mucho cuidado; es un buen escondite para cualquiera.
            —Lo tendremos, no se preocupen, pondremos la máxima precaución –contestaba Axtris mientras se despedían.
            La excursión terminó, decidieron regresar a sus casas. Los monitores no recordaron el incidente del tabaco, hasta que llegaron al tarim de enseñanza. Fue cuando Teemek rebuscó en la mochila llevándose una sorpresa al no encontrarlo...
            —¡Renera, ven un momento! ¿no habíamos puesto en este bolsillo lo que encontraron los niños?
            —Sí, fue en ese ¿no lo encuentras?
            —No, he buscado en toda la bolsa y no está, miraré en la mía. Tu siéntate y estira la pierna que necesitas tenerla en descanso.
            Después de buscar y vaciar las dos mochilas y no encontrar nada, llegó a la conclusión que se le había caído de la mochila. No obstante, decidió comentarlo con Shotack, el padre de Shieska.
            Ernesto estaba agachado frente a la orilla del pequeño lago de la gruta, lavándose la cara y sus heridas, increpándose así mismo...
            —¡Dios Mío! he estado a punto de estropearlo todo, cuándo se entere Shieska se va a enfadar mucho y con razón. ¡Ufff, me duele todo y la cabeza me va a estallar! Regresó dolorido al refugio; sentía frío. Al menos la sangre de su codo dejó de brotar. No debía prender la hoguera por si acaso lo delataba; decidió tumbarse seguidamente en su camastro, arropándose con dos mantas intentando relajarse...
El grupo de exploración se había dividido en cinco grupos: dos hombres por cada punto cardinal, y el quinto con los últimos tres hombres, se introducían por el interior de la caverna con sus respectivos tartims; sin profundizar demasiado en el interior de la cueva, comenzaron a barrer telepáticamente sin ningún éxito. Shieska había construido muy bien su refugio, puesto que estaba protegido de los barridos mentales y de cualquier curioso por varias barreras: una, la propia montaña, pues contiene mucho hierro produciendo mucho magnetismo, las corrientes de agua, que también transmiten mucha energía; todos estos factores impedían la correcta emisión y recepción de ondas telepáticas; y, para terminar, los diferentes laberintos llenos de galerías que recorrían toda la caverna, sin olvidar el propio miedo que tenían los que entraban en la cueva, por los antecedentes ya nombrados. Decidieron salir de allí y seguir buscando con los demás al humano. La búsqueda no debía de cesar hasta que se encontrase este ser; por este motivo, se organizaban batidas, cambiándose por hombres de refresco cada cuatro horas.
            Shieska, no tardó en enterarse de lo que había sucedido, y con el corazón en un puño, regresaba por fin cuando el día dejaba paso a la noche. Con sigilo llegó a la entrada de la caverna. Escuchaba cerca de allí, en el exterior voces de algún grupo de exploración y vigilancia. Decidió introducir a Karim dentro de la gruta unos metros por precaución. Cuando Shieska penetró en el refugio y acercando el tartim pudo ver con una sonrisa que Ernesto dormitaba plácidamente; comprobó que la hoguera estaba apagada y que hacía muchísimo frío, pero antes de encenderla, se acercó
otra vez contemplándolo durante unos segundos. Sufrió un sobresalto de angustia al descubrir que su cara era un mapa de rasguños hinchados, y que poseía un gran moratón en su frente. Decidió despertarlo inmediatamente...
            —¡Ernesto despierta! –mientras le agitaba levemente, él abría sus ojos torpemente.
            —¿Qué te ha ocurrido? –preguntó muy preocupada.
            Ernesto sentía que le dolía mucho la cabeza, su boca la notaba seca y pegajosa, le costaba abrirla para pronunciar alguna palabra.
            —Hola... Shieska... me alegro de verte                    –pronunció intentando formar una sonrisa, se lo impidió un pinchazo que sintió en su sien derecha.
            —¿Has tenido algún tipo de accidente? sí, ya veo que ha sido así ¿Puedes hablar por ti mismo o te leo en tu mente?
            —Creo... que sí, que puedo hablar ¿me puedes dar?... ya veo que te has adelantado. –Shieska antes de que terminase la frase ya le estaba dando agua–. Me gustaría que me ayudases a incorporarme un poco          –ahora Ernesto hablaba suavemente y con más coordinación. Después de ayudarle a beber con el netquin, Shieska insistió con otra pregunta...
            —Ahora ¿me puedes explicar lo que ha pasado en mi ausencia?
            —Pues... he sufrido una caída muy fuerte por la ladera de la montaña y acabé estrellándome contra un árbol...
            —Has tenido un encuentro con mi gente ¿verdad? –interrumpió con gesto serio.
            —¿Ya has leído mi mente? Sí tienes razón... ¡pero es que he tenido muy mala suerte!
            Le explicó detenidamente todo lo que le había ocurrido. Mientras ella le escuchaba con signos de verdadera preocupación.
            —Estás muy enfadada ¿verdad? he sido un verdadero idiota...
            —No le des más vueltas –contestó pausada y tranquilamente–, lo importante es que no te han atrapado ¿no es así?
            —Eso creo. ¡Ufff! me duele mucho la cabeza y todo el cuerpo.
            Shieska, mientras lo contemplaba con cierto aire de compasión, meneaba su cabeza levemente a ambos lados y habló muy suavemente...
            —Ernesto, quiero que te tranquilices, por lo que puedo notar, no tienes nada roto, son sólo contusiones producidas por la caída. Tengo que ser sincera contigo y decirte como está la situación. Saben que estás aquí, por algún lugar de esta zona y te están buscando.
            —Shieska, lo siento ¡ha sido por mi culpa!
            —No, no te preocupes, ni te eches la culpa de lo que ha pasado; simplemente nuestro destino se adelanta; necesitamos marcharnos cuanto antes de aquí. Ahora quiero que te tumbes y te relajes...
            —¿Qué piensas hacer?
            —Deseo quitarte el malestar y hacerte una pequeña cura. Veo que has sangrado por una herida de tu codo.  Tienes que tener tu cuerpo boca arriba y bien estirado. Quiero que te auto relajes, empezando por tus pies... sigue por tus piernas..., abdomen..., hombros..., brazos..., manos. Así, muy bien, lo estás haciendo muy bien.
Relaja tu cara, y sigue respirando pausada y profundamente..., perfecto. Ahora estás muy tranquilo y te sientes en armonía con todo tu ser.
            Poco después, Shieska imponía sus manos abiertas a unos dos cm de la cabeza, rodeándola con sus dos manos. Cerró sus ojos y se concentró durante unos minutos. Al cabo de este tiempo, siguió la misma operación por el resto del cuerpo. Ernesto se sintió sumamente extasiado y a punto de caer en un plácido y profundo sueño. Cuando Shieska, dándose cuenta de lo que le ocurría, lo agitó levemente...
            —Bien Ernesto, creo que ya puedes incorporarte ¿cómo te sientes ahora? –después de incorporarse contestó asombrado por su pronta recuperación tanto anímica como mental...
            —¡Me siento estupendamente! –con una sonrisa en los labios–, ¿qué me has hecho?
            —Pues he trabajado con tu aura, he impregnado de energía positiva y curativa en las partes donde brillaba muy poco. Ahora estás sobrecargado.
            —¡Es increíble! me siento ligero y lleno de vida. ¿Shieska? –preguntó con las cejas arqueadas y con cierto aire de preocupación–, volviendo al tema de cuando me descubrieron ¿por qué me seguirían ladera arriba? no lo puedo entender, puesto que estoy totalmente seguro de que no me vieron, te aseguro que estaba muy bien oculto.
—Te han localizado por medio del rastreo mental. Y como no entienden tu lenguaje, no saben quién puedes ser; pero sí que saben que eres un humano. También pienso que fue una imprudencia él haberte arriesgado a coger el tabaco, te podrían haber
atrapado. ¡Te dije que deberías haberte deshecho de esas cosas! –le recriminó.
            —Sí, admito que tienes razón, pero reconoce que tenía un buen motivo. Necesitaba rescatar las pruebas de mi existencia y además ¡eran mis últimos cigarrillos! –exclamó con un gesto divertido, provocando en Shieska una cálida sonrisa.
            —¡Qué gracioso! creo que me he pasado en mi proyección de energía positiva. Pues que sepas que no te ha servido de nada, puesto que saben quién eres y te están buscando.
            —Lo siento otra vez –se excusó sombrío.
            —Lo hecho, hecho está; no tenemos que dar más vueltas a lo sucedido. Todo se solucionará.
            —Cuando me sucedió toda esta situación tan desesperada, en la que casi me atrapan. Me llevé un susto muy fuerte; pues vi un animal, que por cierto me recordó a una cucaracha gigante.
            —¡Ah, las Rhonchis! son insectos, inofensivos, pues no atacan al hombre, ni a ningún animal vivo, solo comen carroña, es decir, restos de animales muertos; son muy útiles y su labor es muy importante, pues es un eslabón más en la cadena de los animales que se ocupan en hacer desaparecer estos despojos.
            —Pues no me gustaría volverlos a ver ¡qué susto y que asco me ha dado!
            —Mentalízate que vas a encontrar muchos animales que no serán muy agradables de ver; como, por ejemplo, los crembles, que son muy parecidos a las babosas, pero con el tamaño de un conejo, se arrastran y hasta son capaces de saltar con su poderoso pie musculoso. Ahora déjame que te limpie bien tu herida del codo, por lo que veo has sangrado bastante.
            —Gracias por todos los cuidados que me estás dando. Cambiando de tema. Tengo una curiosidad.
            — ¿Cuál es?
            — Con el tema de la sangre, ¿Qué Rh de sangre tenéis? ¿Hacéis transfusiones de sangre?
             —Pues es Rh negativo, ya te explicaré la peculiaridad del mismo. Y sobre trasplantes, nunca ha sido necesario hacerlos.
—¿Vuestro idioma, de dónde proviene?
            —Su origen es bastante antiguo, por el año 4997, unos lingüistas crearon un idioma universal, pues a partir de este se fue modificando hasta quedar el arkeep.
            —¿En qué os basáis para medir el tiempo? por ejemplo, en nuestra cultura occidental se partía desde el año cero del nacimiento de Jesucristo, hipotéticamente hablando, claro; en otras culturas tienen otra medida diferente ¿Y vosotros?
            —Según nuestros historiadores, nuestra forma de medir, por ejemplo, la longitud, el peso específico de un cuerpo, el tiempo y el cambio de las estaciones, es infinitamente más exacta que la vuestra; y es muy similar a la cultura Maya y Egipcia; en relación con los años, siglos o milenios, también es a partir del año cero a partir del nacimiento de Cristo, pero no es exactamente como tú has pensado, puesto que a partir de cuándo comenzáis a contar, es decir el año cero según las cuentas más exactas que tenemos, Jesucristo ya tenía unos siete años. Ernesto, ahora dejémonos de historia que tengo que explicarte algo muy importante. Tú y yo, dentro de un par de días nos vamos a Rhenisha, un gran pueblo del Continente Oeste.
            —¿Nos vamos a otro continente? –preguntó muy sorprendido.
—Sí, transcurrirán unos lips, es decir meses, por lo menos seis, viviendo tu y yo en esa parte del planeta; ya no tenemos más remedio puesto que saben que existes, y no cesarán hasta encontrarte. Allí te enseñaré todos los conocimientos. Cuando regresemos a Monthar, serás como uno más entre nosotros.
Es la única manera de no arriesgarnos a que nos descubran. Imagínate, tendríamos todos los días para nosotros solos sin preocupaciones. –Ernesto entusiasmado con la noticia comenzó a lanzar preguntas sin cesar referente al viaje...
            —Y para el viaje ¿qué medio utilizaríamos?
            —¿Te refieres al tipo de embarcación?
            —Sí ¿qué tipo de barco es?
            —Es un tipo de embarcación muy parecida a un catamarán de tu tiempo.
            —Será un catamarán ¿no? –corrigió de inmediato con una sonrisa.
            —Sí, eso, con un gran catamarán.
            —¿Es seguro y estable en mar abierto?                   –preguntó sin intentar disimular su preocupación.
—¡Por supuesto! su forma y estructura es muy aerodinámica y la más estable y segura. La madera que se utiliza para su construcción pertenece al tenchoo, es un árbol que se caracteriza por que su madera es muy consistente y dura, pero al mismo tiempo es muy ligera. Por eso los barcos construidos con este material tienen la capacidad de no hundirse nunca, siempre se mantendrán a flote. Sin embargo, si es atrapado por una enorme tormenta de las peores que te puedas imaginar, lo peor que podría ocurrir es que por culpa
de las olas se llegase a dar la vuelta y ponerse boca abajo, cosa poco probable.
            —Espero que no nos ocurra eso ¿y el motor?, lo siento es una pregunta estúpida –rectificó inmediatamente sintiéndose un poco bobo.
            —No pasa nada –intentando no darle importancia a lo dicho por él–, la embarcación dispone de unas grandes y fuertes velas de un tipo de lona.
            —¿Y cuando no hay viento, a remar no?                 –dándole un cierto tono burlesco.
            —Pues no. Precisamente nuestros remos para esos momentos, son nuestros amigos los roonaris, tronshas, etc. Es decir, unos gigantescos animales marinos muy parecidos a los delfines, ballenas, cachalotes y demás seres marinos que nos quieran prestar su ayuda.
            —Me suena un poco a cuentos de hadas ¿me estás tomando el pelo verdad? es bastante increíble.
—Ya te expliqué en su momento, que nosotros podemos conectar con todos los animales sin excepción. Y cómo no, con los animales marinos. Quiero que te convenzas que nosotros no somos ninguna amenaza para el mundo animal. No los cazamos por gusto ni divertimento. Simplemente por supervivencia y para alimentarnos; puesto que para una dieta sana y equilibrada se debe de comer de todo, carne, pescado, frutas, hortalizas, etc. A los animales los respetamos profundamente, es más, procuramos ayudarlos cuando lo necesitan, tanto por enfermedad como cualquier problema casual; saben perfectamente que somos unos animales más en la cadena de la evolución, por supuesto más racionales. Además, debes de saber que todos los seres vivos, sean animales o plantas tienen
sus sentimientos, que varían en su complejidad dependiendo de su tipo de evolución. Pero a pesar de todo siguen siendo sentimientos.
            —¡Increíble! Yo siempre había oído algo de que las plantas tenían sentimientos, pero tuve el convencimiento de que todo era una invención de algunas personas para vender libros.
            —Ya comprobarás por ti mismo que no es ninguna tontería, y que es más real y sorprendente de lo que te imaginas ¡por cierto! –prosiguió cambiando radicalmente de tema–, tengo que confesarte que... hay alguien más, muy cercano a mí que sabe que existes y que estás conmigo.
            —¿Quién me ha descubierto? ¡Tu padre! ¿Por eso tenemos que marcharnos tan rápido y tan lejos verdad?
            —No, no es nada de eso. Tranquilízate por favor. Sólo lo sabe Ainasha, mi mejor amiga. Ella no me dio otra opción, puesto que captó mis pensamientos y se dio cuenta de que existías. Se lo tuve que explicar todo ¿entiendes ahora por qué?
            —Sí lo entiendo, pero ¿podemos estar tranquilos? –con cierto aire de preocupación arqueando sus cejas.
            —No sufras, te repito que podemos tener toda la confianza con ella. Te recuerdo que aquí no existe ni se conoce la traición, la mentira ni el despecho.
            —Pues no sé qué decirte –interrumpió con descaro–, si te miro a ti, estoy contemplando la mentira al grado superlativo ¿Quién sabe? igual que has descubierto la facultad de mentir Ainasha puede aprender la traición ¿no te parece?
            —¡Eso es una tontería por tu parte! –vociferó bastante alterada y molesta–, yo soy consciente de haber cometido una falta grave con mi familia influida por ti y por todo lo que he aprendido sobre tu mundo. Sé que me está afectando mucho tu influencia ¡pero sabes que todo lo he hecho para protegerte! ¿lo entiendes?
            Ernesto se quedó visiblemente sorprendido por la reacción que había provocado en ella. Comprendió que se había equivocado con sus manifestaciones. Era la primera ocasión que veía a Shieska perder el autocontrol. Decidió que tenía que intentar calmarla, tranquilizarla...
            —¡Eh, relájate! no era mi intención ofenderte, no te pongas a la defensiva conmigo. Piensa que yo todavía no he asimilado vuestras costumbres y maneras de vivir. No puedo saber, si tu amiga será fiel a sus principios y delatarnos, es normal que desconfíe ¿no?
            —Tienes razón Ernesto. No sé lo que me ha ocurrido. Será que he descansado muy poco y no he dormido lo suficiente. Cambiemos de tema ¿te parece?
            —Muy bien estoy de acuerdo ¿te puedo preguntar algo relacionado con tu vida?
            —Adelante, no retengas tus dudas y preguntas      –medió ella mientras esbozaba una sonrisa.
            —¡No eres seria conmigo! ya sabes lo que te voy a preguntar. Por favor respétame un poco y no te inmiscuyas en mi mente ¿de acuerdo?
            —Muy bien, tus deseos son órdenes para mí         –bromeó–, y ahora me dispongo a contestar tu pregunta...
            —¡Pero si todavía no te la he pronunciado! –se quedó un segundo cortado, sintiéndose un estúpido, pues ella ya había leído su mente anteriormente–, ¡qué tonto que soy! por favor, no utilices más tu mente y contesta mi pregunta ¿vale?
            —Pues no, no tengo pareja –contestaba por fin mientras reía–, ¡y te advierto que no será porque yo no quiera! pues dispongo de muchísimos pretendientes, ya sea en mí mismo pueblo como en diferentes lugares lejanos a este. La verdad es que todavía no he encontrado mi pareja, de todos modos, no me preocupa, ni a mí, ni a nadie en este tiempo. No nos hace falta buscar con obsesión, ya que las energías de ambos sexos se pueden cruzar un día casualmente y de pronto ¡zass! nos damos cuenta de que somos compatibles, que cada día que pasa nos encontramos más a gusto, y decidimos unirnos para compartir nuestras vidas juntas en armonía.
            —¿Practicáis bodas, y de qué manera las celebráis? –interrumpió.
            —¿Bodas?
Después de una breve explicación por parte de Ernesto...
—¡Ah sí! ya sé lo que quieres decir, pues no es como tú piensas. Se celebra con una gran fiesta, donde participa todo el mundo que quiera asistir. Cada uno que se presenta en la celebración trae consigo algo de comida o bebida...
            —¿Pero no realizáis una ceremonia nupcial?         –interrumpió muy intrigado.
            —¿Una ceremonia nup... cial? supongo que querrás decir algo parecido a un acto religioso ¿no?
            —Sí, algo así.
—Pues sí, tenemos algo parecido a las iglesias o templos. En todo el planeta solo existe un dios al que adorar ¡El Gran Rossthar! Que en tu tiempo sería Dios. Al ser humano le hace falta tener fe y amor para amarnos los unos a los otros.
Así de este modo, si estamos en paz y llenos de energía positiva, seremos capaces de transmitirla a nuestros semejantes.
            —¿Cómo es que no existen diferentes religiones?
            —Solo tenemos una misma religión. Nosotros mismos y nuestro creador. No necesitamos crear leyes para nuestra alma.
            —¿Entonces, por qué tenemos en mi mundo tantas religiones diferentes? ¿tú conoces el motivo?
            —Es un poco complicado de explicar, verás; desde el origen de los tiempos el ser humano siempre necesitó creer en algo superior y desconocido. Ante sus ojos veían muchas maravillas de la naturaleza que le llenaban de asombro, los mares, estrellas, la luna, el sol, etc., unas tribus elegían que el astro sol sería el ser supremo que dio vida a su mundo y lo adoraron sobre todas las cosas. Otras tribus elegían un animal que les producía respeto por su fuerza y poder como el león, el oso, etc., y lo adoraban fielmente. Todas estas creencias, aunque equivocadas sin saberlo, estaban descargando una fe en nuestro creador, porque todas las cosas vivas o inertes están formadas por nuestro único Dios. Él no tiene cuerpo, ni nombre, es una gran energía cósmica que se ocupa de ir creando los universos, que giran en una armonía cósmica creando vida aquí y allá de una manera aleatoria.
            —¿Me estás diciendo que existen más vidas o civilizaciones en diferentes galaxias? –preguntó rascándose la cabeza.
            —¿Acaso te creías que estábamos solos en el universo?
            —Pues yo lo creía así...
            —¡Ingenuo! en el universo existen millones de planetas con diferentes tipos de vidas, unas más complejas y avanzadas que otras. Existen unos seres muy inteligentes avanzados tecnológicamente que se dedican a viajar por el universo para...
            —Perdona que te interrumpa Shieska. Me gustaría saber ¿cómo y qué medio se utiliza para viajar? ¿Y cómo se las arreglan para cruzar el universo, recorriendo distancias tan enormes en años luz de distancia?
            —Ernesto, me estoy dando cuenta, cada vez más, que tienes muy poca paciencia, interrumpes demasiadas veces mis explicaciones.
            —Lo siento de veras. Intentaré morderme la lengua y no molestarte con mis interrupciones, pero ahora sigue, por favor.
            —Está bien, sigo. Estos seres de otros mundos viajan esas grandes distancias a través de unas puertas dimensionales. Creo que, a éstas, vuestros científicos las denominan agujeros negros ¿puede ser?
            —¡Agujeros negros, claro! nuestros científicos afirman que poseen una teoría, y dice que es posible viajar a otros planos del universo, simplemente con introducirse en uno de ellos, pero también dicen que cualquier nave que se introdujese quedaría totalmente aplastada y destruida.
            —Pues sí, es posible y no se destruyen. Pero lo que no sabes es que la mayoría de estas visitas de extraterrestres a nuestro planeta son negativas.
            —¿Negativas?, ¿por qué?
            —¿Recuerdas lo que te comenté sobre lo pernicioso de la tecnología?
            —Sí, que no es muy positiva y se podría volver contra nosotros mal empleada.
            —Así es, esos viajeros del espacio han evolucionado de una manera tan ilimitada con su tecnología, que la han desviado hacia un poder de superioridad para con sus inferiores inmediatos. Por eso les gusta conocer nuevos mundos para manipularlos. Extraen sus materiales y energía para utilizarlas en su avanzada tecnología. Nuestro mundo ha sido visitado y manipulado por estos seres desde el principio de los tiempos. También es cierto que hemos tenido visitas de seres de luz que han venido para ayudarnos. El ejemplo lo tienes con las pirámides.
            —¿Las pirámides de Egipto? este tema me interesa mucho, siempre me han atraído las pirámides y toda la cultura egipcia.
            —Es normal puesto que la cultura egipcia, está muy relacionada con culturas extraterrestres. Verás, existen por todo el planeta muchísimas pirámides unas grandes y otras quizás no tan grandes, pero sí que requieren de mucha importancia. Las primeras pirámides no se iniciaron en Egipto.
            —¿Ah no?
            —No, se crearon miles de años antes en un pequeño continente que desapareció bajo las aguas; era una cultura muy desarrollada para ese tiempo, pues entonces los hombres ya consiguieron volar con máquinas.
            —¿Qué me dices?
—La antigüedad del hombre se remonta muchos milenios.
Han existido muchos tipos de civilizaciones, unas más desarrolladas que otras, pero con un nexo de unión, que todas habían sido visitadas por seres extraterrestres; inculcando algún tipo de sabiduría, incluida la fe en Rossthar, Dios, que sería beneficiosa para la humanidad. Pero como siempre, la ambición del hombre les llevaría a utilizar esa sabiduría por el camino equivocado, acabando en su aniquilación.
            —¿Aniquilación? ¿qué significa, qué los extraterrestres acabaron con ellos?
            —No, a sí mismos; y la propia tierra se encargó de ello en muchas ocasiones.
            —Pues, perdona, pero no lo entiendo.
            —Sí, la naturaleza propia de nuestro planeta. Civilizaciones tragadas por deshielos de los glaciares, volcanes, terremotos y hasta asteroides caídos venidos del cosmos. Esta es la razón del porqué las civilizaciones más desarrolladas no deben inmiscuirse en otras de inferior evolución. Sólo un dos por ciento de estas influencias son beneficiosas para la humanidad.
            —¡Increíble! ¿pero las pirámides por quién fueron creadas?
            —Han sido creadas e influidas por una cultura extraterrestre. Después se fue transmitiendo esta sabiduría hacia el resto del planeta por diferentes civilizaciones: como la maya, la China, etc.
            —Pero ¿con qué objetivo se crearon? –preguntó ansioso por saber la respuesta.
            —Se utilizan como receptoras de energía y su misión es la de conseguir un equilibrio de las energías telúricas de la tierra. Estas energías recorren por tierra mar y aire todo el planeta, hasta lo atraviesa de lado a
lado. Fluyen como verdaderos ríos de energía, pero hay veces que estos ríos de energía se desbordan o se atascan y entonces producen unas catástrofes atmosféricas terribles, también se producen grandes terremotos y se crean nuevos volcanes al igual que se despiertan los dormidos. Esta es su misión, intentar que fluyan como es debido.
            —Todos estos fenómenos que me has descrito, siguen produciéndose ¿por qué crees que puede ser Shieska?
            —Los fenómenos se producen por que la tierra está viva, las placas tectónicas se están moviendo, el interior del planeta sigue incandescente, esto repercute en nosotros y es normal. Pero las pirámides están para controlar y minimizar todo esto y que no sea tan terriblemente desastroso. Sin embargo, y tristemente, la humanidad con los siglos fue perdiendo esos conocimientos y los ignoraron. Para colmo, desmontaron los piramidones de oro y los robaron, la codicia del hombre, que mala es.
            —Piramidón ¿qué es eso?
—El piramidón es la punta de la pirámide, son de oro macizo, es una parte fundamental para que funcionen; es, para que te hagas una idea, como una batería de energía, sin ella no pueden funcionar.
            Hoy en día las tenemos todas con su piramidón, son hermosas, si las ves desde la distancia su punta brilla al reflejo del sol, es impresionante contemplar este espectáculo, en el momento que tengamos una oportunidad, te llevaré para que veas alguna.
            —Yo no he llegado a ver ninguna pirámide con el piramidón ¿en qué momento se restauraron?
            —Se restauraron en nuestra realidad, cuando finalizó vuestra civilización y se inició la nuestra, con otro tipo de conciencia y de espiritualidad. Según nuestros antepasados, fueron los mismos extraterrestres que nos ayudaron a restaurar las pirámides. Normalmente, nuestros amigos, no vienen a ayudarnos cuando queremos, vienen cuando nos ven en un peligro inminente y sin influir demasiado en nuestra evolución.
            —Me has dejado sin palabras, parece todo tan fantástico, tan irreal.
            —Pues es tan cierto como que tú y yo estamos aquí. Te prevengo que existen más sorpresas que tienes que ir asimilando poco a poco.
            —Shieska, tengo una curiosidad que me corroe desde que me interesó la cultura egipcia ¿tú sabes cómo los egipcios o extraterrestres construyeron las pirámides o templos?
—Bueno, realmente no lo sé todo; según los escritos que he leído, los extraterrestres influyeron mucho en la cultura de los egipcios. Sobre todo, les dieron unos conocimientos muy avanzados sobre cómo trabajar la roca. Que yo recuerde, utilizaban unos productos químicos que, unidos entre sí, conseguían ablandar la piedra como si la llegase a licuar. De esta manera la utilizaban como una pasta blanda que podían trabajar con ella muy fácilmente. También decían que una de las características de ablandarla es que la hacía muy ligera, y así podrían moverla más fácilmente a donde quisieran. Y si no fuese con esta técnica, también podían utilizar el sonido, que, utilizado a muy bajas vibraciones y concentrándolo sobre un bloque de roca, que pesase, por ejemplo
tonelada y media, serían capaces de elevarla y transportarla donde quisieran.
            —¡Increíble, Shieska! cada día me dejas más fascinado con todas estas cosas que me cuentas. Tengo otra pregunta: ¿por qué motivo acuden a nuestro mundo seres negativos?
            Tiene su lógica, cuanto mayor es la tecnología, más crece el hambre por los conocimientos, y cuanto mayor son estos conocimientos, más influirán en el crecimiento del egoísmo y el materialismo. Un mundo evolucionado correctamente se tiene que ocupar de mantener el equilibrio de todo el planeta y de su propio crecimiento como sociedad, que ya de por sí es difícil. No debe inmiscuirse en otros mundos y romper el equilibrio. Se deben dejar que evolucionen por sí solos, sin manipulaciones artificiales. Si el gran Rossthar hubiese querido que nos comunicaremos unos planetas con otros no estarían tan lejanos ¿lo entiendes?
            —Sí, más o menos. Tiene su lógica, pero todavía no puedo comprender por qué la tecnología sigue siendo negativa. La tecnología puede ser empleada en la ciencia de la medicina para curar enfermedades, como para emplearla en facilitar el trabajo en general del hombre. Son unos ejemplos en que la tecnología puede ser beneficiosa ¿no crees?
            —No, no lo creo, puesto que las enfermedades se pueden curar de diferentes maneras sin utilizar esa tecnología. Habrán llegado a curar enfermedades mortales, no te lo puedo discutir, pero también crearon otras más dañinas. Jugaron con la genética humana de una manera incontrolable. Unieron genes humanos con los de los animales. Llegaron a creerse dioses, logrando crear y duplicar vidas de una manera irracional.
            —Pero la clonación de órganos no debe de ser negativa, es para bien ¿no lo crees así?
—Por lo que yo sé, Ernesto, de todo lo que he leído y me he informado, la clonación de órganos a partir de una célula madre para ayudar a combatir muchas enfermedades estaba muy bien, lo que ocurre que ahí el hombre no sabe parar, no sabe ponerse límites y va más allá; comenzaron a clonar seres humanos modificando sus genes para hacer una persona casi perfecta. Creaban los hijos a gusto de los padres, es decir a la carta y eso no puede ser. El orden de las células tiene un motivo y un porqué. Piensa Ernesto, que cuando se inicia la formación de un ser humano comenzando por la primera célula, se va multiplicando poco a poco y cada célula sabe cuál va a ser su misión; la que tiene que ser, por ejemplo, parte de un tejido, órgano, arteria, o una neurona.

            En nuestro cuerpo, al igual que en el universo entero, tiene su sentido, unas reglas de la vida que ha creado la gran Mente Cósmica, el Gran Rossthar. Él es quien se ocupa de que todo tenga su sentido y un porqué. Todo evoluciona hacia un objetivo, la fusión con la Energía Madre “la Mente Cósmica”. Los seres humanos de tu realidad jugaron con esa evolución al manipular los genes, y esto ha tenido como resultado un retroceso en el ámbito de vuestra evolución.
            —Shieska, me dejas muy impresionado ¿cómo es posible que tengas tantos conocimientos del pasado y del futuro?
            —He estudiado mucho para saber el pasado. Pero los conocimientos del presente y más allá, son el resultado de tener una mente más evolucionada y
abierta a los conocimientos cósmicos. Tú poco a poco, los vas a ir asimilando y llegarás a tener mi nivel de conocimientos.
            —Ahora te voy a mostrar unos documentos que demuestran éstas visitas de las que te he hablado...
            Le mostraba una amplia y detallada recopilación de escritos y papiros donde se referían a visitas de extraterrestres durante milenios...
            —Por lo visto, son seres extremadamente avanzados –comentó mientras ojeaba los documentos.
            —Así es, pero lo triste, es que esa tecnología la han puesto al servicio del mal, de la avaricia por el poder de una supremacía sobre los mundos inferiores. Como ya te he dicho, les gusta conocer nuevos planetas para manipular esas vidas poco evolucionadas. Y así extraer sus reservas naturales y energéticas para utilizarlas ellos mismos.
            —¿Solamente buscan tipos de energía?
            —No, también nos han utilizado para modificar nuestros genes. Por ejemplo, han aumentado el nivel evolutivo del hombre y han experimentado todo lo que han querido ¿por qué crees que tenéis tantos tipos de razas? Porque han manipulado genes humanos mezclándolos con otros no humanos.
            —¿Sabes desde cuándo están experimentando con nosotros estos canallas?
            —¿Canallas?
            —No te preocupes, es una de mis expresiones. Quiero decir que son gente muy mala.
—¡Tú y tus expresiones! Sigo con la explicación. Tenemos que remontarnos al pasado para poder explicártelo mejor.
Del estudio de los cráneos y demás esqueletos, se ha podido examinar y comprobar que, desde el protohombre o pitecántropo, al hombre neandertal o homo sapiens, ha habido un salto en la inteligencia demasiado importante que la evolución normal o natural de por sí sola no puede explicar ese salto evolutivo en tan corto espacio de tiempo. Se ha demostrado, que seres superiores de planetas de galaxias lejanas y desconocidas han manipulado genéticamente al pitecántropo para acelerar el proceso evolutivo en varias decenas o centenas de miles de años.
Estas visitas han provocado falsas interpretaciones y las han relacionado según su cultura y tipo de religión con Dioses a lo largo de la historia de la humanidad. En la religión cristiana de tu tiempo, por ejemplo, algunas de las apariciones marianas fueron confundidas con visitas extraterrestres.
El origen de la Biblia fue escrito basado en las enseñanzas de un ser especial muy avanzado espiritualmente, “Jesús”. En esas enseñanzas explicaba qué camino se debería seguir para llegar a la perfección del alma. También te aconsejaba no escuchar a los falsos profetas, pues muchos de ellos eran seres oscuros y posibles extraterrestres negativos para vosotros.
            —¿Me estás intentando decir que en la Biblia ya se hablaba de seres extraterrestres? –preguntó profundamente indignado.
—Sí, claro que sí. El amor a dios y su reino es universal. La base de nuestra religión comparándola por ejemplo con vuestra Biblia es muy concreta y se simplifica en lo más profundo e importante. En el amor.
Te voy a dar un pequeño ejemplo: en la Biblia, en su origen, decía, “harás el amor con la persona amada y no con alguien que no quieras verdaderamente”; aquí te está dando a entender que, si haces el amor con la pareja verdadera y con amor, sería imposible que tú copules “con un ser impuro venido de otro mundo”.
 Es más simple de lo que tú crees, ellos solamente conquistan sexualmente nunca con amor. Si estos requisitos se hubiesen cumplido, se hubiese protegido algo mejor la pureza de la humanidad; puesto que ya bastante han experimentado con los humanos sin su conciencia o su consentimiento, que también les demos la oportunidad de copular con nuestra aceptación ignorada.
También y con referencia a vuestra religión cristiana, tengo pruebas de que fue perseguida durante siglos, querían su total desaparición. Y hasta ocultaron pruebas que encontraron enterradas durante siglos que probaban la vida de Jesús y parte de lo escrito en la Biblia; sin embargo, por el propio interés de “la no supervivencia” del cristianismo, no las mostraron a la sociedad ¡Hasta donde llega el odio!
            —¡No me lo puedo creer! Entonces, Shieska ¿no es aconsejable leer la Biblia?
            —Sí, pero hay que leerla con prudencia para saber descifrar la verdad. Piensa que con el transcurso de los siglos la Biblia original se ha modificado y permanecido con un tupido velo que oculta la única sabiduría. Son muy pocos los privilegiados capaces de ver ese mensaje verdadero. Además, la religión cristiana ha sido transformada al antojo de algunos interesados. Unos pocos se han lucrado de los creyentes.
Sin embargo, estos lugares de culto y las personas servidoras de Dios no eran negativas, puesto que su objetivo es enseñar el camino del bien y dar amor, la lastima, es que las personas negativas empañan lo bueno que hacen otras.
            —Analizando todo lo que me has explicado, la mejor religión y la única es la cristiana ¿no?
—La mejor religión es creer en uno mismo y en el único Dios creador que defiende y protege a las almas que se dedican a su única perfección interior, y esta perfección se resume en una sola palabra, “amor”.
            Hay que amarse a uno mismo y a los demás sin egoísmo ni hipocresía, si eres capaz de lograr esto, lo demás vendrá rodado. Se debe meditar con nuestro propio yo en la soledad y hablar con Rossthar y así sabremos encontrar decisiones y el camino a seguir en la vida.
            Ernesto estaba boquiabierto por lo que había explicado Shieska. Le parecía todo tan irreal, como si fuera un sueño y se fuera a despertar en cualquier momento. Pero en el fondo él sabía que todo lo dicho era irremediablemente razonable. Se quedaron unos segundos en silencio.
            —Shieska ¿han venido esos seres extraterrestres negativos a vuestro tiempo?
            —Sí, han venido, pero se tuvieron que marchar, se han visto impotentes no han podido inmiscuirse entre nosotros ni en nuestra cultura.
            —¿Cómo habéis logrado la inmunidad ante seres extraterrestres?
            —¿Qué es lo que hacemos cuando llega un ser de otro plano diferente?
            —¡Claro les practicáis un mentrek!
—Acertaste. En cuanto se nos presenta alguien que no pertenece a nuestro mundo le percibimos enseguida. Le desconectamos de su pasado y lo dejamos estéril. Imagínate que tú fueses de una civilización negativa para nosotros, y tu misión fuera mimetizarte entre nosotros para cualquier oscuro y maligno plan, como por ejemplo experimentar genéticamente con alguna mujer.
            Al desconectarte de tu pasado pierdes todos los motivos de tu misión y por supuesto las intenciones negativas que tenías. Para terminar, te esterilizamos sexualmente para que no te puedas reproducir. Como verás, defendemos nuestra evolución cultural, física y espiritualmente, y te mantenemos vivo sin exterminarte.
            —Me has convencido Shieska, de esta manera os protegéis de cualquier visita inesperada y perjudicial. Ahora bien, lo que no me ha gustado ha sido el símil que has hecho conmigo.
            —Lo siento –se excusó mientras reía su ocurrencia.
            —Shieska, anteriormente me hablaste del salto evolutivo de la inteligencia, para ti ¿qué es la inteligencia?
            —La facultad que posee el hombre, que lo distingue de los animales, que lo hace consciente de sí mismo y de su historicidad, que le permite conocer, comunicarse con los demás resolver problemas y situaciones diversas, adaptarse y modificar el medio. La inteligencia depende en un 90% del lenguaje y el resto de la memoria. El don de la inteligencia fue a través del lenguaje en todas sus expresiones: escrito, musical, de signos, de formas; en definitiva,
la inteligencia no es otra cosa, que aplicar al cerebro una clave de funcionamiento y esa clave es el lenguaje.
            —¿Todo se resume en el lenguaje?
            —Es el inicio de la propia inteligencia, todo es lenguaje, desde los símbolos a los anagramas y abstracciones. No hay conocimiento sin lenguaje. De hecho, la ciencia no es otra cosa que ir poniendo nombres a las cosas, ordenarlas, medirlas y ponerlas en relación.  Creo que ya es hora de que nos metamos en la cama, necesitamos descansar ¿te parece?
            —Tienes razón Shieska. Creo que ya sé en lo que voy a soñar.
            —¿En qué? –preguntó mientras se disponía a quitarse la ropa.
            —¡En un gran banquete lleno de comida hasta reventar!       
Rieron los dos la gracia de Ernesto. Normalmente, Shieska, las tres veces que había dormido en la gruta con él, se colocaba detrás de una cortina, improvisada por ella para poder cambiarse, colocarse los pijamas y no incomodar a Ernesto. Pero esa noche se le había olvidado, y no puso la cortina. La hoguera ardía bien alimentada por los grandes leños que había puesto Ernesto. Shieska, mientras le comentaba a Ernesto los detalles sobre el trayecto que utilizarían para ir al puerto, se quitaba la ropa muy lentamente: primero, la prenda de arriba. Ernesto, mientras la escuchaba no podía dejar de mirarla; él ya estaba metido en la cama y no perdía detalle de la silueta de Shieska iluminada por la luz de las llamas, que, al mismo tiempo, era salpicada por sombras que se movían al son del crepitar del fuego, provocando una sombra muy sinuosa en la pared.
Esta era la primera ocasión que Ernesto podía llegar a contemplar a Shieska con todo detalle en su desnudez. Sus feromonas masculinas comenzaban a fluir por su cuerpo.
Shieska, en ese mismo instante percibió la excitación de Ernesto. Dejó de hablar, y se volvió hacia él. Se cruzaron la mirada, y Ernesto desvió inmediatamente su cabeza hacia un lado sintiéndose avergonzado.
            —¿Qué te pasa? –preguntó dándose cuenta de lo que ocurría–, ¿sientes atracción y rubor por una mujer como yo?
            —Pues, la verdad sí, me has cortado un poco.
            —Es normal, y eso me halaga, es ley de la naturaleza que lo hayas hecho. La culpa la he tenido yo, puesto que no había recordado que me estaba desnudando ante ti; para nosotros en cuestión de desnudez y sexo no existe el pudor. Nosotros lo hacemos con sinceridad y sin ánimo de provocar al prójimo.
            —¿Aquí, tenéis? no sé cómo preguntártelo...
            —Tu pregunta y si no lo entiendo te lo diré.
            —¿Existe la homosexualidad?

            —Sí, cuando se aman dos seres, aunque sean del mismo sexo, si existe amor puro, es igual de aceptable que el amor entre sexos diferentes.
—¿Tenéis enfermedades mentales?
—No, son un eslabón más en las desviaciones genéticas. Vuestro cerebro actual se fue modificando como ya te expliqué en otro momento, ¿lo recuerdas? —Sí, lo recuerdo.
            —Pues, vuestro cerebro, está más dispuesto a poder tener fallos en sus conexiones o también en los genes, ya sea hereditario como por mutación, y producir un defecto en el habla, en los miembros, órganos, sangre, huesos. Se pueden producir unos desajustes o malas conexiones en el interior del cerebro que pueden producir incontables variaciones para vuestro organismo, entre ellas, también están los problemas mentales, depresiones, esquizofrenias. Todo esto, te repito, pueden ser debido a las malas conexiones entre las neuronas que rigen estos problemas. Nosotros, aplicando energías, equilibramos estas variaciones y reparamos las conexiones, llegando el equilibrio. Cambiando de tema, quiero que me excuses por mi provocación inconsciente.
            —Chica, no te preocupes. Pero si he de decirte que la naturaleza te ha tratado muy bien ¡estás imponente!
            Shieska no había entendido muy bien la última expresión, pero sabía que era bueno y se sintió halagada. Decidieron dejar de charlar para dedicarse a dormir. Shieska con su cabeza apoyada en la almohada sonreía recordando lo último que había dicho Ernesto. Se sumieron los dos rápidamente en un profundo sueño placentero.






Sexto capítulo: 19-5-2020




CAPITULO 6


“El universo y todo cuanto contiene, se mueven en la única dirección elemental, hacia la decadencia y el colapso, la disolución y el caos, como expresión última de la divinidad y la locura agresiva de la sinrazón y el caos.”
(Ley de la entropía)
            El viaje transcurría sin novedad. El mar estuvo tranquilo y los vientos favorables por lo menos durante los primeros cinco días de viaje. La intimidad para Shieska y Ernesto estaba asegurada, puesto que se mantenían siempre en su compartimiento sin relacionarse con los demás viajeros. Shieska sólo salía para conseguir los alimentos. Ernesto durante los dos últimos días se iba poniendo muy nervioso. Estaba harto de ocupar el mismo lugar y no poder salir del compartimiento. Sí, tenía muy buena vista a través del ventanal, incluso lo podía abrir y sentir la brisa marina como le acariciaba su rostro. Pero no era suficiente para él; necesitaba salir de allí, de esa pequeña cárcel; deseaba con todas sus fuerzas pasear, ver a más gente, subir a cubierta y contemplar el barco desde lo más alto.
            Shieska lo observaba preocupada, había captado sus pensamientos. Y con una sonrisa se dirigió a Ernesto...
            —Renstor, comprendo que te sientas atrapado aquí dentro y tienes toda la razón para sentirte así. Hoy es un día estupendo y luce un sol resplandeciente. Subiremos los dos a cubierta ahora mismo y comeremos luego en el comedor ¿te parece bien? si realmente te apetece, yo no te quiero obligar.
            Ernesto no se creía lo que está escuchando, no daba crédito a las palabras de Shieska. Por fin reaccionó eufórico...
            —¡Eres estupenda, maravillosa! –piropeándola mientras la besaba en ambas mejillas. Se ruborizó al sentir sus labios al besarla y exclamó...
            —¡Qué tonto eres! ponte el chaquetón por favor que a esta altura corre mucho el aire y lo agradecerás.
            —Te pareces a una madre cuidando a su hijo        –afirmó haciendo aflorar una sonrisa a Shieska.
Por fin salieron los dos del compartimiento, giraron a su derecha y se encontraron con dos puertas; la puerta de la derecha daba acceso al comedor y la de la izquierda accedía a unas escalinatas que subían hasta la cubierta. Antes de iniciar la subida Shieska comprobaba si vestía correctamente Ernesto; vestía un pantalón ancho de un tejido grueso y blanco; en su parte superior llevaba algo parecido a un poncho corto con unos cordones gruesos que iban desde la zona del cuello hasta el esternón. Todo el conjunto tenía un tono blanco marfil apagado. Calzaba unas sandalias de piel de color marrón hechas de tiras entrelazadas hasta el tobillo, al estilo romano antiguo; a Shieska le parecía que le quedaba muy bien el conjunto, es decir, que le
favorecía su propio atractivo. Shieska llevaba un vestido de una sola pieza de color azul oscuro, su tejido similar a la ropa vaquera que conocemos. Calzaba unas zapatillas lisas sin tacón de color blanco y con unos cordones que se los ataban por detrás del talón. Al hacer muy buen tiempo, la mayoría de los pasajeros decidieron lo mismo que ellos, disfrutar la mañana en la cubierta.
Shieska y Ernesto por fin subieron, se quedaron durante unos minutos contemplando todo lo que tenían ante sus ojos. Como Shieska ya lo había visto, el que más se fijaba y contemplaba hasta el mínimo detalle era él. Todo se apreciaba muy amplio y limpio, sin agobios ni aglomeraciones. Delante de ellos y a ambos lados había unas hileras de mesas y sillas fijas al suelo, con unos toldos de color ámbar como las velas del barco, que hacía contraste con las mesas y sillas de color azul claro; todas estas tonalidades daban un cierto colorido mágico e irreal y con cierto encanto.
 En el centro de la cubierta y en formación se ocupaban puestos de mercaderes que canjeaban con cierto silencio objetos, ropas y alimentos básicos para la comodidad del largo viaje.
Se dirigieron a la barandilla que les llegaba hasta la altura del pecho asomándose por ella; la brisa les azotó súbitamente impulsando el gorro de Ernesto hacia su derecha adhiriéndose a la cabeza. Los dos en silencio disfrutaban del paisaje marino El sol y el aire les hacía entrecerrar sus ojos; mientras del líquido elemento saltaron unos peces voladores muy parecidos a los delfines, de tamaño más pequeño, un metro aproximadamente; disponen de cuatro aletas dorsales, que, cuando desean elevarse por encima del mar,
las despliegan en forma de membranas, siendo capaces de volar cientos de metros y planear durante un par de minutos, escapando de esta manera de algún posible depredador.
            —¿Qué peces son esos?
            —Son los Flisbis ¿a qué son preciosos?
            —Me recuerdan a los delfines con alas ¡son los animales más increíbles que he visto hasta este momento!
            —Pues todavía queda mucho por ver, no desesperes.
            Se quedaron observándolos en silencio durante un buen rato. Shieska desvió su mirada hacia Ernesto, lo contempló durante unos segundos sin decir ninguna palabra y por fin susurró...
            —Es maravilloso todo esto ¿no crees?
            —Sí que los es –volviendo su mirada hacia ella–, parece que sea un sueño hermoso y que me vaya a despertar de él en cualquier momento –volvió de nuevo Ernesto a contemplar el cielo observando una bandada de aves. Shieska se quedó mirándolo fijamente de nuevo como si quisiera escudriñar en su mente los pensamientos que afloraban. Por fin preguntó...
            —¿Nos sentamos en esa mesa?
            —Lo que quieras, creo que así no nos azotará tanto el aire –comentó mientras la rodeaba por la cintura y se dirigían hacia la mesa.
            Shieska y Ernesto conversaban uno frente al otro en la mesa de cubierta, sobre lo que les esperaba en su próximo destino. Ella miraba sonriente como unos chiquillos jugaban alrededor de ellos, mientras Ernesto la miraba muy fijamente, se humedeció los labios y preguntó seguidamente...
            —¿Cuánto crees que tardaremos en llegar?
            —Pueden ser tres semanas o cuatro –contestaba sin girar la vista de los niños–, depende del tiempo que nos acompañe y del estado de la mar. Normalmente los que dirigen el Kumash aprovechan las corrientes de aire de mar y procuran esquivar o rodear las posibles tormentas que se puedan cruzar en el trayecto, perdiendo en esto varios días o incluso hasta una semana al tener que bordear una tormenta.
            —Espero que no nos encontremos con ninguna tormenta, no quisiera que perdiéramos una semana más –Shieska dejó de mirar a los niños y se encaró con él un poco molesta...
            —¿Ves? eso es lo que a nosotros no nos preocupa, el tiempo no nos obsesiona; lo tomamos con calma y sin precipitaciones. ¿Te das cuenta que no tenemos ninguna necesidad de llegar antes? disponemos de todo el tiempo del mundo para que tú puedas aprender y convertirte en uno más de nosotros. Además, disfrutemos de este viaje. ¿Acaso no te estás divirtiendo ahora?
            —Tienes toda la razón, soy un estúpido                –contestó bajando la cabeza.
            —No, no lo eres, sólo que todavía posees los hábitos de tu realidad pasada, pero tranquilo, poco a poco los irás dejando atrás.
            Ernesto, después de las palabras de Shieska se quedó muy pensativo mientras miraba hacia el horizonte. Recordaba a su padre, a sus amigos, y Esther ¿se acordaría de él? la echaba de menos. Esther, sí que lo recordaba. Desde la desaparición tan extraña e inexplicable, ella padecía una profunda depresión; apenas salía de casa, ni recibía a sus amigos.
Había cogido la baja por depresión e iba a un buen psiquiatra. Parecía que iba mejorando poco a poco. Lo superaría con el tiempo. María y Jorge recibieron un buen golpe emocional. Nadie encontraba una explicación lógica a la desaparición de Ernesto. Ellos junto a su padre, al igual que el instituto de informática se movilizaron repartiendo fotografías por toda Valencia. Incluso salió en las noticias de prensa y televisión. Pero la cruda realidad para ellos era que Ernesto había pasado a ser una cifra más en la larga lista de desaparecidos.
            En la cruda realidad de la cubierta del Kumash...
            —Renstor, perdona que me haya inmiscuido en tus pensamientos. Lo que tengo que decirte es que no sufras por todos ellos, lo superarán y seguirán su vida. Ahora lo que tienes que hacer es vivir la tuya y para eso tienes que vivirla conmigo, quiero decir con todos nosotros en tu realidad presente. –se puso un poco incómoda al pronunciar conmigo. Inmediatamente cambió de tema–. Se está levantando un poco de aire frío ¿no crees? –afirmaba mientras se frotaba sus brazos con un ligero temblor.
            —Me parece bien. Además, siento un poco de apetito, parece que me suenan las tripas –comentaba mientras se tocaba el vientre. Bajaron las escaleras y penetraron en el comedor de proa...
            —Este que vas a ver es uno de los comedores de popa, tenemos otro muy similar en la proa –explicaba Shieska cuando se disponían a entrar en el gran comedor. Nada más entrar, hacia la derecha, había una gran barra que llegaba hasta el final; detrás de la misma se encontraban una serie de parrillas y planchas donde

se cocinaba a la brasa, cualquier persona que le apeteciese, se podía cocinar el mismo su propio plato, tanto de carne como de pescado. Había una serie de fuentes repletas de muchas frutas diferentes, otras llenas de verduras y algas ya cocinadas. De bebida disponían de una serie de licores, cerveza, todo sin alcohol; la única bebida que sí que contenía alcohol era un buen vino depositado dentro de unos grandes toneles. El resto del comedor lo ocupaban una serie de mesas con sus correspondientes sillas en madera de ébano, muy cómodas pues eran acolchadas, además estaban recubiertas por unas fundas de color marfil muy brillantes. Al fondo del comedor y a la derecha había un gran baño para hombres y mujeres indistintamente, con seis lavabos y seis puertas para sus correspondientes aseos.
Todo el comedor estaba muy bien iluminado, por luz natural, puesto que había unos grandes ventanales que permitían la entrada de la luz solar, además de obtener una buena panorámica. Una serie de velas en cada mesa complementándose con unas esferas que contenían costartimins que a su vez se repartían por todo el Kumash como una buena iluminación. Ernesto y Shieska miraban a su alrededor para elegir una de las mesas; era una misión fácil puesto que había muchas vacías. Ella se quedó mirando una de las mesas cercanas a la barra y pudo reconocer a un matrimonio con su hijo; la madre y el niño eran los que conocieron nada más entrar en el barco; se imaginó que el hombre que les acompañaba sería el marido; este parecía muy recio, robusto y se podía apreciar aún sentado que era enorme. La mujer los reconoció enseguida, sonrió y levantó su mano con gesto de llamar su atención.
Shieska y Ernesto no tuvieron más remedio que acercarse a saludarlos...
            —Hola ¿cómo estáis, cuánto tiempo sin veros?      –preguntaba Kshana mientras se levantaba de la silla–, pensaba que os habíais cambiado de apartamento y que os habíais trasladado hacia popa.
            —Cariño, puedes dejar de hablar durante un momento y presentarnos por favor –interrumpió su marido, el señor Thortum. Era impresionante verlo por primera vez, pues era altísimo, más de dos metros y muy corpulento, de fisonomía tosca y dura. Su voz no parecía que saliera de la garganta, sino que, cualquiera que le escuchase, juraría que pertenecía a otra persona distinta, pues era muy suave, relajante y de tono muy bajo.
            —Lo siento, tenéis que perdonarme, es que a veces hablo demasiado. Os presento a mi marido el señor Thortum. Ellos son, a ver si me acuerdo de vuestros nombres...
            —Renstor y Shieska –interrumpió Shieska con intención de ayudar a la señora de una situación incómoda.
            —¡Claro! es que soy muy despistada. Y a nuestro pequeñín ya lo conocéis ¿verdad?
            —Sí, tienen un hijo muy guapo ¿verdad Renstor? –asintió con una sonrisa.
            —No habla demasiado su amigo ¿le pasa algo, se encuentra mal?
            —Por favor cariño no seas tan indiscreta               –interrumpió su marido.           
—Oh, no se preocupe señor Thortum, su mujer tiene razón. Renstor no se encuentra bien está un poco enfermo. Ahora nos vamos a comer y enseguida se
acostará a descansar.
            —Oh, no se preocupe señor Thortum, su mujer tiene razón. Renstor no se encuentra bien está un poco enfermo. Ahora nos vamos a comer y enseguida se acostará a descansar.
            —Cuanto lo siento, mi marido y yo estamos a su disposición para lo que necesiten, además el barco dispone de un completo botiquín. Si necesitan algo ya saben.
            —Muchas gracias se lo agradecemos. Les dejamos que sigan comiendo. Muchas gracias por todo.
            Shieska y Ernesto se dirigieron en dirección a la mesa más alejada de todas al lado del ventanal. Por fin se sentaron y comieron sin ningún contratiempo ni interrupción. Degustaron un buen pescado asado similar a la dorada acompañado con unas patatas al horno. De postre una fruta tropical similar al kiwi, pero tres veces más grande y para finalizar, unas buenas infusiones. Ernesto, bien satisfecho se echó hacia atrás estirándose un poco con disimulo...
            —¡Uuff, me he quedado lleno! no creo que me quepa nada más –ella lo miraba mientras escuchaba su comentario con los codos apoyados en la mesa y con las manos se masajeaba el cuello.
            —Yo no me siento muy hinchada, es que no hay que comer tanto. Ahora cuando regresemos a nuestro compartimiento, tenemos que trabajar un poquito; seguiremos con nuestras prácticas e intentaremos que captes telepáticamente alguna imagen o pensamiento.
            —¿Tan pronto? Veo un poco difícil que yo sea capaz de hacerlo –contestó frunciendo el ceño.            
—Poco a poco te irás sorprendiendo de ti mismo; además después del crishar tu mente está preparada
para absorber y captar conocimientos telepáticos.
            —Veremos si es verdad. Cambiando de tema, me estoy dando cuenta cada día que pasa que existe bastante más tecnología de lo que yo pensaba. Por ejemplo: tenéis impresoras para el papel, fabricáis y moldeáis el acero, el mármol, no sé...
            —Tienes razón Ernesto. Pero no lo hacemos de una manera contaminante, todo lo que empleamos es natural y no perjudicamos en nada nuestro planeta.
            —Me has convencido Shieska, disponéis de ¿cómo lo diría? de una tecnología ecológica. Cuando quieras nos vamos, estoy dispuesto.   
            Ya en el compartimiento, Shieska le hacía tumbarse en la litera y comenzaba a efectuarle unos ejercicios de relajación. Pasados unos minutos ya estaban con las visualizaciones de objetos simples. Para después ir complicando poco a poco los mensajes telepáticos. Ernesto ya era capaz de ver dentro de su propia mente, un complejo paisaje imaginado por ella...
            —¡Muy bien! estoy gratamente sorprendida por tu capacidad de controlar tu mente. Si seguimos así en un par de meses llegaremos a alcanzar metas más altas ahora mismo inimaginables.
            —Me alegro mucho; me siento pletórico de energías y con muchas ganas de aprender.
            —Estás en la buena línea de verlo todo un poco más positivo; me gusta tu cambio de actitud                     –mostrando una sonrisa que iluminaba toda su cara. Transcurrieron los días, una semana. Todo iba muy bien hasta que al atardecer mientras Shieska y Ernesto estaban practicando el arkeep; en ese mismo instante a ella le cambió la cara; tornándose seria al mismo tiempo que contemplaba fijamente el horizonte
del mar a través del ventanal... 
            —¿Qué ocurre? –preguntó preocupado.
            —Creo que estoy captando mentalmente unos comentarios de un posible gran temporal que se nos avecina. No te quiero preocupar, pero tengo que ser sincera contigo; por lo que estoy entendiendo no pueden evitarlo, puesto que es demasiado grande y extenso. Quédate aquí un momento mientras salgo a enterarme bien de lo que está ocurriendo ¡ah! Y no te preocupes, este barco ha soportado ya muchas tormentas.
            —Me dejas muy tranquilo –exclamó con cierto aire burlesco–, ¡no tardes! ¿vale?
Shieska subió rápidamente a cubierta y contempló con estupor que navegaban justo hacia una línea muy negra en el horizonte que lo abarcaba todo en la distancia. Shieska se horrorizó al observar el tamaño y la longitud de la tormenta.  Oleadas de fuerte viento invadían la cubierta agitando las ropas de Shieska con energía.
Pudo observar cómo en cada navío había una persona con una bandera de color negro que se comunicaban algo que ella ya temía: un mensaje de máximo peligro; no se podía bordear la tormenta y era imposible escapar de ella. El fuerte viento se convirtió al instante en un vendaval de agua. Shieska corrió como una exhalación escaleras abajo, tropezando con dos marineros; estos le aconsejaron que no saliese del camarote y que en breve les darían unos salvavidas. Shieska y Ernesto se asomaban al ventanal del camarote y podían observar por sí mismos que la situación se estaba poniendo muy fea. La poca luz el atardecer se estaba trasformando en oscuridad.
El Temporal comenzaba a absorberlos...
            —¡Plegad velas! –gritó el responsable de cada navío.
            —¡Soltad redes! –casi al unísono los dos responsables ambos navíos laterales.
            Las redes eran para que acudiesen en su ayuda los posibles roonaris, tronshas, nessis y demás seres marinos que estuviesen lo más cerca posible del Kumash, para poder sacarlos de la situación tan preocupante. De súbito alguien golpeó en la puerta del camarote; inmediatamente ella abrió la misma encontrándose con Kshana y Thortum visiblemente preocupados...
            —Perdonen que les moleste ¿han visto a nuestro hijito? –preguntó Kshana notablemente agitada.
            —No sabemos dónde está, lo hemos perdido hace apenas diez minutos –afirmó su marido muy preocupado.
            —Vamos enseguida; yo les ayudaré a buscarlo, en la situación en que estamos no debería estar por ahí perdido –advirtió Shieska mientras les acompañaba fuera del camarote–. Renstor, quédate un momento, por favor, nosotros lo encontraremos enseguida.
            —No os preocupéis, yo me quedaré en la puerta por si aparece el chiquillo. Shieska ¿puedes acercarte un momento?
            —¿Qué te ocurre? –preguntaba mientras los padres salían ya en busca de su hijo.
            —Perdona, seré un ignorante de vuestros poderes mentales ¿pero por qué no lo localizáis mentalmente?
            —No eres ningún ignorante y la pregunta está bien hecha; lo que ocurre, es que la tormenta eléctrica es muy fuerte y produce interferencias en los contactos telepáticos; pero tarde o temprano habrá ese contacto y lo encontraremos. Renstor te dejo. Me voy inmediatamente a prestarles toda mi ayuda.
            Fuera, en el pasillo, la gente corría del comedor hacia sus respectivos camarotes. Un marinero advertía a todo el mundo que no saliesen por su propia seguridad y que rápidamente se iba a proceder a repartir los salvavidas por precaución. En el momento que Shieska llegaba a contactar con Kshana y Thortum. Estos se lamentaban...
            —La culpa es nuestra –explicaba Thortum.
            —Mientras nos quedamos dormidos un momento el niño habrá salido del camarote a jugar y se habrá extraviado –explicó Kshana muy preocupada.
            —No se apuren, verán como aparece inmediatamente –comentó Shieska, intentando tranquilizarles. La búsqueda se estaba convirtiendo en desesperación, puesto que ya habían buscado en todas partes incluso en cubierta, sin embargo, no había señales del niño.
            —¡Dios mío! –exclamó muy asustada Kshana–, ¡mi hijo está en peligro! ahora por fin puedo sentir su miedo. Nos está llamando y está muy sólo.
            —¿Puedes saber dónde está? –preguntó Thortum sujetándola por los hombros, mientras se concentraba el también para contactar con su hijo.
            —¡Creo que está en la zona de las bodegas!           –contestaba mientras comenzaba a correr por el pasillo en dirección a las escaleras–. ¡Seguidme rápido!
            En ese mismo momento se encontraron con un marinero, vestido con un uniforme de una sola pieza de color azul claro, al igual que los demás marineros. Es bastante alto y delgado, su cara alargada y de pómulos marcados, sus ojos grandes y muy expresivos. Inmediatamente les recriminó...
            —Por favor, les hemos insistido que no deben de estar por los pasillos... –cesó inmediatamente de hablar al verles las caras de preocupación y captó que algo grave les ocurría.
            —¿Ha visto usted a un niño pequeño? –preguntó Thortum angustiado.
            —No, no lo he visto ¿se ha perdido hace mucho tiempo?
            —¡Llévenos lo antes posible a la bodega, por favor! –suplicó Kshana con voz entrecortada.
            Bajaron todos corriendo las escaleras hasta llegar a un descansillo, donde había tres puertas cerradas: una era la de embarque; la segunda, daba acceso al navío de animales, conectado por una pasarela cerrada herméticamente; su altura era de un metro cincuenta y una anchura de un metro aproximadamente. Y la tercera, era por la que se accedía al navío de alimentos y mercancías; su acceso era exactamente igual que el otro.
            —¿Están seguros que está en la bodega?               –preguntó el marinero mientras abría la puerta con una llave.
            —¡Sí, está ahí dentro! –contestaba Kshana–, no sé cómo habrá llegado hasta allí, pero ahora está llorando mucho y siente miedo –en ese instante, el Kumash crujía y se inclinaba hacia un lado; perdiendo el equilibrio, cayeron todos al descansillo.
            La situación empeoraba por segundos. La madre sí que tenía razón, Mikho estaba en la bodega; se encontraba en un rincón encogido y en cuclillas, abrazado a su pelota en plena oscuridad; llamando a sus padres entre sollozos.
            Veinticuatro horas antes...
            Cuando Mikho jugaba al final del pasillo; se asomó a las escaleras que bajaban a la puerta de embarque, y vio cómo un marinero arrastraba una bolsa muy grande; lo siguió hasta ver cómo se detenía en el descansillo y tiraba la bolsa (de tela llena de ropa sucia) por una trampilla; esta, se situaba en el descansillo donde se encontraban los accesos a los demás navíos; esa trampilla iba a parar a la bodega, donde caían las bolsas a un recipiente especial para ello. El niño se quedó boquiabierto y muy curioso por lo que había visto.
            Veinticuatro horas después...
Hasta que ese mismo día y recordando lo ocurrido el día anterior; curioseó hasta llegar a la trampilla que estaba situada a metro y medio del suelo; utilizando un taburete cercano se subió colocándose a la altura de la trampilla; presionó la misma, abriéndose bruscamente, precipitándose la pelota por el interior. Llorando, se abalanzó a por ella introduciéndose él también; terminando su caída en el interior de la bodega amortiguando el golpe las propias bolsas de ropa sucia. Había una serie de luces piloto que apenas alumbraba la bodega, dándole un aspecto lúgubre. A duras penas salió del depósito, quedándose inmóvil en un rincón llorando muy asustado y llamando a sus padres. Ahora, los embistes del mar hacían que el barco se balanceara muy bruscamente de un lado a otro,
lanzando las cajas de la bodega por el suelo y arrastrándolas de un lado a otro, pasando muy cerca de Mikho. Un barril gigantesco lleno de agua se soltó de sus cuerdas de sujeción, rodando poco después en dirección al niño; milagrosamente su dirección giró hacia otro lado en el último instante y no llegó ni a rozarlo.
            Mientras, en el descansillo, Thortum y el marinero con un tartim en su mano se preparaban para ir al rescate de Mikho.
            —¿Cómo se llama usted? –preguntaba Thortum.
            —Guizet, señor, ¿y usted?
            —Thortum.
            —No se preocupe lo rescataremos sano y salvo.
            —No lo he dudado en ningún momento.
            —Thortum, tenemos que tener mucho cuidado hasta llegar a las bodegas, pues la pasarela está muy inclinada y el barco se está moviendo demasiado.
            —Pues iremos los dos bien sujetos para servirnos de apoyo mutuo ¿le parece bien?
            —Perfecto; vamos no perdamos más tiempo.
            Iniciaron el duro trayecto por la pasarela; esta tenía una inclinación en caída de unos 45 grados. Los escalones eran muy pequeños, que lo hacían bastante incómodo y complicado de bajar; el recorrido hasta llegar al otro navío fue de unos catorce metros. Se tropezaron cuatro veces antes de llegar a la bodega. Por fin llegaron y la encontraron peor de cómo la esperaban. Destartalada y llena de mercancías que rodaban y caían por doquier. Enseguida localizaron al niño, pero también a un enorme barril que se precipitaba hacia él.
Thortum se abalanzó como un resorte cogiendo en brazos a su hijo un segundo antes de que el barril se precipitase sobre el mismo sitio produciendo un gran estruendo; si no lo llega a sacar de ese lugar probablemente el niño no hubiese sobrevivido al impacto.
            —¡Tiene que darse prisa! ¡tenemos que salir de aquí inmediatamente! –gritó Guizet aliviado al ver como se había salvado el niño.
            Mikho lloraba de alegría al ver a su padre, sin darse cuenta que su tan apreciada pelota se quedaba olvidada en la bodega. El ascenso fue muy penoso y con mucha dificultad puesto que el barco se movía cada instante con más virulencia. Por fin llegaron al encuentro de los demás sanos y salvos...
            —¡Mamá! –gritó el niño entre sollozos, muy contento al ver a su madre.
            —¡Hijo mío! ¡nos tenías tan preocupados!              –exclamó aliviada Kshana mientras lo cogía entre sus brazos. El padre con su gran mano la colocaba sobre la cabecita de su hijo cubriéndola casi en su totalidad mientras le decía...
            —Por suerte no te ha ocurrido nada malo y no tienes ninguna herida; espero que esto te sirva de lección –el niño bajaba la cabecita sintiéndose culpable por haber hecho algo que no estaba bien.
            —Yo les tengo que dejar –habló Guizet–, tenemos que intentar fijar todo lo que podamos en las bodegas. Y ustedes deberían de ponerse a salvo en sus camarotes.
            —No se preocupe –contestaba Thortum–, que yo me ocuparé de eso. Usted tenga cuidado ahí abajo, es muy peligroso.
            A Shieska le parecía que Thortum no era tan rudo como aparentaba, puede ser un hombre que impresiona por su gran tamaño, sin embargo, producía una gran serenidad y bondad. En ese momento vieron que ya estaban repartiendo los salvavidas por los respectivos camarotes. Una vez llegaron a la altura de sus respectivos aposentos, habló Shieska con preocupación...
            —Les aconsejo que se queden en sus asientos y se aseguren de estar bien fijos a ellos por lo que pueda pasar. La situación está muy fea y preocupante.
            —Tiene usted mucha razón, esta tormenta no me produce muy buenas vibraciones –contestaba Kshana girando su cabeza de un lado a otro.
            —Deseo que el Gran Rossthar les proteja –dijo Shieska con una sonrisa tranquilizadora.
            —A todo el barco –añadía Thortum necesitamos que nos proteja a todos–. En ese mismo momento volvía a producirse otro movimiento brusco del Kumash balanceándolos hacia un lado.
            —Tengo miedo –lloriqueaba Mikho–. ¿Papá y mi pelota? –preguntó el niño mientras le caían unas lagrimitas.
            —Te has quedado sin pelota hijo, ese es tu castigo. –contestó Thortum muy serio–. Y ahora quiero que sepas que te protegeremos. Por fin Shieska penetró en el interior del compartimiento; se encontró a Ernesto muy preocupado y bastante asustado, puesto que el tan seguro y estable Kumash que tanto le había hablado Shieska, ahora comenzaba a agitarse más a cada instante. Shieska le explicó todo lo que había pasado e intentó tranquilizarle con muy poco éxito puesto que las circunstancias no eran muy favorables para ello.
El mar se agitaba con furia; las olas comenzaban a cubrir las cubiertas de los dos navíos. Por el momento el de los pasajeros, al estar a unos veinte metros por encima del mar no les alcanzaba las olas, pero sí los efectos de sus salpicaduras. El Kumash, en medio de un mar terriblemente agitado se movía a merced de las olas con el único testigo de la más absoluta oscuridad de la noche. Se agitaba cada instante con más violencia.
Shieska, se estremecía al sintonizar telepáticamente con los comentarios y pensamientos de los marineros. Estos decían que nunca se habían visto involucrados en una tempestad tan terrible y peligrosa como esta.
            El sentimiento de miedo y desesperación invadía a todos los ocupantes del Kumash, incluidos los animales, alborotados en un sinfín de sonidos entremezclados de turis, cruins, chicons, fhonis, cartums, etc.; todos presentían que algo malo estaba sucediendo, su instinto animal presentía la muerte muy cerca.
            En el otro navío, el de mercancías, había dos marineros que intentaban inútilmente asegurar todo lo que podían. Se dieron cuenta que peligraba sus vidas y decidieron salir de allí lo más rápidamente posible. Nada más salir, los correajes que sujetaban los bultos de mercancías y los pesados bidones de agua se iban partiendo al no poder resistir tanta presión de los embistes producidos por la agitación simultánea del oleaje; las estanterías cedían y dejaban caer sus cajas y demás productos que estaban destinados al comercio.
            Las grandes olas ya se abalanzaban y estrellaban contra el ventanal donde estaban Shieska y Ernesto. Ella asustada no pudo evitar el abrazarse a él.
            —¡Por el Gran Rossthar! ¡las olas alcanzan el navío de los pasajeros! ¡el mar nos quiere tragar! –gritó histérica y aterrada.
Ernesto la soltó y cerró las cortinas de un tirón; decidió que sería mejor no ver el espantoso espectáculo a pesar que la oscuridad no dejaba ver gran cosa. El mar había decidido que el Kumash entero le pertenecía. Las terribles olas ya comenzaban a cubrir la parte más alta del barco. Eran tal los embistes y el zarandeo que los estómagos de los pasajeros sentían que se les iba a salir por sus bocas. Entre los gritos de la gente se podía escuchar cómo el Kumash se estremecía y crujía, asemejaba un lamento de un animal moribundo que sabía que iba a morir en cualquier momento. Mientras, bajo las aguas turbulentas los animales marinos luchaban titánicamente por mantenerse unidos y luchar contra la fuerza del mar. Intentaban con todas sus fuerzas dirigir el navío lo más rápido que podían fuera de peligro, proeza imposible, puesto que la fuerza de la tempestad los abalanzaba de un lado a otro sin poder dominar sus cuerpos y dirigirlos en el mismo sentido todos a una para ayudar a sus amigos los humanos. Los desperfectos en el interior del barco se incrementaban. El comedor estaba repleto de instrumentos de cocina por el suelo; vasos, botellas, alimentos caían por doquier; en cubierta eran arrancadas de cuajo sillas y mesas siendo arrastradas por el mar fuera del barco. Los animales seguían en su empeño, parecía que realmente querían salvar sus propias vidas. Por fin lo estaban logrando, el Kumash estaba saliendo poco a poco del corazón de la tempestad. De momento no había ninguna víctima humana, pero si unos doce heridos por contusiones leves.
El navío de los animales también había recibido muchos daños, la mayoría de ellos perecieron por el estrés, el miedo y los golpes recibidos. Lentamente parecía que el esfuerzo titánico comenzaba a dar resultado; el Kumash se movía alejándose de la tempestad muy despacio, pero lo suficiente para salir del peligro. Los embistes de las olas comenzaban a remitir, la fuerza del viento amainaba poco a poco. ¡Por fin estaban fuera de peligro! La tempestad la estaban dejando atrás, ya sólo quedaba un vendaval de viento y lluvia. Sus amigos los marinos acababan de salvarlos a todos.
            En el camarote de Shieska y Ernesto, se estaban abrazando de alegría...
            —¡Estamos fuera de peligro! –exclamó Shieska muy entusiasmada mientras besaba a Ernesto en ambas mejillas.
            Ernesto contempló cómo unas lágrimas de felicidad brillaban en los ojos de ella.  La abrazó con más fuerza, él también había sentido verdadero pánico, nunca antes había sentido tanto miedo por perder su vida como hacía unos minutos.
            —¿No oyes ese bullicio de gente? –preguntó sorprendido Ernesto.
            —¡Salgamos fuera a ver lo que ocurre! –le dijo mientras lo cogía de la mano para que la acompañase al pasillo. Se toparon con los viajeros que habían salido de sus compartimentos, se estaban felicitando llenos de alegría y no era para menos, milagrosamente se habían salvado. Shieska y Ernesto se encontraron en unos momentos rodeados de mucha gente que los estaban abrazando; ellos también correspondían contagiados por la euforia de estar sanos y salvos.
Fuera, ya sólo caía una débil lluvia sobre el barco. Ahora era el momento de prestar ayuda a los heridos, después ya descansarían. Y por la mañana se dedicaría toda la tripulación, incluidos todos los pasajeros, a la restauración del barco; esta tarea no cesaría hasta finalizar con todas las reparaciones de los desperfectos.
            Por fin, agotados por el cansancio y el estrés de todo lo sucedido, la gente se fue retirando al cobijo de sus respectivos camarotes. Ernesto y Shieska ya en sus literas y más relajados se quedaban profundamente dormidos. Mientras, el kumash seguía su rumbo con las velas ya desplegadas y agitadas por un viento suave. La leve lluvia dejaba de caer y en la profunda noche las nubes daban paso a un cielo plagado de estrellas.
            Al amanecer, había mucho movimiento en el Kumash. Estaban organizando las tareas según para quien las podría desempeñar; trabajaban como un equipo bien organizado, estaban contentos y lo mostraban cantando canciones; sabían que se habían salvado y por muy poco. Sonaba una campana que avisaba que todo el mundo acudiese al comedor para desayunar, ahora sí que estaba en perfecto estado para ello. En el comedor se estaba finalizando la planificación de una gran fiesta, para celebrar que habían sobrevivido a la terrible tempestad. Shieska y Ernesto se dirigieron hacia el comedor para darse un buen desayuno. En el mismo momento que llegaban se terminaba de acordar el tema de la fiesta brindando con vino. Se aproximaron a la barra del comedor junto a un matrimonio que mantenía una animada conversación...
            —Puede ser muy divertido, me apetecería mucho –comentaba la mujer bajita y rechoncha que vestía un conjunto de chaqueta y pantalón azul celeste.
—Cariño, hace mucho tiempo que no bailamos ¿recuerdas la última vez?     –habló su marido que era mucho más alto y delgado, que vestía un pantalón y una camisa marrón claro dándole un aire mucho más serio que a su mujer.
            Los dos aparentaban tener unos cuarenta años. Shieska interrumpió la conversación dirigiéndose a la mujer rechoncha...
            —Perdonen que les moleste ¿saben si se piensa celebrar alguna fiesta o algo parecido? –la mujer con unos coloretes en su cara muy llamativos y graciosos que al mismo tiempo hacían que rejuveneciese bastante, contestó con una sonrisa sincera y llena de simpatía...
            —Joven ¿no han visto ustedes el cartel que tienen a su izquierda? –les informó mientras les señalaba con su dedo. Shieska y Ernesto se giraron hacia ése lado y pudieron ver efectivamente un cartel recién puesto que decía...
            “A lo largo de todo el día se festejará la gran suerte que hemos tenido de sobrevivir a la terrible tempestad. Inmediatamente después del desayuno celebraremos con nuestros amigos los animales marinos su ayuda prestada en nuestra salvación. Para ello nos reuniremos en la zona de estribor junto a la bandera, y lanzar al agua su correspondiente premio. Después tendremos música, bailes, mucha comida, y por supuesto teatro. Nuestras máximas felicitaciones y deseos de que disfruten de este día y de todos los que vengan después. Demos gracias al Gran Rossthar”.
            —Tiene que ser un día placentero –hablaba la mujer rechoncha–, creo que nos lo merecemos después de lo mal que lo hemos pasado ¿no lo creen ustedes? yo me he hecho un poco de daño en el brazo derecho.
            —No los molestes cariño ¿no ves que están intentando leer el cartel? –interrumpiéndola su marido con la seriedad que le caracterizaba.
            —¡Oh, no nos ha molestado! permítanme que nos presentemos, mi amigo se llama Renstor y yo Shieska para servirles.
            —Mi marido se llama Penthor; siempre me está diciendo que molesto a la gente y no es así ¡ah! perdonen; yo me llamo Arkania.
            —Realmente –intervenía su marido–, nunca he querido decir que mi mujer molestase a la gente, lo que quiero decir es que es demasiado amable, que no es lo mismo.
            —Gracias cariño, tú siempre haciéndome sentir bien ¿por qué no se sientan con nosotros y desayunamos?
            —No puede ser –contestaba mientras miraba a Ernesto –mi amigo no se encuentra bien y nos llevamos el desayuno al camarote.
            —¿Está enfermo, les podemos ayudar en algo?      –preguntó la mujer con cierto aire de preocupación.
            —No tienes que ser tan indiscreta cariño                –riñéndola suavemente su marido.
            —No se preocupe –se dirigió Shieska al señor–, su mujer lo hace de corazón y con muy buena intención interesándose por la salud de mi amigo; y les diré que no es nada, es un simple malestar de estómago producido seguramente por el estrés y nervios que hemos pasado esta noche.
            —¿Lo ves, siempre te parece mal lo que hago?         –se encaró la mujer con su marido.
            —¡No, cariño! Pero es que a veces hablas demasiado –le dijo a su mujer mientras le daba un beso cariñoso en la mejilla.
            Shieska y Ernesto se despidieron dejándolos a los dos haciéndose carantoñas. Por fin llegaron a su compartimiento.
            —¿Tienes apetito? –preguntó Shieska mientras preparaba la mesa para el almuerzo.
            —Pues sí, un poco –contestó mientras la ayudaba poniendo unas servilletas de tela.
            Se sentaron, tenían dos bollos pequeños rellenos de mermelada y un vaso de leche de Túris para cada uno para desayunar.
            —Shieska, antes nombraste la palabra estrés ¿vosotros también lo sufrís?
            —En primer lugar, hay que definir el estrés: nosotros lo explicamos como una sobrecarga de energías negativas. Nosotros lo evitamos logrando auto sanarnos con nuestra propia mente potenciando las reacciones vitales del organismo, descargando a su vez estas energías negativas. Vosotros utilizáis unos tipos de pastillas para eliminar esos síntomas, pero no incidís en la acción que lo produce y seguiréis con el problema por más tiempo.
            —Tienes toda la razón Shieska, lo único que hacemos es drogarnos, puesto que yo he sido uno de ellos cuando pasé por una pequeña depresión.
            —Cambiando de tema ¡qué susto hemos pasado! ¿verdad? –comentaba Shieska después de beber un trago de leche–, por lo que me han dicho los marineros es la primera tormenta tan fuerte que sufre el Kumash.
            —Cada vez estoy más convencido –hablaba Ernesto mientras tragaba el primer bocado–, de que soy un gafe.
            —¿Un gafe? ¿qué quieres decir con eso?
            —Un gafe, es una persona que lleva la mala suerte consigo.
            —Pero si tú no eres un gafe, por lo menos a mí no me lo parece.
            —Tú escúchame un momento y te resumo mi vida y verás cómo tengo razón. En primer lugar, de chiquillo, me rompí dos veces el mismo tobillo, me rompí también un dedo. Mi madre falleció de cáncer cuando yo tenía doce años, en el momento en que mi familia estaba mejor que nunca y podíamos ser felices. Cuando me hago mayor, me enamoro de una mujer maravillosa, Susana; cuando la conocí teníamos 15 años, después de 19 años y cuando más felices estábamos, ¡zass! un accidente de tráfico acabó con su vida. Luego ocurre lo del viaje sin billete por el tiempo, por supuesto en el momento que también empezaba a enamorarme de una mujer maravillosa. ¡No podía ser otro en el planeta nada más que yo! Y para el colmo subimos a un barco que me habías asegurado que siempre había resistido a todo tipo de tormentas y que es muy seguro. ¡Pues toma! La tormenta más fuerte que hayáis conocido y casi consigue hundirnos, ¿qué te parece, soy gafe o no soy gafe?
—No, insisto que no eres gafe –explicaba no sin poder contener una sonrisa–, el barco no se ha hundido. Y las desgracias que te han ocurrido, no niego que hayan sido duras. Pero tú no eres la única persona en el mundo que ha tenido problemas.
La vida es como la energía positiva y negativa, el bien y el mal, todo está en equilibrio, al igual que nosotros, tendremos momentos buenos y momentos malos.
            —Perdona que te interrumpa, pero mi equilibrio está del lado de los momentos malos.
            —Eso crees tú. Ya te expliqué: que todo lo que ocurre en esta vida tiene un motivo y un porqué; que los problemas tenemos que aprender a superarlos y sacarles el lado positivo de ellos, nos hacen más fuertes y enriquecen nuestra evolución.
            —Pues no sé qué pueden enriquecerte los problemas –interrumpió con gesto incrédulo y un poco desanimado.
            —Creo haberte dicho antes que nuestro espíritu está evolucionando constantemente, y tú al igual que todos a base de ir superando obstáculos en la vida te vas superando a ti mismo y vas enriqueciendo tu alma. Tranquilo, que con el tiempo sabrás por qué has tenido que llegar hasta aquí, y cuál será tu misión en el futuro.
            —Muy bien, Shieska me has tranquilizado con tu charla, me has animado mucho –se expresó de un modo que ni él se lo creía.
            —Venga Renstor tienes que animarte, todo está saliendo muy bien y tú estás muy adelantado en telepatía y lenguaje.
            —Hablando de telepatía. Cuando desapareció el niño...
            —Mikho.
            —Eso. ¿Se puede contactar telepáticamente con los niños?
—Con la telepatía se puede contactar con quien quieras y donde quieras.
Pero para con los niños esta habilidad, como te diría, está un poquito verde les falta algo de maduración. Con el niño lo único que se sabía es que estaba bien, pero nada más, puesto que es muy pequeño todavía y no se puede entablar una conversación telepática con él.
            Además, los fenómenos atmosféricos y eléctricos impiden una buena comunicación telepática.
            —Entendido. Cambiando de tema: ¿no te gustaría que disfrutásemos de los festejos?
            —Claro que me gustaría; es un poco arriesgado, pero si realmente lo deseas, lo intentaremos. Ahora lo que vamos a hacer es subir y ver cómo recompensan a nuestros amigos marinos. ¿Te parece?
            —¡Me parece perfecto! ¿Están muy buenos estos bollos no crees? –preguntó Ernesto con la boca llena.
            —Sí que lo están, estos me encantan –exclamó mientras se relamía el labio superior.
En ese mismo instante Shieska se quedó totalmente seria y callada, se tragó el último bocado con una mueca extraña. Ernesto, muy sorprendido se quedó mirando sin comprender la reacción tan extraña de Shieska; ella hizo un gesto con su dedo índice llevándoselo a sus propios labios con la intención de que se quedase en silencio; se giró unos segundos después hacia el ventanal. Se mantuvo así de espaldas a él durante unos cuatro minutos. Ernesto se quedó inmóvil centrando su pensamiento y atención con el de ella y para su sorpresa: ¡bingo! había sintonizado con el cerebro de Shieska. ¡Era increíble! no se lo podía creer, estaba escuchando un diálogo entre ella y su padre.
Por fin Shieska se giró, sonrió y seguidamente intentó explicarle lo que había ocurrido...
            —Era mi...
            —Ya lo sé, era tu padre –interrumpió con una sonrisa.
            —¿Cómo lo has sabido, no me digas que?...           –preguntó frunciendo el ceño.
            —¡Lo he conseguido, me he introducido en la comunicación entre vosotros! Espero que no te haya molestado el inmiscuirme en la conversación.
            —¿Molestarme? ¡Al contrario, estoy impresionada! Dime. ¿Qué has entendido?
            —Sólo han sido unas pocas frases: me ha parecido entender algo como que tu padre estaba muy preocupado y que necesitaba saber cómo te encontrabas.
            —¡Muy bien Renstor! –gritó eufórica–. No esperaba que tan pronto fueses capaz de conectar telepáticamente. ¡Increíble! –se abalanzó nada más terminar de decir esas palabras y lo abrazó con fuerza mientras lo besaba en la boca. Fue sólo un beso de dos segundos ya que en el momento que se dio cuenta de lo que estaba haciendo se retiró bruscamente hacia atrás.
            —Yo... lo siento... –se excusaba avergonzada–... ha sido un impulso incontrolado e involuntario, perdóname ha sido algo que no puedo entender por qué lo he hecho.
            —No seas tonta Shieska, pareces una niña            –tranquilizándola con una sonrisa mientras la sujetaba por los hombros–. Si sé que ha sido de la propia alegría. No ha pasado nada ¿de acuerdo?
            —Prométeme que lo olvidarás –exclamó muy seria.
—Prometido –dijo mientras cruzaba los dos dedos índices. En el fondo no lo olvidaría, aunque el beso fue muy corto. Lo que importaba era su significado, mucho más profundo para él, más romántico, puesto que esta era la segunda vez que le daba un beso en la boca, y él sabía que en las costumbres de esta humanidad no se daban los besos en la boca a no ser que sean pareja.       
            Shieska a su vez también meditaba sobre lo que estaba sintiendo, era una atracción hacia él, que a cada momento se iba haciendo más fuerte; era una sensación que nunca antes había sentido y además sabía perfectamente que Ernesto también lo sentía por ella.
—(No debería de ser débil) –se decía a sí misma– (Tenía que resistir, puesto que una posible relación con él podría desembocar hacia una involución para su mundo).
            —Shieska. ¿Me puedes explicar con más detalle que es lo que te ha dicho tu padre? –interrumpiendo sus pensamientos.
            —Perdona Renstor, me he quedado un poco abobada. Pues mi padre por lo visto había tenido una pesadilla conmigo; y en esta me veía en el barco hundiéndome en medio del océano.
            —Pues casi acierta –interrumpió irónicamente.
—Muy gracioso el chico. En serio, mi padre había conectado sin saberlo con mi fuerte sensación de miedo, de terror, en los momentos más críticos que hemos pasado. Le he explicado, que hemos sufrido una muy mala tormenta y que ya la habíamos superado sin ninguna novedad. También le he preguntado por la familia y por Ainasha; cómo fue la unión, es decir con la boda.
            —Con vuestra telepatía en mi tiempo se hundían las empresas de telefonía.
            —¿Las empresas de qué? –preguntó confundida.
            —¡El teléfono! ¿no sabes lo que es?
            —¡Ah, sí! algo para poder comunicaros. ¿Te parece si seguimos practicando los ejercicios?
            —Sí, cómo no, por mí podemos practicar lo que tú quieras –afirmó pícaramente.
            —¡Ernesto, cuidado con lo que piensas!                  –exclamó sonriendo abiertamente.
            —Era una broma, sólo una broma tonta –ahora reían los dos.
            —Deberíamos practicar un poco mi idioma, sobre todo para estar precavidos si tenemos que salir más tiempo fuera del camarote ¿no crees? –ahora preguntaba Shieska un poco más seria.
            —Me parece muy bien. Aunque me gustaría ver cómo les dan a los animales marinos su recompensa.
            —Como quieras, pero sólo será un momento. Luego practicaremos el lenguaje.
            —¡Perfecto!
Ya estaban en la cubierta del barco junto a todos los pasajeros del Kumash. Más o menos habría unos doscientos cincuenta que se arremolinaban a lo largo de las barandillas con la intención de poder ver a los animales marinos.
Unos sonidos estridentes salían de una especie de trombones de casi dos metros de largo, estos producían unos sonidos que indicaban una llamada de atención para los animales. Unas campanas repicaban al compás de los aplausos de todo el público ansioso por la aparición de sus amigos los salvadores.
Por fin comenzaban asomarse los primeros chorros de agua a presión de los primeros tronshas; los aplausos se incrementaron sumándose canciones o himnos dedicados a los animales. Enseguida aparecieron los roonaris y como si fuesen las estrellas más solicitadas aparecieron tras la estela del Kumash los nessis.
           
            Unos marineros con apariencia musculosa traían entre sus brazos unos bidones llenos de mins y siroas, para seguidamente lanzarlos por la borda y dárselos como alimento; este era su mejor premio sumado al reconocimiento con los sonidos de los trombones, las campanas y los gritos de la gente jaleándolos con euforia. Shieska y Ernesto se reían de lo que estaban disfrutando, mientras, alternaban sus miradas entre los animales y ellos mismos. Después decidieron, mejor dicho, decidió Shieska bajar los dos al camarote y practicar con el lenguaje. No sin antes bombardear a preguntas a Shieska por parte de Ernesto:
            —Tengo entendido que las ballenas, normalmente necesitan tragar grandes cantidades de agua para poder alimentarse, en este caso de los mins. ¿Entonces el alimento que les lanzan no sería suficiente para ellos?
            —Realmente no les estamos dando un banquete a nuestros amigos, simplemente es un pequeño aperitivo simbólico, donde les ofrecemos con cariño nuestro agradecimiento. Además, sabemos cómo reproducir grandes cantidades de mins concentrados en un litro de agua.
            —Ahora lo comprendo. ¿Cómo se llaman esos instrumentos que se parecían a los trombones?
            —Se llaman Troarsh.
            —¿Y las campanas?
            —Estongs. Pero no sigas con este tema. Nos habíamos quedado anteriormente con una frase completa, te la recuerdo: mucho gusto en haberle conocido, hasta luego. Demuéstrame como la traduces.
            —Creo que se dice... –meditó durante unos segundos–, ristar soo stem, shiap ¿he acertado?
            —¡Magnífico! ¡Y la pronunciación es muy exacta! –exclamó muy entusiasmada, pues estaba progresando mucho en el Arkeep. En ese mismo instante les sorprendió el sonido de unos niños al cruzar por delante de su camarote.
            —¿Qué pasará ahí fuera? –preguntó volviéndose hacia la puerta. La abrieron inmediatamente y salieron al pasillo. Pudieron contemplar: cómo muchos padres acompañaban a sus hijos; entre ellos vieron a Kshana, Thortum y el pequeño Mikho...
            —¡Hola! –saludó Kshana dirigiéndose a Shieska y Ernesto–, vaya susto que hemos pasado todos. No hemos coincidido después de la terrible tormenta ¿verdad?
            —No nos hemos visto. ¿Han estado ustedes en la celebración con los animales? —preguntó Shieska.
            —Sí que hemos estado, pero con tanta gente ya se sabe –intervino Thortum.
            —¿Habéis pensado también en ir a ver el teatro? –preguntó Kshana mientras sujetaba el pequeño Mikho, que no cesaba de intentar irse detrás de otro niño.
            —Sí, creo que luego subiremos –afirmó Shieska mientras miraba a Ernesto.
—Muy bien, entonces nos veremos allí arriba –se despidió Kshana y Thortum al unísono. Shieska y Ernesto entraban en el camarote después de despedirse.
            —Me parece que será mejor que nos esperemos a que suban la mayoría de la gente ¿no te parece?               –preguntó Shieska mientras se asomaba al ventanal.
            —Tienes razón –comentaba Ernesto mientras se aproximaba a ella por detrás–, esa mujer habla demasiado, me podría poner en un compromiso. Podríamos seguir repasando diálogos ¿qué te parece?
            Efectivamente, mientras esperaron un buen rato repasaron posibles diálogos. Por fin subieron a cubierta y vieron que estaba todo muy animado. Se había improvisado un pequeño teatro cubierto de un toldo rojo satén. Delante se agrupaba muchísima gente dejando a todos los niños en las primeras filas sentados en el suelo, puesto que después del terrible suceso se habían perdido muchas sillas. Shieska y Ernesto se situaron al fondo de todo el gentío. En medio de muchos aplausos salieron al escenario cuatro personajes, un chico que hacía de niño, otro disfrazado de oso, uno más disfrazado de tortuga y por último una chica disfrazada de flor como una margarita. La representación intentaba explicar las peripecias de un niño que no quería hacerse mayor, no deseaba crecer, él quería seguir siendo niño a toda costa; los otros personajes le enseñaban que no debería resistirse a ser mayor, que crecer y madurar era importante y necesario para él. Le demostraron tanto al niño como a todos los demás que veían esta representación, que la evolución de la naturaleza había que dejarla que siguiera su curso. Al finalizar la representación teatral, llegaron los aplausos, sobre todo de los niños que aplaudieron con todas sus fuerzas mientras se reían y se giraban hacia atrás buscando con sus miradas que sus padres estaban ahí pendientes de ellos y que no los
habían dejado solos. Shieska mientras tanto le explicaba a Ernesto la representación, puesto que él no se había enterado muy bien.
            Seguidamente los puestos destinados al comercio se transformaron en improvisadas mesas llenas de comida y bebida. Salieron cinco músicos con sus respectivos instrumentos: estos, se parecían a un violín, una pandereta, un tambor, y algo parecido a una guitarra española con dos mástiles y nueve cuerdas cada uno; y, por último, algo que a Ernesto le recordaba a un acordeón, con la diferencia que tenía algo que se parecían a unas pequeñas trompetillas situadas tanto arriba como abajo del mismo.
            —¿Qué clase de instrumento es ese Shieska?         –preguntó Ernesto muy intrigado.
            —Cuál me dices ¿el de la derecha del todo?
            —Sí ese mismo, ese que se parece a un acordeón.
            —Es un casshín, produce tres tipos de sonidos diferentes de viento al mismo tiempo.
            —Me suena muy bien –contestó con un movimiento de cabeza al son de la música.
La música sonaba con mucho ritmo e incitaba a todo el mundo a bailar. El ambiente festivo se iba animando por momentos; la gente ya estaba bailando unos con otros. Shieska y Ernesto se miraron, sonrieron, levantaron sus brazos, entrelazaron sus manos y comenzaron a bailar. Disfrutaron mucho puesto que no cesaron de bailar hasta muy entrada la noche; ni siquiera ellos como el resto de la gente notaron como la temperatura había descendido unos grados refrescando bastante el ambiente. El cielo estaba totalmente despejado, la luna llena acompañada de sus
amigas las estrellas, los observaban como si realmente pudieran sentir tristeza de no ser humano y no poder estar con ellos disfrutando de la fiesta.
            Por fin los cuerpos de Shieska y Ernesto se rindieron al agotamiento físico y decidieron bajar al camarote. Bajaban por las escaleras corriendo y a carcajada limpia.
            —¡Shssss! –siseó Shieska–, ¡la gente está durmiendo!
            —¡Shssss! ¡y tú los vas a despertar a todos!           –bromeó mientras la empujaba al interior del compartimiento.
            —Lo he pasado fenomenal ¿tú también verdad? –preguntó Shieska mientras se dejaba caer en uno de los asientos.
            —¡Claro que sí, ha sido estupendo! Lo necesitábamos tú y yo –contestó mientras se sentaba enfrente de ella.
            —Tienes razón, nos lo merecíamos. Hemos trabajado muchísimo, nuestras mentes necesitaban un poco de relajación y diversión.
            —¿Un poco? pero si hemos estado bailando casi toda la noche.
            —¡Exagerado! –exclamó mientras lo empujaba contra su respaldo.
            —¡Esto exige una venganza! –exclamó mientras se levantaba de su asiento con gesto malévolo.
            —¡No, quieto por favor! –mientras se reía–, es muy tarde y necesitamos dormir.
            —Muy bien Shieska, tú ganas, pero no creas que te vas a escapar de mi venganza –al estar tan agotados de tanto baile se quedaron dormidos al poco tiempo.







CAPITULO 7


“Si das pescado a un hombre hambriento lo nutres durante una jornada. Si le enseñas a pescar y cómo fabricar una caña, le nutres toda la vida.”
Lao Tse (640 a.C)

            Pasaron los días y las semanas, total veintitrés días. No se encontraron con ninguna tormenta más y todo transcurrió sin ningún contratiempo. Ernesto había progresado mucho, ya dominaba bastante bien el Arkeep; por lo menos sabía ya las palabras y frases imprescindibles. Ernesto no se atrevió a entablar alguna pequeña conversación con ningún pasajero, y eso que Shieska le animó para ello. Por fin avistaron tierra. Ya habían atravesado Roquinsha.
            —¡Rossthar nos bendiga! ¡tieerraaa! –gritó uno de los vigías.
            —¡Al fin hemos llegado! –gritó jubilosa Shieska mientras se asomaba al ventanal del camarote.
            —¿Se ve ya Rhenisha? –preguntó Ernesto colocándose al lado de ella intentando poder ver algo.
            —No, pero creo que faltará muy poco, ahora el Kumash estará bordeando la costa dirigiéndose hacia el puerto; nuestro destino está muy cerca del puerto.
            El puerto ya se empezaba a divisar, tenía forma de media luna cóncava; al contrario del puerto de Arkosheep, tenía muy pocos barcos anclados, éstos eran bastante grandes, pero ninguno como el Kumash. Detrás del puerto se podía observar el pueblo que se situaba a los pies de una cordillera montañosa. El barco iba penetrando poco a poco en el interior del puerto. Ahora todos los pasajeros incluidos Shieska y Ernesto permanecían en cubierta saludando a la gente que esperaban hacía ya mucho tiempo la llegada del Kumash, donde llegarían sus amigos, familiares y por supuesto las tan preciadas mercancías: cerámicas, ropas, animales, alimentos, etc., todo lo que conlleva el comercio del trueque. El sol estaba en lo más alto de la bóveda celeste. Sólo unas solitarias nubes bañaban el limpio cielo azul. Unas aves marinas aleteaban por encima del Kumash, cómo si esperasen que éste trajese algún obsequio para ellas. Ernesto y Shieska se despedían de la familia del niño, Thortum, Kshana y el pequeño Mikho...
            —Tened mucho cuidado y pasadlo bien –les deseaba Kshana.
            —Lo mismo os deseamos –contestaba Shieska.
            —Hola ¡por fin os encuentro! –entraba en escena Guizet el marinero–, tengo una cosa para ti Mikho           –mostrándole la pelota extraviada en las bodegas.
            —¡Mi pelota! –gritó el niño con una amplia sonrisa mientras la cogía entre sus manos y la apretaba contra su pecho.
            —¿Qué se dice ahora? –intervino su padre.
            —Muchas gracias, buen hombre –todos rieron la ocurrencia del niño.        La familia continuaría el viaje en carro tirado por thorkins hacia un pueblo vecino llamado Bambala, al que por supuesto estaban invitados Shieska y Ernesto cuándo quisieran. También se despidieron del matrimonio que conocieron en la barra del comedor, Arkania y Penthor, ellos sí que se quedarían en Rhenisha, pero antes tenían que visitar unos parientes en Krotap. Shieska y Ernesto con sus mochilas a la espalda estaban fuera del Kumash, esperaban que de inmediato les trajeran sus thorkins, les habían echado mucho de menos. Por fin un señor bajito y extremadamente delgado les traía a Karím y a Rinho, Shieska le dio las gracias y se puso a acariciar a Karim, Ernesto hizo lo propio con el suyo; los animales estaban nerviosos y contentos de poder verlos al cabo de tanto tiempo, sobre todo Karím, a pesar de que Shieska siempre tuvo contacto telepático con él para ayudarlo a no sentirse sólo, parecía muy sensible al poder sentir la mano de Shieska sobre su lomo y poder olfatear a su amiga. Por fin cogieron las riendas y se alejaron poco a poco del barco; se volvieron los dos para quedarse contemplando la majestuosidad del Kumash, sentían algo muy extraño como si tuviesen la sensación de que éste tuviese vida propia y le hubiesen cogido algo de cariño. Se dieron media vuelta y siguieron paseando por el puerto en dirección al pueblo. Tenían que ir muy lentamente y bajados de las grupas puesto que todavía no habían salido de la zona portuaria y había mucha gente agrupada en los puestos comerciales. A Ernesto siempre le habían llamado la atención cómo nadie iba con prisas ni corriendo, todos iban en armonía y con mucha alegría se saludaban y mostraban lo que tenían para comerciar.
            Al cabo de un buen paseo, salieron a un camino ancho sembrado de piedras muy bien pulidas–, en forma de losetas. Montados en sus thorkins cabalgaban observando la cantidad de vegetación y árboles que había a su alrededor. Lo que más llamaba la atención a Renstor, era la gran variedad de aves que había por doquier; era una odisea de colores que maravillaba a quien los contemplase. Poco antes de llegar a la entrada del pueblo se encontraron hacia la derecha del camino a una familia compuesta por los padres y tres hijos que rondaban entre los ocho y catorce años. Ernesto miró con curiosidad cómo llevaban un par de animales muy extraños tirando de un carro cargado con vasijas muy grandes. Los animales eran muy parecidos a los hipopótamos, con la diferencia que las cabezas parecían muy similares a la de un toro. Ernesto miró a Shieska con gesto de sorpresa y preguntó...
            —¿Qué animales son esos?
            —Se llaman Cartums. Estos animales los utilizan exclusivamente para llevar grandes cargas, pues se caracterizan por ser muy fuertes y resistentes, son capaces de resistir una semana sin beber nada –al finalizar la explicación, se detuvieron justo al lado de la familia.
            —Saludos en nombre de Rossthar –fue Shieska la que primero saludo cordialmente.
            —Sus saludos son devueltos con respeto y purificados por el Gran Rossthar –contestó el padre de familia.
            —¿Ustedes viven en este pueblo? –preguntó mientras se bajaba del thorkin.
            —Desde hace algo más de 250 beneris. ¿No es así cariño? Imagínense cuánto tiempo vivimos en este pueblo –habló la mujer.
            —Muy bien. ¿Me podría indicar, por favor, dónde vive o se aloja el gran Turem?
            Les indicaron con mucha cortesía y exactitud dónde se alojaba Shook, el Turem. Fueron invitados a beber del agua fresca que contenía una de las vasijas, puesto que las demás contenían un preciado vino de cosecha propia. Después de haber saciado su sed se dirigieron al corazón del pueblo. Se cruzaron con un rebaño de unos animales, que a Ernesto les recordó a las cabras, con la gran diferencia que estas tienen unas largas patas terminadas en unas grandes pezuñas; poseen cuernos, los machos son los únicos que tienen una cornamenta enorme y llamativa de unos 120 cm, muy similar a la de los ciervos; y dos simples cuernos de unos treinta cm las hembras; su pelo está formado de cerdas finas y de color amarillo ocre...
            —¿Cómo se llaman esos animales? –preguntó Ernesto.
            —Son Túris. Su leche y carne es muy apreciada. ¿Ves aquella granja a tu derecha?
            —Sí ¿qué animales son?
            —Chicons, cruins y fhonis. Similares a las gallinas, cerdos y patos.
            —Lo que me estoy dando cuenta, es que todos los animales son muy diferentes.
            —Claro, ya te expliqué que los animales se han modificado genéticamente después de la IV Guerra Mundial. Al menos las secuelas negativas se han extinguido y actualmente solo queda el Sharker.
            La casa del turem se situaba en la parte más alta del pueblo; llegaron enseguida, pero Shieska antes de llamar a la puerta le dijo a Ernesto por precaución que se quedara unos metros más atrás con los thorkins, mientras ella hablaba con Shook. Shieska ya frente a la puerta, llamó un par de veces. Abrió enseguida la mujer del Turem, era tan alta como Shieska, pero no tan joven pues era de mediana edad. Su cara redonda sin ningún tipo de arrugas, con unos bonitos ojos verdes. Llevaba puesto un vestido azul de una sola pieza con unos tirantes y unas zapatillas de esparto con tiras cruzadas y entrelazadas a modo de unas cadenas. Con una sonrisa muy amplia la saludó...
            —Hola mi nombre es Shoa ¿con quién tengo el placer de hablar?
            —Mi nombre es Shieska y vengo de Monthar, Continente del Este. Quisiera saber si aquí vive el Sr. Shook.
            —Hija ¡sí que has venido de muy lejos! Puedes estar tranquila que no te has equivocado, aquí es donde vive Shook, es mi marido.
            —¿Shook, querido? Tienes visita. Pero por favor señorita, pase.
            Entraron a algo parecido a una pequeña salita donde había una mesa larga y dos bancos de madera a cada lado, el suelo estaba totalmente alfombrado.
            —Viene usted de muy lejos, seguramente estará muy cansada –comentó Shoa mientras hacía el ademán de que se sentase Shieska.
            —Un poco, tiene usted razón, estoy deseando llegar a mi lugar de destino para descansar.
            —¿A qué debemos el honor de su visita señorita? –entraba en escena Shook.
            —Mis saludos, me llamo Shieska y vengo de Monthar, mi padre le envía esto –le mostró un papel en el cual Shotack le daba sus saludos y deseos de cordialidad entre los dos pueblos. Shook tenía la misma edad que su mujer, su pelo y barba poseían ya marcado el vello, eso significaba que en breve se pondría un poco de chiris. Era muy alto, recio con grandes manos. Vestía con algo parecido a un mono de trabajo de color verde oscuro con un delantal a rayas rojas y blancas que daban un cierto aire informal; calzaba unas zapatillas en forma de mocasines de color amarillo.
            —Muy bien –habló por fin Shook, después de levantar la vista de la carta–. Es todo un honor para mi pueblo y para nosotros tenerla aquí. Pero, por favor señorita, acompáñenos a comer he preparado un asado estupendo.
            —Lo siento de veras, pero no puedo quedarme a comer se lo agradezco enormemente. Me siento muy cansada y ahora lo que me apetece realmente es descansar y dormir. Si les parece me sentaré un rato y charlaremos, pero de verdad que no me quedo a comer, precisamente hace una hora he comido algo en el barco.
            Shieska no quería perder más tiempo, aunque se lo estaban poniendo muy difícil, mostrándose muy amables y cordiales. No dejaban de insistir en que se quedase a comer. El gran problema es que Ernesto se encontraba solo en un pueblo extraño y con muchos riesgos pues cualquier persona le podría poner en un compromiso con una sola pregunta. La conversación se llevó por el camino que a ella le interesaba...
            —¿Podré disponer de alguna casa para alojarme lo antes posible? –preguntó intentando mostrarse calmada y sin nervios.
            —Claro que sí –contestó Shoa–, puede elegir una al lado de la plaza central, con la ventaja de que el mercado lo tendrá muy cerca.
            —¿Podría conseguir alguna más alejada del bullicio del pueblo? algo más tranquilo si puede ser.
            —Sí que la hay. –contestaba ahora Shook–. En las afueras del pueblo en la ladera este del monte, pero no creo que...
            —Perfecta, es justo lo que necesito –interrumpió Shieska con un brillo en sus ojos.
            —Quiero que sepa que está bastante alejada del pueblo y que no dispone de agua canalizada, creo recordar que posee un depósito de agua de lluvia nada más –contestó Shook, bastante preocupado por la decisión de Shieska.
            —No me importa, es lo que busco, un lugar solitario y silencioso para poder concentrarme en mis estudios. También necesitaré un trabajo. ¿Hay algún puesto que necesiten urgentemente? De lo que sea, no tengo ningún inconveniente.
            —Hay muchos puestos de trabajo donde poder elegir –intervino la mujer.
            —Lo que más se necesite.
            —En los arrozales –intervino Shook–, necesitamos recolectar arroz precisamente en estos días.
            —Muy bien, pues cuenten conmigo. Necesitaré información del lugar al que tengo que acudir y el tiempo que tendré que trabajar para acoplarlo con los cursillos.
—No se preocupe, yo me ocuparé personalmente de enviarle a alguien responsable que la informe de todo lo necesario. Y si no le es inconveniente le enviaré algo de comida.
            —No se preocupe, yo me ocuparé personalmente de enviarle a alguien responsable que la informe de todo lo necesario. Y si no le es inconveniente le enviaré algo de comida.
            —Muchas gracias Sr. Shook, son ustedes muy amables.
            —Insisto por última vez ¿desea quedarse a comer señorita Shieska? la comida ya está preparada y lista –interrumpió Shoa con mucha suavidad y gentileza.
            —No se ofendan los dos por favor, pero me siento agotada.
            —No insistas mi amor, ya nos ha dicho bien claro que necesita reposar –medió Shook, sujetando a su mujer por la cintura y dándole un beso cariñoso en el cuello.
            —Sólo una última pregunta –intervenía Shoa muy intrigada–, hasta aquí me han llegado comentarios de sus investigaciones sobre las últimas técnicas de curación y que por lo visto están muy avanzadas para nuestra realidad ¿es tan cierto como dicen?
            —No lo crea, no es del todo exacto. Constantemente estoy aprendiendo nuevos avances, y seguramente, ahora mismo en cualquier parte del Nhartep alguien habrá superado o creado alguna de las técnicas que ahora conocemos; existen muchos conocimientos que me quedan por aprender; es más, he llegado hasta aquí para mejorar mis técnicas sobre el cromikhan.
            —¡Qué casualidad! pues precisamente mi mujer le pueda ayudar pues colabora profundamente con esta asociación.
            —¡Claro que sí! –medió Shoa muy entusiasmada–, y cuente con mi ayuda para todo lo que necesite.
            —Me alegro de que sea usted un miembro más, seguro que aprenderé mucho de sus consejos –terció Shieska con una sonrisa–. Me van a perdonar, pero necesito instalarme ya y descansar, sobre todo.
            —¡Claro que sí! –exclamó mientras le abría la puerta–, que descanses querida. ¿Nos veremos mañana en la asociación?
            —Pues no lo sé, puesto mañana tengo que trabajar en la recogida de arroz y no creo que esté en condiciones de...
            —Por favor, Shoa –interrumpió su marido–, no la molestes más y deja que se vaya.
            —Lo siento Shieska, es que estoy muy contenta de haberla conocido.
            —No tiene que sentir nada, son ustedes muy amables conmigo. Gracias por todo y hasta mañana. Cuando salió de casa, Ernesto estaba sentado en el suelo apoyado en una pared y tirando piedrecillas a las pezuñas de los thorkins...
            —Hola Renstor, no me digas nada y perdóname por la tardanza.
            —No lo creas hemos tenido una charla muy animada los animales y yo, hasta habíamos planeado el instalarnos un lecho de paja para pasar la noche en medio de la calle –explicó con tono burlesco y a la vez jocoso.
            —Pero qué ocurrencias tienes. Vayámonos deprisa ya te lo explicaré todo con detalle.
            —¡Adelántame algo, por favor! –le suplicó mientras subían a sus thorkins.
            —Más o menos todo lo tengo ya organizado. Y lo mejor de todo es que tenemos una casa para nosotros solos fuera del pueblo –mientras cabalgaban hacia las afueras en busca de la casa, Shieska explicaba lo que había hablado con el matrimonio y contestaba sus preguntas...
            —¿Vas a trabajar en la recogida del arroz todo el día?  –preguntó un poco consternado.
            —No, tranquilo, sólo serán unas dos horas por la mañana y por las tardes perderé otro par, pero en este caso sólo dos días por semana.
            —¿No habíamos quedado que estaríamos juntos?
            —Renstor, tienes que comprenderlo, la comida no nos la regalan; tendré que trabajar para ganarnos el sustento. Y reconoce, que nos dan una casa sin tener que ayudar a fabricarla. El pan de cada día se gana con nuestro propio esfuerzo; todo el mundo tiene una función en esta vida y para que el equilibrio no se rompa todos tenemos que poner nuestro granito de arena.
            —¿Yo creía que tú tenías el privilegio de no trabajar? Puesto que como eres una mujer importante y ejerces la enseñanza como una profesora, con eso sería suficiente.
—Renstor, yo siempre he trabajado, simplemente que cuando he tenido que dar los cursillos y tener que viajar me lo impide; quiero que lo tengas muy claro, que cuando no tenga esas actividades trabajaré como el que más y con mucho orgullo. No seas tonto y no te preocupes por si te quedas mucho tiempo solo, porque no será así.
Estaré ocupada muy pocas horas y el resto del día te lo dedicaré plenamente. Recuerda, que desearás que me vaya para que te deje tranquilo.
            —No lo creo, pero espero que tengas razón.
            —Escúchame bien: te prometo que en menos de un mes tú saldrás al pueblo como un miembro más de la comunidad y te relacionarás con la gente perfectamente.
            —Me parece que te estás precipitando Shieska; quieres ir demasiado deprisa conmigo.
            —No lo creas así. Yo sé cómo estás preparado y en qué nivel te encuentras. Te repito, quiero que te convenzas que de aquí a un mes te comunicarás sobradamente con quién te propongas.
            —Ojalá tengas razón Shieska; sinceramente me siento un poco inseguro; realmente lo que siento es un cierto reparo a lo que me espera, tengo miedo a cometer alguna equivocación y que nos descubran.
            —Tranquilo, verás cómo al cabo de unas semanas cambiarás de actitud –seguían ascendiendo por el camino y al girar una pequeña curva llena de árboles gigantescos divisaron un poco más arriba lo que parecía una casa...
            —¡Mira Renstor, ahí arriba! ¿ves esa casa?            –señalando con su mano en esa dirección.
            —Sí que la veo ¿parece muy grande, no crees?
            —Y es preciosa, por lo menos lo parece desde aquí –comentó mientras adelantaba a Ernesto con un par de galopadas.
Ascendieron una pronunciada subida hasta llegar a la casa; esta se veía adosada a los pies de un desfiladero.
Su fachada, de forma semicircular, con dos plantas; lo que más llama la atención eran unos grandes ventanales de cristal unidos por marcos de madera de color azul oscuro; la fachada, estilo caravista de color rojo intenso y muy poroso. A la izquierda de la casa había una caballeriza. Dejaron allí a los animales. Cuando se disponían a entrar, preguntó Ernesto...
            —¿Has visto cuánto hierbajo hay en el suelo? Si quieres los arranco y los quemo, verás que bonito queda esto.
            —¡Ni se te ocurra! Todo lo que ves, aunque sean unos hierbajos para ti; es aprovechable y necesario; pues estas que dices, sirven como alimento para muchos animales y hasta se usan como materia orgánica muy beneficiosa.
            —Pues, no he dicho nada, olvídalo y entremos a ver que sorpresa nos depara esta casa.
Penetraron por fin en el interior, como era normal no tenía ningún tipo de cerraduras, siempre permanecía abierta como el resto de las casas de Nhartep, puesto que nadie sería capaz de entrar en una casa extraña sin permiso y menos adueñarse de algún objeto propio de ésta. En el interior, se encontraron con una pequeña cocina comedor, donde tenía lo necesario para cocinar con todos los utensilios correspondientes; tan solo poseía una pequeña mesa con dos sillas. En el fondo había una hermosa chimenea adornada con muchas conchas de diferentes colores; a la izquierda de la chimenea había unas escaleras que acceden a la parte de arriba; bajo estas escaleras una puerta, la abrieron y descubrieron un cuarto de baño, también pequeño pero lo suficiente para tener una ducha, un wáter y un lavabo, los tres tenían una forma romboidal y hechos
de un mármol precioso con tonos blanco y rosado.
            —Es precioso el cuarto de baño, ¿no te parece?     –preguntó Shieska muy anonadada por lo bonita que era la casa–. ¿Es extraño que esta casa sea diferente a todas las que he visto, este diseño es muy bello pero extraño para mí? Ya nos enteraremos de quién ha sido el que la ha construido –subieron las escaleras y vieron la parte de arriba que disponía de dos habitaciones medianas con sendas camas. Y por último entraron en una habitación que les pareció un escritorio, puesto que tenía una mesa con su silla y una estantería repleta de libros; también había un sinaar, que constaba de un sillón tumbona y encima en el techo una pirámide formada por barras de metal plateado.
            —Esta casa es lo más encantador que he visto en mi vida. –Exclamó Shieska visiblemente emocionada.
—¿Shieska? –preguntó mientras observaba el sinaar–. ¿Qué es eso que tiene una forma piramidal?
            —Es un sinaar. Es para que el que se tumbe debajo se relaje o se pueda concentrar mejor, como por ejemplo para solucionar un problema; al estar bajo su irradiación de energía, favorece la imaginación y no hay perturbaciones de energías que té desconcentren.
            —¿Pero por qué tiene esa forma piramidal?      —Ya te he explicado los efectos de las pirámides que pueden producir en el planeta ¿verdad?; pues imagínate que pueden hacerte a ti mismo, pero a menor escala.
La forma piramidal actúa como un catalizador de energías, también las utilizamos para conservar alimentos, por ejemplo: un trozo de carne se conserva mejor dentro de una pirámide que fuera de ella.
            —¿Es que no tenéis algo parecido a los frigoríficos?
            —No, no tenemos frigoríficos, tenemos unos cajones con hielo para los alimentos delicados, este hielo lo producimos con nuestra propia energía. Además, solemos vivir y comer al día; cuando tenemos algo delicado, como un trozo de carne, un conejo, los colocamos bajo una pirámide pequeña para estos casos, y aguanta perfectamente; y con el pescado fresco, lo que hacemos en conservarlo con sal y bicarbonato sódico.
            —¿Sólo con tener forma piramidal sirve para todo eso?
            —No, tiene que tener unas medidas claves, por ejemplo, la pirámide debe de tener cuatro caras idénticas, donde cada una de ellas es un triángulo isósceles, la base tiene una medida y los lados serán de idéntica longitud. También poseemos los conocimientos para proteger recipientes donde guardamos los alimentos, depósitos de agua, tuberías, nuestros hospitales, etc. a base de un recubrimiento de plata con partículas de pigmento y resina, con esta capa nos protegemos del moho, hongos, gérmenes y microbios. Esta sabiduría ha sido trasmitida por los egipcios y los fenicios. –Ernesto se quedó pensativo, puesto que cada día que pasaba escuchándola, le convencía más y más la sabiduría que poseía esta civilización.
            Estando todavía en el interior del escritorio. Shieska de un tirón corrió las cortinas que cubrían un gran ventanal; quedándose impresionados por la belleza del paisaje que se podía observar desde allí...
            —¿Has visto qué paisaje? –preguntó con la mirada fija en el cristal observando sin pestañear con esos ojos grandes y azules que a Ernesto tanto le atraían–. La idea de que toda la fachada sea de cristal es muy acertada, puesto que de esta manera capta la máxima luz del día y se puede ver todo el paisaje.
            —¿Eso que se ve es Rhenisha?
            —Sí. ¡Y mira se puede ver hasta el mar! Desde aquí se deben de ver unos amaneceres increíbles –se sentía entusiasmada y feliz por lo que iban descubriendo del lugar.
            —A mí también me gusta mucho. Lo que no entiendo es porqué esta casa se sale de lo normal, si según tú me habías dicho siempre, todas las casas tienen que tener los mismos lujos, que unas no pueden ser más que otras.
            —Yo tampoco lo entiendo, es la primera vez que veo una como esta, con tanto lujo, pero no me importa, me gusta mucho.
            —¿Qué puede ser eso? –preguntó señalando hacia el techo a su izquierda. Pues había visto algo parecido a una trampilla con dos puertas.
            —Es una trampilla, lo mismo accede a un pequeño ático. Vamos a probar a abrirla...    
            La trampilla tenía un tope con un trozo de madera clavado. Sin embargo, se movió con facilidad cuando Ernesto lo giró. Al instante dejó que bajasen las dos puertas de la trampilla. Se encontraron con una luz cegadora que deslumbró los ojos de ambos. Esa luz provenía de la luz solar penetrando por un hueco de metro y medio de anchura, era el de una pequeña bóveda de cristal.
            —Parece que sea un pequeño observatorio            –intentaba adivinar–. Sin embargo, no hay ningún tipo de telescopio o algo parecido, no lo entiendo –en ese mismo instante sonaron unos golpes que provenían de la puerta principal, los cuales interrumpieron las divagaciones de ambos.
            —¿Esperas a alguien, Shieska?
            —No, que yo recuerde no. Quédate aquí y no hagas ningún ruido, voy a bajar a ver quién es –Shieska se dispuso a bajar las escaleras, cuando volvieron a sonar golpes.
            —¿Hola, Shieska, está usted ahí? –sonaba una voz masculina detrás de la puerta.
            —Al abrir la puerta se encontró con un hombre alto y robusto, su cara y piel tenían un color moreno muy llamativo, de rasgos duros; vestía un pantalón corto marrón pálido y una camisa granate, la cual se ceñía a sus pectorales destacando unos impresionantes músculos; llevaba colgando de su hombro derecho una gran bolsa de tela blanca, que se apreciaba bien llena.
            —Perdóneme por la tardanza... –habló por fin Shieska, con el aliento entrecortado por haber bajado las escaleras tan rápido–... pero es que estaba en la parte de arriba y no le había oído.
            —No se preocupe. Me llamo Yousho y me envía Shook. Soy el encargado de la recogida del arroz. He venido para informarla y también para darle unas humildes provisiones para que usted pueda degustar       –mientras la miraba impresionado por la belleza de Shieska; descolgaba de su hombro la bolsa mostrándosela.
            —Pero ¿qué me ha traído? ¡Esto pesa demasiado! –se quejó mientras cogía la bolsa, la cual con el propio peso se le fue de golpe al suelo–. Y por favor prefiero que nos tuteemos.
—Pesa un poco Shieska, pero no es tanta comida como parece –sonreía Yousho–. Contiene un poco de carne de ternera asada, legumbres, unas patatas guisadas, pan, leche y unas tortas dulces.
            —¿Todo esto es para mí, no te parece demasiado?
            —No lo creas, piensa que tienes que comer, cenar y desayunar –pensó en Ernesto y se alegró por él, pues así tendrían suficiente comida que podrían compartir.
Yousho al verla pensativa y callada arqueando sus pobladas cejas oscuras preguntó...
            —¿Te ocurre algo, hay algo que no te guste?
            —No, claro que no, todo está demasiado bien       –afirmó mientras cerraba la bolsa.
            —Te lo decía, porque te había notado un poco dubitativa.
            —Tan sólo que estoy muy sorprendida de tu enorme gratitud por mí. Y quiero que sepas que te lo agradezco profundamente.
Yousho, mientras escuchaba estas palabras de Shieska, comenzaba a percibir que ella podría ser una buena pareja para él. En estos momentos era el hombre más cotizado por las solteras del pueblo. Tenía un cierto atractivo muy varonil y poseía una sensibilidad especial que destacaba entre muchas de sus buenas facetas y una de ellas es la poesía; era muy bueno creando estupendas poesías; y ahora en estos mismos momentos en presencia de Shieska, cientos de frases
se le podrían ocurrir por esa inspiración, y la musa de todas esas posibles poesías era, cómo no, ¡ella!
Shieska percibió inmediatamente los sentimientos de Yousho hacia ella. Se sentía muy halagada. Y parecía ser un buen hombre, según su percepción es lo que presentía. Sin embargo, no estaba receptiva hacia él.
            —¿Va a estar mucho tiempo viviendo aquí?          –interrumpiendo los pensamientos de ella.
            —Sí, posiblemente medio año.
            —¿Y vas a vivir sola todo este tiempo?
            —¿Por qué me lo preguntas? –inquirió un poco molesta.
            —No te incomodes, por favor; mi pregunta no estaba hecha con indiscreción, solamente lo decía porque en esta zona existen algunos animales salvajes que podrían llegar a darte algún desagradable susto.
            —No te preocupes por mí, me he criado casi en la montaña y sé cómo defenderme y tomar precauciones; te lo agradezco de veras. ¡Ah!, antes de que se nos olvide, ¿cuándo y dónde tengo que estar en el trabajo del arrozal?
            —¿Me quieres acompañar para que te muestre el lugar? –se dirigieron hacia las caballerizas, desde allí se podía divisar una pequeña albufera en la distancia.
            —¿Ves a la izquierda, donde termina el puerto?
            —Sí ¿es aquella albufera?
            —Exacto, es ahí donde tenemos el arrozal; puedes acudir cuando justo al amanecer.
            —Muy bien. Allí estaré Yousho.
            —Será mejor que me marche, pues tendrás que descansar.
            —Tienes razón Yousho. Allí nos veremos.
—Que descanses Shieska.
Yousho montó en su thorkin, era un poco viejo pero muy lustroso, de color pardo con unas manchas negras. Despidiéndose, agitó sus riendas y se marchó galopando cuesta abajo. Se quedó mirando durante unos segundos como se alejaba; con la vista ya ausente, meditaba sobre el sentimiento que sentía Yousho por ella. En esta civilización, el amor a primera vista sí existe; puesto que la facultad de percibir las energías y los sentimientos de una posible pareja son inimaginables para nosotros.
En breves segundos son capaces de analizar y saber si esa persona que tienen ante sí será un buen candidato para ser el compañero o compañera ideal que le acompañará toda su vida; esta facultad es de una fiabilidad del 100%, siempre y cuando los dos se pongan de acuerdo en abrir sus mentes. Por eso Yousho no pudo descifrar en la mente de Shieska lo que ella ocultaba; la presencia de Ernesto en su vida y, cómo no, la atracción que ella se negaba a admitir por él.
            Ernesto, muy impaciente por la espera se asomó al quicio de la puerta. Se quedó sorprendido al ver a Shieska contemplar la marcha de ese señor. Un poco molesto la increpó...
            —¡Eh Shieska! ¿Te vas a quedar el resto del día ahí fuera?
            —¡Oh! –reaccionó con un sobresalto–, lo siento me he quedado un poco anonadada por el paisaje. ¿Qué te parece si comemos un poco?, nos han traído una comida muy apetitosa.
            —Me parece muy bien, mis tripas y yo estamos de acuerdo. –los dos estaban en la cocina y mientras Shieska sacaba poco a poco la comida que contenía la bolsa, Ernesto ponía la mesa...
            —¿Shieska, le has preguntado a ese señor sobre el antiguo ocupante de esta casa?
            —Se me ha olvidado, pero te prometo que mañana mismo hablaré con Yousho y nos enteraremos de todo lo referente a esta casa.
            —Os he estado observando mientras hablabais, y me ha parecido que estaba demasiado atento contigo, ¿no te lo pareció a ti? –preguntó con cierto tono sarcástico mientras colocaba los cubiertos.
            —¿Tú crees?, pues yo no me he dado cuenta de ese detalle, puesto que la amabilidad y las buenas costumbres es el pan de cada día en nuestra sociedad.
            —Insisto Shieska, te vas a reír de mí, pero yo he notado que esa amabilidad no era normal; a mí me parecía como si le hubieses gustado, no sé, esa manera de mirarte...
            —Ya está bien –cortó radicalmente y con suavidad, para cambiar de tema–. Dejémonos de tonterías y vamos a comer, verás cómo este plato te va a encantar, es un plato típico de esta región. Shieska sabía que él se sentía un poco celoso, lo percibía muy nítidamente. A ella le hacía sentirse bien el saber que sentía celos. Terminaron de comer y se dieron cuenta de que no había agua.
            —Mira que olvidarte de preguntar cómo conseguir el agua, si es una de las cosas más necesarias –recriminó.
—¡Sí que me lo han explicado! No tenemos agua canalizada como tienen en el pueblo, pero sí disponemos de un depósito y un pozo propio. Lo que ocurre es que no me han dicho dónde está la llave de paso; pero eso no es ningún problema, ahora mismo contacto telepáticamente con Shook y solucionado.
Efectivamente, al cabo de unos segundos ya sabían dónde se encontraba esa llave de paso. Disponían de abundante agua proveniente de dos tuberías diferentes, una de un pozo propio y otra de un depósito de agua de lluvia.
            Después de haber comido muy bien, se encontraban los dos sentados saboreando unas calientes y humeantes tazas de infusión de hierbas relajantes...
            —¿Me puedes explicar algo sobre los cursillos de terapia curativa para niños? –preguntó Ernesto mientras soplaba su taza para intentar enfriarla.
            —¿El cromikhan? Sí, claro… como ya sabes es un tipo de curación especial para los niños y por supuesto un buen medio de prevención; se utilizan indistintamente los sonidos, colores y notas musicales. Esta terapia por supuesto vale para cualquier persona adulta, hombre o mujer.
            —¿Cómo lo hacéis y qué tipo de enfermedades curáis con estos métodos?
            —Son terapias que aplicamos a través de la madre cuando ella está embarazada; nosotros somos capaces de percibir si el feto va a nacer con cualquier tipo de problema genético, ya sea de malformación, problema cerebral o lo más simple, mala posición fetal. Ya sabes que los sonidos musicales producen energías y que según el tipo de notas afecta de una manera u otra a nuestro organismo. Con los sonidos creamos un campo de fuerzas o energías que ya sea en contacto con el feto como cuando ya haya salido del interior de la madre, puede producirle un equilibrio y armonía de energías donde antes no las había.
            —¿Pero todo eso es correcto? me refiero a manipular un ser vivo como si fueseis Dioses.
            —No, no nos creemos ningún Dios, como tú dices. Simplemente intentamos solucionar un problema de salud del feto que le va afectar en el futuro produciéndole mucho daño, tanto físico como psicológico. Y no, no es perjudicial; todo lo que se haga buscando salvar una vida o mejorarla de buena fe, con amor y sin egoísmo, es positivo. Además, tenemos la bendición de nuestro Gran Rossthar.
            —Entonces ¿qué opinas de los médicos o científicos de mi tiempo que han manipulado el ADN y han conseguido clonar una célula?
            —Repito Ernesto. Que lo que sea para bien es positivo. Si con esa investigación se consigue curar una enfermedad y salvar una vida es positivo. Ahora bien, no impidiendo el desarrollo de un feto o terminando con la vida desde el primer momento de la fecundación. Pero como siempre ha ocurrido con el hombre del pasado, existen dos opciones o dos caminos en la evolución de la tecnología de investigación científica: el correcto y el incorrecto. Lo incorrecto sería emplear estas técnicas y clonar indiscriminadamente para conseguir un hombre perfecto o con unas características físicas elegidas, más guapo, más alto, más fuerte, más resistente, un súper hombre, en definitiva.
            —¿Pero clonar un ser vivo es bueno?
            —Clonar, es dar vida de donde no la hay o de donde no se puede dar por algún motivo genético. Ayudar a que esa vida nazca no es negativo.
            —¿Clonar una persona idéntica?
            —¿Una persona idéntica? ¡eso es imposible! Puede ser un compendio de células idénticas, las cuales todas unidas forman un cuerpo idéntico; este cuerpo, simplemente será la coraza que protege un alma, pues cada uno posee la suya y con su propia vida diferente, con sus propias experiencias, ¿lo has entendido?
            —Perfectamente, si se lo explicases al mundo así, de esta manera, seguro que estarían de acuerdo contigo.
            —No, Ernesto, unos sí y otros no. No todo el mundo está preparado para evolucionar y aprender nuevos conceptos de la vida.
            —¿Te importa seguir con la explicación de las curaciones?
            —Por supuesto: ¿recuerdas lo que te expliqué referente a las energías?
            —Sí, creo que sí: nosotros y todo lo que nos rodea estamos hechos de algún tipo de energía cósmica –recordaba mientras centraba fijamente su mirada hacia el techo.
            —Muy bien. Pues todo está relacionado; existen muchos métodos que estimulan estas energías produciendo un equilibrio donde no lo hay.
            —¿Qué métodos son?
            —Algunos de ellos ya te los he nombrado. Sonidos musicales, colores...
            —¿Con colores? –interrumpió muy intrigado–. ¿Cómo puede ser?
—También emiten algún tipo de energía. Se inician al ser estimulados por medio del nervio óptico, este emite unos mensajes o percepciones a unas neuronas muy sensibles que tenemos en nuestro hemisferio izquierdo de nuestro cerebro, y estas
inmediatamente transmiten unas órdenes para que se regulen unas zonas de nuestro cuerpo; cada tipo de color estimula ciertas zonas u órganos de nuestro cuerpo.
            —¡Increíble! ¿Qué más métodos empleáis?
            —Utilizamos cristales, piedras magnéticas, cuarzos, acupuntura...
            —Esa técnica la conozco –interrumpió muy entusiasmado–, se utilizan agujas que se pinchan por todo el cuerpo.
            —Sí, más o menos, es así; se introducen en los puntos claves de energías; donde se apliquen estas agujas, según para qué las necesitemos, lograremos que circule correctamente la energía por nuestro cuerpo. Cuando algún órgano falla es cómo si un río de energía se hubiese obstruido.
            —¿Obstruido?
            —Sí, es algo parecido a una pequeña presa que impide el curso del río en forma de energía; con estas agujas es como si destruyéramos estas presas y limpiásemos además el cauce de ese río. ¿Lo has comprendido?
            —Sí, lo he entendido perfectamente.
—Es muy importante curar antes de que llegue a producirse la propia enfermedad. El ser humano no es solamente órganos y sistemas, sino que éstos están animados por una energía vital, que es lo que pone en funcionamiento la vida. Y en realidad los desequilibrios emocionales repercuten sobre esa energía vital generando una disfunción antes de que aparezca la enfermedad.
Y esto es en la práctica lo que llamamos período de incubación de una enfermedad, es el período de agresión a esa energía vital y constituye el mejor momento parar tratarla, no cuando el enfermo ya la padece. También utilizamos para curar nuestra propia energía positiva y dirigirla hacia un punto concreto para conseguir curaciones asombrosas según tu punto de vista, pero dentro de la normalidad para nosotros.
            —Eso me suena a curanderismo.
            —¿Curanderismo? –preguntó al no recordar la definición.
            —Sí, el curanderismo en mi tiempo, es una manera de interpretar la sanación: son un grupo de personas, hombres o mujeres que aseguran que pueden curar a enfermos simplemente con la imposición de sus manos vacías, además de utilizar diferentes rezos y algún tipo de hierbas; se ha demostrado que la mayoría son trucos y comedias para sacar el dinero a la gente.
            —Seguro que tienes razón, pero también te digo que algunos de esos curan... ¡o cómo se diga!
            —Curanderos –la ayudó con una sonrisa.
            —¡Eso mismo! Seguro que habrá muchos falsos al igual que tantas cosas falsas que hay en tu tiempo; pero lo que te puedo asegurar es que alguno de ellos sí que tendrá la facultad de curar con sus manos, que, aunque vacías las veas, seguro que están llenas de buena energía curativa y mucho amor por los demás. ¿Qué te ocurre? –preguntó al verlo que se restregaba los ojos con desesperación.
            —Que me pican un poco, pero no te preocupes no es nada.
            —A propósito de los ojos ¿sabes que se puede mirar a través de nuestro iris para saber cómo estamos de salud, tanto mental, física o espiritual?
            —Sí, algo de eso he leído en mi tiempo; sin embargo, ahora mismo me interesa más hasta qué punto se puede controlar vuestra mente y cuánto poder alcanzáis.
            —El único límite está en el de poder dominar y controlar la mente de otra persona, eso no lo podemos hacer y en cuanto al poder que alcanzamos creo que ya te lo demostré cuando encendí aquella antorcha con mi mente. Y si te parece te hago otra demostración.
            —¡Claro que sí, por supuesto! –exclamó entusiasmado.
—Vas a ver cómo la energía, puede ser concentrada y actuar sobre algo material. Mira tú taza. Cerró sus ojos y concentrándose durante unos segundos. Al cabo de estos abrió los ojos y dirigió su mirada hacia la taza; esta comenzó a levantarse de la mesa poco a poco, para sorpresa de Ernesto y con un leve movimiento se fue elevando por encima de sus cabezas; sin detenerse, se movió levitando en dirección a la pila; colocándose encima de la misma, comenzó a
descender, hasta posarse muy lentamente en el fondo. Ernesto volvió la mirada hacia Shieska, ella le sonrió; miró de nuevo hacia la pila; no se podía creer lo que sus ojos estaban viendo. Ahora el grifo se abrió de improviso y dejó caer el chorro de agua hasta desbordar la taza; para seguidamente cerrarse instantáneamente y dejar una solitaria gota de agua desafiando la ley de la gravedad.
            —¡Increíble! No me habías dicho que poseías esa facultad de...
            —¿Telequinesia? –interrumpió con una sonrisa–. Sí, esta facultad la poseemos todos es algo muy normal, estas capacidades mentales se van inculcando desde muy pequeños. Además, te recuerdo que el potencial de nuestro cerebro es cien veces más potente que el vuestro.
            —¿Yo puedo ser capaz de lograr algún día algo parecido?
            —Con la práctica y con paciencia sí que puedes ser capaz de hacer cosas parecidas. Ya te había dicho que te quedan muchas cosas por descubrir, aprender y experimentar.
            —Pero, ¿tú crees que será posible?
            —En la vida no hay nada imposible. Si lo deseas con fuerza y te lo propones con firmeza sin rendirte nunca, te sorprenderías de lo que tú puedes llegar a conseguir. Cuando te vea preparado y con la mente un poco más abierta a lo desconocido te enseñaré cómo separar la energía Cósmica de tu cuerpo físico y con ello que puedas lograr verte a ti mismo desde otra perspectiva. Poder ver más allá, viajar por nuestro mundo en plena libertad y cómo no, viajar por los mundos paralelos.
            —Shieska, ahora sí que me has dejado anonadado. Me estás tomando el pelo, ¿verdad?
            —¿Qué te he dejado anonadado? no lo entiendo.
            —Se dice anonadado. Que me has impresionado, es decir, que bromeas conmigo. ¡Es muy fuerte lo que me acabas de explicar!  ¿Cómo quieres que me lo crea?
            —¿Te he mentido alguna vez desde que me has conocido?
—Quiero pensar que no. Me has contado cosas muy extrañas para mí y bastante difíciles de creer, pero a su vez con mucha lógica. Sin embargo, esto último que me has explicado, lo de separar mi espíritu de mi cuerpo. Qué quieres que te diga, es bastante difícil de admitir. Hace tiempo, leí por casualidad en una revista sobre temas paranormales, un tema referente a unos embaucadores que decían que eran capaces de separar
su espíritu de su cuerpo y hacer viajes astrales. ¡Ah!, y que se unían a su cuerpo por un cordón... ¡un cordón de plata, eso es lo que decían! Esta gente escribió libros durante años y se vendían. Como siempre engaños para sacar dinero.
            —Sí, Renstor lo que yo intento explicarte, es muy similar a los que te estás refiriendo, pero con diferentes palabras. Ese cordón de plata a que te referías, es ni más ni menos lo que une la energía de tu propio Yo Cósmico con lo físico; cuando éste cordón se rompe se produce la muerte física que conoces como tal.
            —¿Entonces, es cierto todo eso?
            —Sí Renstor, es tan cierto como que tú y yo estamos aquí mismo. Ya te he dicho que te esperan muchas sorpresas todavía. Te darás cuenta por ti mismo que hay mucho más de lo que te crees después de la muerte física.
            —¡Esta es la pregunta que te tenía preparada! ¿Qué ocurre cuando morimos?
            —Cuando se muere el cuerpo físico, nuestro envoltorio. La energía cósmica, con todas sus experiencias y su nivel de evolución, viaja a una zona intermedia entre lo físico y lo cósmico; es como una situación de espera. Me intentaré explicar mejor: ¿recuerdas cuándo te hablé sobre la evolución humana?
            —Sí, que evolucionamos poco a poco, unos de una manera y otros de otra.
—Muy bien; pues igual que una humanidad entera evoluciona, los individuos como tal, por sí solos, también, pero de una manera espiritual. Experimentando conocimientos sobre la vida, el cosmos, el equilibrio o armonía del Universo en si.
¿Y cómo se adquieren estos conocimientos? te preguntarás.
            —¡Claro que me lo pregunto! –exclamó con una sonrisa, pero al mismo tiempo con seriedad, pues sabía que Shieska le estaba inculcando una información sobre la vida y la muerte que mucha gente en su realidad estaría deseando descubrir. Ahora era la oportunidad de tener esa sabiduría a su alcance.
            —Estos conocimientos se absorben acumulando experiencias en la vida, pero no en una sola, puesto que te irás reencarnando en una serie de vidas muy diferentes para que con ellas puedas ir aprendiendo de los errores cometidos y así ir perfeccionando, puliendo y formando un equilibrio en tu alma.
            —¿Me estás diciendo que yo me he reencarnado y me reencarnare en otras vidas?
            —Sí, eso mismo.
            —Y los animales ¿poseen alma?
            —No, alma no, pero sí una parte de energía cósmica; sería el nivel evolutivo primario al igual que las plantas.
            —¿Las plantas?
            —Sí también; una cosa es un ser evolutivo o alma y otra es la energía cósmica que forma parte de toda la cadena del ecosistema animal y vegetal.
            —Lo siento Shieska, pero no te entiendo.
—Quiero decir que, aunque los animales no posean alma, no por ello deben ser despreciados ni infravalorados, puesto que poseen la capacidad de sufrir, de amar y de sentirse vivos a su manera claro, al igual que las plantas; lo que ocurre es que hay personas que no son capaces de apreciar a los animales ni a las plantas y además los destruyen;
            en estos casos cuando mueran, su ser evolutivo bajará un escalón para que aprendan de sus errores cometidos contra estos seres; así, de esta manera, se darán cuenta de lo que sienten y sufren estos seres por culpa del hombre; y cuando vuelvan a reencarnarse sabrán apreciar a todos los animales de diferente manera, es decir, los amarán.
            —¡Me cuesta asimilarlo! –exclamó todavía incrédulo.
            —Sí, yo te comprendo Renstor; es muy difícil de asimilar para tu cerebro, pero te aseguro que es así.
            —Suponiendo que sea así, que seguimos evolucionando ¿qué ocurre al final de la evolución de alma?
—Primero déjame que te explique un poco más la evolución de tu propio ser cósmico, así podrás entenderlo mejor: cuando tu evolución como tal está por encima de la natural evolución de la humanidad;
te verás transportado a otra dimensión, es decir a otro mundo cuyo progreso evolutivo está más perfeccionado y donde te podrás desarrollar como una energía cósmica en busca del equilibrio y en busca de nuestro Dios Rossthar.
            —Shieska, no te enfades conmigo, pero es que me suena todo demasiado fantástico.
            —No me enfado, tonto. Algún día lo entenderás ampliamente.       
—¡Un momento! Siguiendo con tus propias conclusiones, si es cierto que uno está en el mundo donde le toca evolucionar, ¿cómo puede ser que yo esté en estos momentos en una realidad futura que, según tú, está más evolucionada que el mío?
Por esa regla de tres, ¡yo no debería estar aquí! ¿no? ¡Me he saltado quién sabe cuántas vidas o cuántos escalones en la evolución!
            —Una pregunta muy inteligente por tu parte       –respondió muy sorprendida por su ocurrencia–. Piensa Renstor, que Rossthar es muy sabio, y si te has saltado algunos escalones en tu propio desarrollo espiritual; cuando se te acerque la hora de tu muerte física, ya habrás acumulado conocimientos muy adelantados, esta experiencia o enseñanza que estás recibiendo te habrán servido para que cuando te reencarnes, lo hagas en una humanidad evolucionada al nivel que te corresponda. Pero tranquilo, todo llega a su debido tiempo.
            —¿Pero no me has explicado qué ocurre al final de tantas reencarnaciones?
            —Eso, mi gran amigo Renstor, sólo el Gran Rossthar lo sabe; mis conocimientos no llegan a tanto nivel.
            —Lo entiendo, pero al menos me podrías explicar algo sobre los fantasmas o espíritus que dicen que vagan errantes por nuestro mundo y algunas veces provocando y haciendo la vida imposible a ciertas personas. Por lo menos, eso es lo que aseguran ciertos investigadores. Yo no creo nada referente a estos temas. ¿Sabes algo sobre esto?
            —Los fantasmas o espíritus como tal no existen; no vienen a nuestro mundo a producirnos terror ni a darnos las buenas noches. Todo tiene una explicación más o menos lógica.
            —Pues intenta ser lo más clara posible, por favor –interrumpió con mucha curiosidad.
            —Cuando un cuerpo astral se nos aparece o materializa ante nosotros, puede ser por tres motivos. El primero puede ser... ¿recuerdas cuando te expliqué sobre el tiempo que podía ser modificable? ¿Qué no se perdía y se mantenía ahí? ¿Que si encontrabas la puerta del tiempo podrías atravesarla y viajar por el presente, pasado y futuro?
            —Sí, lo recuerdo más o menos.
            —Perfecto. Con esta misma teoría, cuando una persona una acción o una situación efectuada en un movimiento de tiempo aleatorio; en ese instante se ha producido un movimiento o descarga de energías...
            —Perdona Shieska –interrumpió mientras se llevaba un vaso de agua a la boca–, pero si no te explicas mejor no lo voy a entender.
—Veamos si me explico mejor: ahora mismo, nosotros dos estamos aquí y estamos hablando sentados en la cocina; pues bien, congelemos este instante un segundo en el tiempo, cuando transcurra el siguiente segundo, el anterior forma parte del pasado
¿no?
            —Eso creo.
            —Pasando dos, tres, un minuto, una hora; se supone que es una realidad pasada, que ha muerto, ¿no?
            —Se supone que ha dejado de existir. Perdona, ¿quieres que te ponga un poco de agua?
            —Sí, gracias Renstor. ¡uhmmmm, está muy fresquita!
            —¿Puedes seguir por favor? –inquirió impaciente.
            —Nos habíamos quedado en lo del tiempo pasado que había dejado de existir ¿no?
            —Sí, así es.
—Pues no. La realidad pasada no se acaba, ni termina por desaparecer, sigue estando dentro de un tiempo relativo; no se ha extinguido. Sólo que hay que saber cómo llegar hasta él. Existen situaciones en la vida que influidas por energías coincidentes se modifican o abren una fisura en el tiempo y si casualmente estás tú ahí, puedes llegar a ver a una persona, una situación, un movimiento, o un sonido que se produjo quién sabe cuántos días, años, siglos, milenios atrás. Te pondré un ejemplo un poco más claro: imagínate que yo, por alguna causa, dejo de existir físicamente, he fallecido en esta casa y tú sigues viviendo en ella. Resulta que tú no me puedes olvidar y no cesas de recordarme todos los días, piensas en mí con mucha intensidad y con mucho sentimiento. Entonces, casualmente e inconscientemente produces una reverberación en el tiempo. ¡Zass!, un espíritu ha hecho su aparición: me ves a mí sentada y mirándote en esta misma silla.
¿esta visión es realmente yo misma en forma de espíritu y que ha venido de un mundo astral para visitarte?
¡No!, ha sido una fisura en la realidad y me has podido ver cómo me viste en un tiempo atrás.
Normalmente esto ocurre cuando han sido situaciones de un potencial sentimental y energético muy alto; como una pena muy fuerte producida por una muerte no deseada ni esperada, o un recuerdo con amor hacia esa persona muy intenso. Ese puede ser el primer motivo del porqué se producen apariciones.
El segundo motivo, pueden ser generadas por fisuras en el tiempo provocadas por causas fisiológicas de la propia naturaleza, fuerzas energéticas o telúricas muy fuertes que se convergen en un punto indeterminado y se abre una puerta en el tiempo: se han llegado a ver naves voladoras de otros tiempos, aviones, barcos fantasmas, o incluso escenas de una guerra con sus soldados, producidas milenios atrás. Por eso te repito Ernesto, que son fisuras creadas en otra realidad. ¡Ah! se me olvida un detalle, es sobre las formas espirituales que son producidas por alguna persona por su propia voluntad o inconscientemente.
            —¿Espíritus creados por personas? –preguntó boquiabierto.
            —Te explico, cuando de nuestro propio yo cósmico procedemos a separar la energía de nuestro propio yo cósmico, procedemos a separarla de nuestro cuerpo carnal, también es posible que ésta la podamos condensar, hacerla visible, darle una forma y una imagen, hasta actuar sobre la materia misma que nos rodea.
—Ahora que me has hecho recordar: también leí algo sobre unos espiritistas que podían controlar su cuerpo energético y utilizarlo para embaucar y confundir a los posibles crédulos que se creían que estaban ante un familiar querido.
Además, utilizaban trucos de magia para hacer sus espectáculos más increíbles e impactantes. Se descubrieron grandes fraudes en la historia del espiritismo –explicaba Ernesto con mucho ímpetu.
            —Pero seguro que en algunos de esos fraudes había alguien que realmente tenía esa capacidad de materializar su espíritu y hasta de mover objetos y producir ruidos. Lo triste, es que utilizaba esa energía para engañar y hacer creer que aparecían espíritus de familiares, en lugar de utilizarla para el bien de uno mismo.
            —Así que todo eso es cierto, ¡que se puede sacar y mover uno mismo su energía astral a su antojo! ¡Me estás dejando sin habla Shieska!
—Sí es cierto, Renstor. Pero aún hay más. Están las materializaciones de personas que se hacen inconscientemente; aquéllas que lo hacen mientras duermen y no se dan ni cuenta de ello; separan su energía cósmica y viajan por la tierra sin darse cuenta; cuando se despiertan se creen que todo no ha sido más que un mero sueño, que lo normal es que nadie tenga constancia de ese sueño, pues no lo recuerdan; hay veces que se materializan y producen algún susto a cualquier persona o animal.
También existen muchos fenómenos inexplicables para ti, como el poltergeist, es decir, la levitación de objetos que se mueven y se estrellan
contra el suelo, incendios, rotura brusca de un espejo, deformación de piezas de metal, agua que se mueve en el interior de los recipientes, extrañas luces, etc.
Todas estas reacciones se producen en lugares que registran una alta actividad electromagnética y el cuerpo humano se comporta como un oscilador que aumenta el caos electromagnético de una zona caliente. Es decir que nuestros cuerpos poseen una faceta bio electromagnética que hace que reaccione como un dispositivo eléctrico más.
Esto explicaría los fenómenos paranormales además de enfermedades mentales y físicas. También están relacionados los infrasonidos, es decir, sonidos a muy baja frecuencia que nuestros oídos no son capaces de captar, pero sin embargo sí que nos afectan produciendo en nuestros sentidos un desconcierto tal que sumado a la autosugestión del momento y del lugar te hace presentir o ver algo que realmente no existe; en el momento que cesan esos infrasonidos se acaba con todos esos efectos. Pero, ya está bien de charlas por ahora Renstor; tenemos que limpiar y asear un poco la casa y preparar las habitaciones ¡a propósito! se nos olvidaba que tenemos que dar comida a Rinho y Karim.
            —Tienes razón Shieska, a mí también se me habían olvidado por completo nuestros thorkins, pobrecillos.
Shieska y Ernesto dieron de comer a sus thorkins, les llenaron los abrevaderos de agua; limpiaron casi toda la casa, prepararon sus dos habitaciones, colocaron toda su ropa y para terminar encendieron las chimeneas que calentarían toda la casa.
Se ducharon, para después cenar un poco de legumbres y patatas guisadas que les había traído el servicial Yousho.
            —¿Qué te parece si nos vamos a dormir?, yo por lo menos sí. Me siento muy cansada –afirmó mientras bostezaba.
            —Creo que también te voy a hacer caso, puesto que en la televisión no retransmiten ningún programa interesante –añadió jocosamente.
            —¿Qué? –preguntó medio atontada.
            —Nada, nada, estaba bromeando. Sube tú que yo iré dentro de un rato.
            —Pues procura cerrar bien todas las ventanas, no debe de quedar nada abierto.
            —¿Qué ocurre, puede entrar algún ladrón?
            —No tonto, simplemente podría entrar algún animal no deseado; por esta zona existen animales peligrosos. Además, comienza a llover, se prepara una buena tormenta tropical.
            —Mensaje recibido. Aquí, cuando cae el agua lo hace de verdad y con fuerza; hay momentos que creo que nunca va a parar. Y descansa pues tú eres la que tiene que madrugar mañana para irte a trabajar. Treemoha Shieska.
            —¡Muy bien Renstor! así me gusta que vayas practicando el Arkeep. treemoha Renstor, tenemos que acostumbrarnos a llamarte por este nombre. Además, tienes que ir mentalizándote en que pocos días sólo hablaremos en arkeep.
            —¿Eso no será cierto? Todavía me falta mucho para eso.
            —No, Renstor, la mejor manera para que lo domines, es hablarlo el mayor tiempo posible, y eso es lo que haremos. Treemoha Renstor. –se despedía mientras subía por la escalera. La lluvia ahora se dejaba oír por toda la casa con estruendo.
            —¡Me encanta dormir con el sonido de la lluvia! creo que voy a dormir como un angelito. –Explicó elevando la voz con intención de que lo oyese.
            —¡Lo necesitarás pues mañana trabajaremos duro tú y yo! –voceó como despedida.
            —En ese caso será mejor que yo también me vaya a descansar.